Residían a miles de kilómetros el uno del otro. Tras un año de coqueteos y mensajes a través del chat privado de Facebook se encontraron en persona en la ciudad donde ella residía. El chico se había enamorado de la muchacha, creía que era mágica. Pasaron juntos un fin de semana. No era una ciudad romántica, más bien provinciana que albergaba un museo del orinal.
Su amada le causó una pobre impresión: se le antojó esnob, superficial, vehemente y pretenciosa; una sectaria de ideas prestadas y, paradójicamente, tan progresistas como gregarias. Por no comentar que su foto de perfil contaba con, al menos, diez años de antigüedad. Todo había sido apariencia. Un vendaval de desilusión abatió al hombre. El retrato que el amor había pintado sobre un invisible lienzo de ilusiones no se correspondía con la modelo.
En el tren, de regreso a su domicilio, el hombre reflexionó acerca del deseo, ese sentimiento tortuoso que tiende hábilmente sus trampas, férula que domina y nubla el entendimiento. También recordó que, siendo niño, una vez, tocó las alas de una mariposa que perdieron su polvo mágico y el insecto dejó de volar para siempre.
Por Héctor Daniel Olivera Campos
(Barcelona, España, 1965)
Escritor, apasionado de la literatura y de la historia, cultiva la narrativa de forma regular desde hace más de una década.
Autor de la novela El equívoco (El Evangelio según Judas de Nazaret).
Finalista en numerosos certámenes. Ha publicado relatos en diversas antologías y en revistas literarias de España, Latinoamérica, Eslovenia, Israel y Estados Unidos.
Autor del blog Objetos perdidos
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