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Aceptación de una realidad

Me sentía mal, el horizonte que rodeaba iniciaba a dar vueltas, las piernas temblaban, el sudor aparecía cubriéndome la frente, podía estar muriendo e incluso infartándome, mientras el resto aplaudían con sonrisas anchas, ahí estaba yo, algo estaba ocurriendo y a nadie le importaba. Salí corriendo empujando a los que impedían mi trayectoria, por fortuna no fueron muchos, luego se despejó porque todos seguían en la reunión y en el espectáculo que causó semejante náuseas.

Llegué al baño, directo al retrete y sin poder esperar, tres ahorcadas resultaron suficientes para expulsar lo que me causaba tanto dolor, ardor y malestar. Vomité sangre con coágulos inmensos que tocaron los dientes y lengua, la textura era gelatinosa, el sabor a hierro fuerte causaba más náuseas incontrolables, con mayor vómito, con más sangre y más coágulos. En un punto creí que iba a fallecer sin poder respirar, un objeto grueso y ancho subió con dificultad por el esófago, permaneciendo un rato en la garganta, con desespero, le pegaba al pecho para poder sacarlo, no funcionaba y las lágrimas aparecían ardiendo los ojos con picazón.

Subió hasta la boca, volviéndose atorrar por su tamaño grande, estrujaba mi lengua y paladar, haciéndome perder por completo la cordura, definitivamente ya no respiraba, quería seguir vomitando, pero el contenido se atoraba sin dejarlo pasar gracias a eso. Ataque aquella cosa con ambas manos, resultó en vano, solo estaba lastimándome peor los labios que se abrían brotando más sangre que pintaba mi barbilla y barba con el color fuerte oscuro usado en las películas de terror.

Sujeté la tapa con la mano izquierda, tanta es la presión que los nudillos se pasaron a blanco, pero era lo que menos me importaba. Introduje la derecha hasta donde podía, apenas las mejillas se expandieron minúsculamente, mis dedos sujetaron la cosa resbalosa con palpitaciones arrítmicas y olor nauseabundo. Hacía que la lengua le empujara para la mano agarrarlo y sacarlo. Otro movimiento inútil, solo conseguía recorrer la piel rugosa, partes duras y porosas, venosas y con tumultos en capas. La impresión, miedo y ansiedad, me consumían. El terror de percibir como los pulmones se desesperaban internamente quemándose rápido. No podía más, solo pude toser y en manera de milagro lo expulsé.

Sentí paz y como podía de nuevo respirar, me senté apoyándome en la puerta detrás de mí, cerré los ojos, tomando bocanadas de aire siendo la sensación deliciosa y satisfactoria, dejé llenarme con el oxígeno del alrededor, saboreé los labios y sus alrededores, noté que algunas partes seguían frescas y otras ya se iban secando. Abrí lento la mirada que enfocaba lo que tenía al frente, el inodoro en su totalidad se cubría de mi ADN, los espacios en blanco resultaban escasos, pero por eso se podía diferenciar qué cosa era tal otra. Parecía la escena de un asesinato, pero poco interesó, no poseía energía o una emoción de pánico dentro, sea lo que sea que haya expulsado sin duda se llevó también esa parte.

Me incliné hacia el frente sin repudio o escrúpulos, analice aquel monstruo que casi me mata y posiblemente lo estaba haciendo. Ni lo conocía y ya lo odiaba por esa maldita vivencia, sin saber qué hacer por mi salud y ni conocer si podía estar bien luego de haber perdido tanta sangre. Un escalofrío sacudió mi ser, por un motivo inexplicable no me sorprendí, aunque tampoco sabía que pensar… Era mi corazón, un órgano vital que sin él no puedes existir.

Allí se hallaba, cubierto de sus características descritas en los libros de biología, los médicos o imágenes pasadas por la televisión, vídeos y plataformas. Flotaba en el agua con sangre, sacando un par de chorros más debido a las heridas causadas por mis dientes. Palpitaba lento y supe en ese instante que lo dejaría de hacer y sería su testigo, mi propio testigo de la muerte que estaba al acecho para llevárselo.

Traje a la memoria la vivencia que me trajo hasta aquí, al recordarla no dolía, supongo que es debido a que acabo de sacar el miembro responsable del sentimiento. Le llevaba un ramo de rosas, de las blancas porque son sus preferidas y la que adoraba que le regalara en las fechas especiales como esta, San Valentín y me prometí a mí mismo que este sería en el que la recuperaría.

Cada año los jefes celebran este día con una pequeña reunión a la hora del almuerzo, donde en todos los departamentos se entregan regalos y presentes junto con comida y un poco de música para animar el ambiente. Había practicado frente al espejo lo que le diría, con lo que la convencería y luego de su: sí, pasar la noche juntos, como esas otras donde la ciudad y la luna fueron cómplices de nuestra locura. En diciembre fue su cumpleaños y casi cinco meses que no hablamos, aún conservo las cartas, poemas y fotografías del primer año, todavía sigue en el auto su pintalabios, el mayor susto es que me quiera olvidar cuando de mi mente no sale ni un segundo.

