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Amar desde el punto cero o un amor en el círculo negro

Actualizado: 20 mar



Las sensaciones son fantasmas. El pitido saltaba como las luces intermitentes. Un escalofrío, el de mi cuerpo que me abandona. Una parada de metro. Gran tensión a la espera de su inevitable llegada, de su partida definitiva. Un abrazo, algunas palabras, una confesión, un adiós. El metro partió.

Luego miedo, después silencio. Como todo, desaparece. 

Yo, conmigo, de vuelta a mí. Una soledad de millones de palabras por decir, el gran callar de lo incierto. La fulminante idea de no volver a vernos. Certeza melancólica de lo ya predicho. Y callamos. 


*

No sé cómo podría empezar. Lo he postergado mucho. Me encuentro en un escritorio ante el blanco, depositando mi negro principio para tratar de averiguar algo más sobre mí. Es una historia simple, pero con matices. Como todas. Lo mejor será empezar por el principio, o lo que yo supongo que lo es, si acaso hay alguno. 

Esta historia la conté alguna vez, hace mucho tiempo, y hoy la contaré de nuevo. Un historia de amor y descubrimiento.  

Mi naipe favorito siempre fue el As, tan sólo por motivos estéticos. Nunca pensé en la importancia que cobraría con el tiempo. Me crié en un pueblo mexicano, y, como ya podrán suponer, conviví con Jesús, María y toda la corte celestial. La religión penetra en cada aspecto de la vida, en especial si no tienes algún medio de escape. En consecuencia, las preferencias u orientaciones sexuales consideradas “anormales” son repudiadas. También las tendencias en pro de la liberación femenina, no necesariamente feministas pero sí en favor de los derechos de la mujer. Incluso más que las religiones no cristianas. Curioso, el santo local es ícono homosexual por excelencia. Nada que ver conmigo, sólo resalto la ironía. 

Por supuesto, mi caso era un tanto distinto, y, no obstante, las consecuencias parecidas. No sólo se castiga el sexo excesivo o con quién no deberías, sino también el no sentir la necesidad del mismo, y, en consecuencia, el no tenerlo a causa de esa falta de atracción. Se premia la represión, se felicita por el celibato, se alaba la virginidad (en especial la femenina), más no el no sentir atracción sexual. 


**

Olor a café y cerveza. Conversamos por horas sobre lo que hemos hecho, sobre nuestros años, de gustos y lecturas, de aspiraciones. De la vida, en pocas palabras, como toda buena conversación. Hablamos de quién nos gusta. En mi caso, lo que me gusta es más un tema de estética, es el cómo  las facciones o rasgos parecen complementarse formando el conjunto de una geografía cotidiana, de una canción visual. Claro, lo más llamativo es la voz: podría imaginarme conversar por horas y horas sin parar con alguien que tuviese una bella voz. En su caso, le gusta algo más cotidiano: los cuerpos modelados por el esfuerzo físico. Es heterosexual, pero suficientemente abierta a la experiencia. Eso dice, aunque no sé si lo llevaría a la realidad, pues nunca lo ha hecho. Es sabio abrirse a las opciones. A mí nadie me gusta en realidad, excepto ella. No es un gusto como se suele entender, es más un tema de compañía, un “estar con”, que un “estar para”. Un sentimiento hondo, como de una mano cálida que habita en mí ante el sólo conocimiento de su presencia. Me pierdo pensando en lo que pienso sobre ella, pues no lo entiendo, y eso me hace retumbar. Saldremos de ahí, nuestros yoes reales caminarán por sí solos, interactuando, mientras nuestros yoes simbólicos dan orden a lo que nunca tuvo orden. La amo, y decidí revelárselo. Hoy es el día, mi oportunidad, tal vez la última. 


***

El peso de lo ajeno me llevó a pensar que tal vez tenían razón, a creer que yo era “demasiado tímido”, “demasiado introvertido”, “demasiado temeroso”, “alguien que no quería verle lo especial a otras personas” o “que no se dejaba vivir”, un “anormal”, “raro”, “indefinido”, “impotente en secreto”, “homosexual reprimido”, “heterosexual con temor a las mujeres”, “virgen”, “alguien como muerto”, en fin, un montón de apelativos de personas que pensaban que me conocían mejor de lo que me conocía a mí mismo. La connotación de los mismos es un tema aparte. Esto se reafirmaría al mudarme a la gran ciudad, donde la libertad también se condiciona. Por ello traté de adaptarme, con resultados vacuos la mayor parte de las veces, desastrosos en otros. Lo cierto es que tampoco me enamoraba, pero fingí hacerlo, así como el interés en lo sexual. Estrategia: di lo que oyes. Siempre funciona. Claro, todo parte de conocer el concepto con el cuál entenderte. Si no lo conoces, no puedes nombrarte, por tanto te construyes desde tu limitado lugar. Me hice daño, uno tan sutil que hasta ahora me puedo percatar que tanto. 

