Cuando a Juan Hernández le ofrecieron hacerse cargo de un puesto en un Heaven&Hell (o Hell&Heaven según el promotor), lo aceptó con singular alegría. Estaba fastidiado de andar haciendo lo mismo en el averno que lo que hizo por décadas en vida: recibir un expendiente en una ventanilla, revisar su llenado y rechazarlo por motivos banales. O pasarlo a la siguiente fase si alguien untaba la mano de forma convincente.
La única diferencia es que allá arriba los expedientes eran de veinte hojas, quizás cien en ocasiones. Acá los traían almas en pena como losas de seis metros sobre sus espaldas. Y el expediente se defendía aullando, mordiendo o cortando con el borde de as hojas. Además, lo sobornos siempre consistían en lo mismo: una piedra pómez cortada como pirámide de cuatro lados. Mientras más grande el expediente, más pequeña.
Tras vivir condenado por más de un milenio, seguía laborando enterrado en pirámides del tamaño de hormigas.
Así que cuando el Gran Jefe se lastimó la columna al caerle encima una de de diez metros enviada por Lucifer tras la firma de un papel, le llegó por el conducto de lava, un memo cincelado en basalto:
Alma en Pena 2947395028347
a.k.a. Juan Hernández Palito
P R E S E N T E
Se le informa que es candidato para manejar el puesto de productos de su área en el Hell&Heaven de este año. En caso de aceptar, envíe por este medio su respuesta.
Atentamente,
Despojos Humanos
pd YSQ adecuado acelerará el trámite.
Juan se quedó helado, su respuesta abarcaría una hoja, lo que implicaba que el YSQ tendría que ser inmenso. Fastidiado porque tendría que quitarse de encima las pequeñas pirámides para ponerse de pie (lo difícil es volver a sentarse), se encaramó en el escritorio y se asomó sobre la mampara. El cubículo al otro lado estaba a tope con pirámides de hasta diez centímetros de altura. De vez en cuando se movía la pétrea superficie como si algo nadara por debajo
—Pssssst, oye 19332 —susurró Juan (estaba prohibido hablar en horario de oficina, o sea, siempre)—, me llegó un memo para ver si voy a Hell&Heaven. Voy a aceptar, pero me falta Ya Sabes Qué. ¿Cómo le hago? ¿Me escuchaste?
Un siglo pasó antes de que hubiera una reacción. El lago de pirámides se movió y emergió una cabeza. El rostro era matusalénico en arrugas y vejez con conchas bivalvas como ojos. El cabello como barbas era muy abundante y estaban entretejidos tal que parecían un peludo plumaje de un serafín.
—Vaya baya —habló con grave voz—. Es una pésima noticia, albricia y te compadezco, pesco. Acepta, recta.
—¿Y? Ya sabes, ¿cómo consigo una pirámide convincente? Será una palabra, ni una hoja.
Las conchas se abrieron una vez mostrando perlas negras de múltiples patas. La cabeza se alzó y gritó:
—Camaradas, babas. El novato bato tiene salida, dribla. Biyuyo, cuyo necesita, pajarita. Echen todo, soso.
Del alma en pena 1 al alma en pena 2947395028346 dejaron su lugar y tras varias carreras, depositaron las pirámides en la oficina del Gran Jefe. El montón se alzaba por más de trece círculos del infierno.
—Listo, pisto. A trabajar, majá —dijo la cabeza tras haber comido y excretado sus pirámides en el inmenso montón.
—Pero eso no se ve como un tetrahedro. ¿Así me las aceptarán?
—Pegar, mear con caca de Satán, bornio —indicó antes continuar con su trabajo.
Juan, a cambio de la pirámide que le rompió el lomo al Gran Jefe, consiguió el excremento almacenado desde la creación. Sobre cómo pegó tetrahedro con tetrahedro para crear una inmensa pirámide es algo que debió pasar al Registro de Récords Infernales solo que Juan pagaba el “Sí” o pagaba el récord. Optó por lo primero
Ese año el Hell&Heaven realmente era un Heaven&Hell ya que le tocó al Cielo organizarlo. Desmontaron nubes de todo el mundo (sin importales las sequías causadas) y las acumularon sobre la mitad del Pacífico en cientos de niveles.
Despojos Humanos, en pelea interna mientras decidían rescatar casi todo e departamento que quedó bajo el soborno entregado por Juan, alcanzó a darle un kit para poner el stand.
Este consistía en una mesa desplegable con un mantel en llamas permanentes, una lona que aullanba de dolor para identificar el lugar (una frase tan original como “InfertrámitesInfernales”), una silla cubierta de picos y dagas además de una estructura para montar pósteres y anuncios. Para Juan fue pan comido (o regurgitado dirían allá abajo) montarlo.
Entonces se dio cuenta de que lo habían mandado sin producto. Es más, ni siquiera le dijeron qué tenía que vender. Frente a su lugar iban y venían tronos, querubines, virtudes, potencias, dominios, principalías, arcángeles y ángeles. Uno que otro se acercaba, examinaba la mesa con atención, miraban con uno o múltiples ojos a Juan y le preguntaban:
—¿Qué vendes?
—Cosas —contestaba aparentando que eran cosas de importancia.
—¿Cuáles cosas?
—Son tan únicas que aún no están a la vista. En cuanto lleguen, de seguro se llevarán más de una.
Entonces pagaban por adelantado con manzanas del árbol de la sabiduría. Juan, angustiado, le pedía a cualquier demonio o ser infernal que avisara abajo que le mendaranproducto.
Un eón después, con la H&H a punto de cerrarse y con su stand con una montaña de manzanas que llegaba a las puertas de San Pedro, Juan por fin recibió cientos de contenedores que eran transportados por salamandras de fuego.
Mientras las salamandras los acomodaban e incineraban manzanas para comer algo, Juan abrió uno de ellos y dentro, quitó la tapa a una de muchas cajas de madera. Dentro había juguetes sexuales de tamaño XXL para arriba.
—Ya llegaron las cosas importantes que me vendiste —tronó una voz celestial afuera—, entrega la que me toca.
Con el Lucifer en la boca, Juan tomó el que estaba arriba y lo entregó. Así siguió hasta que se terminaron.
Por Dhel Nagami
(Querétaro, 1994)
Antropóloga sin titular con gusto por las lenguas y la lingüística. Escribe en el poco tiempo libre que le deja la familia y el trabajo. Ha publicado en Espejo Humeante, Penumbria, Lengua de Diablo, Sonámbulo y otras revistas.
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