¿Quién se creía él? ¿Por qué se atreve a compararse conmigo? ¿A querer robármela? Humillarme ante los demás colocándole el anillo para asegurarle el altar que me costó. No aguanté y aquí estoy, sentado en el baño recapacitando sobre la existencia, cuando el resto ignora la mía y les da las correspondidas felicitaciones porque su compromiso es sinónimo de felicidad y en lo que a mí concierne haberla tenido y perdido por completo. Ya no podía ir tras de ella, él la ganó y de paso la vida que tanto fantasee en sus brazos.

Las suposiciones eran erradas, afirmaban que en el enamoramiento caducaba el sufrimiento, cada minuto de felicidad, pero no dicen la verdad: los amores superiores a un año fallecen en una hora, la distancia es la enemiga, enamorarse de lejos es hacerlo con ignorancia. Tratas de ser una buena mitad, a pesar de que se te lleven tu mitad. Una última conversación con conclusión hubiese sido suficiente para que mi corazón no se hallase en ese recipiente.

Le lloraré en secreto, al llegar a la casa y notar la ausencia, sabiendo que su presencia se enamoró de alguien más. Lágrimas resbalarán al no ser yo quién la distinga de blanco, el padre de sus hijos y el amor de su vida. La lloraré sin que se dé cuenta porque este amor transcurrió más de la cuenta, anhelo otro beso para la despedida y Dios quiera nunca esté perdida. Pronunciaba mi nombre en sus labios, aunque sea mentira, rezo para que me diga: te amo y te necesito, ya se está acabando un romance infinito.

No me arrepiento, amar tiene un precio que debemos pagar, puede ser la inversión de tu vida o la estafa de ella, y ella me estafó, pero si dijese que lo volviéramos a intentar, no la dejaría pasar. Ahora comprendo que alguien como su persona no sucedía dos veces seguidas y menos las segundas oportunidades. Si ya es libre, ¿por qué no puedo librarme de sus besos, su cuerpo y sexo? Es perfecta, de pies a cabeza, ¿cómo sería mía? Si soy inestable, lleno de inseguridades, sin nada que ofrecerle cuando me lo dio todo.

Los dedos temblorosos, sin poderlos casi contener, busqué dentro del bolsillo derecho de la chaqueta una hoja de papel que cargué para la impresora, hurgando más abajo saqué el lapicero, inicié a escribir con la peor caligrafía que haya visto, chueca e inestable, la pluma se resbalaba, la humedad de mi cara le caía encima haciendo manchones evidentes al igual que las huellas digitales debido a la sangre que permanecía sin secar. Con la visión borrosa, solté el bolígrafo para leer lo escrito.

“Solo soy de carne y hueso, te sigo queriendo muy adentro, no resulté inmortal, ni mucho menos inmune al daño de los años, si fuera fuerte como lo aparento, la noche no dolería. El malo del cuento y ambos sabemos que no es cierto, la valentía de afirmar que ya no estarías, pero solo soy humano, te sigo sintiendo, reviveme con un beso, de esos de los que no me das a mí, se los concedes a él sabiendo que son de mi boca, ¿por qué? ¿Por qué me pagas así? Dime que se supone que haga con el desastre que dejaste aquí, ¿por qué no me diste el “acepto” a mí?

Juego al suicidio fingiendo estar en la misma posición tuya y en la faceta completa de la ruptura, aunque en las madrugadas el golpe lo asumo, en esas donde no estás, te sigo sintiendo y ya no vas, estoy muriendo más rápido de lo normal, no exagero y no exageres al decir que desconoces porque me conoces, te amo sin importar el disparo, seguiré aquí a tu lado, puesto que tu fantasma se posa al lado tuyo de la cama, le afirmo consecutivamente que te echo de menos y me echas, creí que eras mi mejor amiga, los errores hacen cosas mejores, pero este no es el caso, volveré a tu mente cuando llores y no regresaré.

La teoría loca de darlo todo para ser suficiente es una farsa, lo entregué todo y no alcanzó”.

Lo doble en forma de barquito de papel, lo guardé, apoyándome sobre de las paredes de metal, logré incorporarme. Tomando bocanadas de aire decidido a la siguiente fase, bajé la cisterna memorizando cómo se iba por el desagüe mientras el agua subía de nuevo, clara y limpia, sin dejar rastro de la escena del crimen. Salí aprovechando los pocos minutos que quedaban para dejarle la carta sobre su escritorio y marcharme para siempre.

 

Por María José Vaca Hincapié

(2003)

Tengo tres escritos publicados de forma oficial, dos de ellos pertenecen a obras antológicas con la editorial ITA, ganadores de la convocatoria de los meses junio y julio del 2021 con temáticas de felicidad y dolor, igualmente el tercero hace parte de un proyecto de la universidad Nacional junto con el periódico El Espectador, un escrito basado en la vivencia personal durante la pandemia y aprender a sobrellevarlo.

Actualmente tengo veinte años, escribo desde los catorce, la literatura hace parte de mí desde los siete gracias a mi padre quien es un gran lector. Agradezco a mi madre, pues ella es mi lectora constante y quien me ha apoyado desde los inicios. Soy una persona que cree al 100% que la literatura es un arte, un transmisor de ideas, sentimientos y a través de las palabras escritas confesar en lo que las verbales no podemos. Con el paso del tiempo las letras han ayudado a mucha gente, me sumo a ese grupo y es lo que quiero retribuir a la sociedad, ayudar a los demás y a mí misma por medio de la escritura.

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