Si el sexo no era algo grato, o ni siquiera algo que se me antojara, y el enamorarme parecía imposible, las metas comunes me eran indiferentes. Vivía en el punto cero. Sin embargo, ocurrirían dos cosas: me replantearía el amor en todas sus formas, y más tarde me enteraría que yo también podía enamorarme. 

El amor se ha malentendido desde hace tiempo, o quizá siempre, y, desde la política y la publicidad, el sexo y el amor de pareja ha primado por sobre el resto de sus manifestaciones. Con claras prioridades en la normativa. Nunca he creído en que el amor se comparta o reparta, o se vuelva exclusivo. Pienso que surge como un sol que irradia su ser. Como una fuente que brota y se adapte al molde, o tiene tantas caras que difícilmente se podrían contar. Todo ser humano puede amar a su manera, aunque no es exclusivo de éstos. Es estúpido pensar que el amor romántico o el amor sexual son las únicas vías, en especial cuando todos hemos experimentado en algún momento sus diferentes formas. Amistades, familia, pareja, mascotas, o a las cosas. Al final, la única condición en el amor es la libertad.        

Mis reflexiones no acabaron ahí. Al empezar a indagar en la asexualidad y en el cómo construía mis relaciones, conocí a alguien que parecía entenderme. Esa persona, a la que nombraré <<M>>, no era asexual, pero guardaba mucho parecido conmigo, además de una visión de la vida que guardaba similitudes significativas con la mía, y cuyas diferencias nos alimentaban mutuamente. A partir de personas y situaciones comunes nos conocimos, lo que influyó en nuestras conversaciones y ambientes. De ahí fuimos intimando en las palabras, revelando secretos, sueños y angustias. En la efervescencia, en el andar, en busca de un lugar, de una voz, nos encontramos en dónde dos tiempos se encuentran. Teníamos un pasado que no habíamos dejado atrás, más ese presente significaba más. En retrospectiva, muchos no verían algo demasiado especial, ni siquiera sé si para <<M>> lo fue. Para mí lo era.      



****

Ahora soy una espera. Cada persona se hace tal cada vez que anhela. Por un momento somos nuestra espera. Pasa el rato, nos vemos en el metro. Nuestras miradas se cruzan y conversamos un rato. Su voz siempre me ha reconfortado, es cálida, como una caricia, como un abrazo, como una mano que se posa en tus hombros y  en la que puedes confiar. Ella propone el lugar al que iremos, aunque primero me pide que la acompañe a un par de sitios, por unos pendientes de su trabajo. Abordamos el próximo metro. Ella lleva un termo con café, que compartimos durante el camino. No se me ocurre otra persona con la que pudiera tomar del mismo envase sin sentirme asqueado. Tramo tranquilo, hablamos sin parar. Me preocupa pensar que nunca tendremos tiempo suficiente para hablar de todo lo que podríamos conversar, de todo lo que tenemos que conversar, de todo lo que tenemos por hacer juntos, tantos lugares por ver y conocer, tantas experiencias para las que nuestras vidas no alcanzan. 

Llegamos a la estación. Me dice que podremos ir a un bar que está cerca de su trabajo, después de que concluya sus pendientes. Llevo un libro mientras la espero, aunque ella está al pendiente de mí, mientras hace las entregas y yo aguardo leyendo. Le contaré aquello que me he callado por meses. “Podría no tener otra oportunidad para ello”, me digo mientras intento concentrarme en la lectura. No siento que me pueda llamar a mí mismo amigo si no confieso mis sentimientos. Sería una traición a nuestra confianza. O no lo sé, quizá me preocupo de más. No podré saberlo hasta que lo diga. 

Ella termina con sus pendientes y nos encaminamos hacia el bar. Ya encontraré el momento. 

  

*****

De entrada nos hicimos íntimos amigos. Sus horas y las mías se atravesaron, e intercambiamos  nuestros momentos.  Cada momento de compañía daba un valor al tiempo. Buena parte de nuestro vínculo se basó en algo muy simple, pero vital: el diálogo. Hablamos y hablamos, en la cercanía y a la distancia, de nosotros y de todo. Fuimos tan honestos como podíamos serlo con alguien. De entre todas mis amistades, es con quién más honesto he sido alguna vez. Fue la primera persona con la que me acepté y me abrí como asexual, y con la que compartí mis ansiedades, mis anhelos, los secretos sepultados en mi memoria. Me sentía en verdad querido y aceptado, algo que necesitaba. Desconozco si <<M>> pasó algo semejante o por lo menos vio un valor significativo en nuestro vínculo; quiero pensar que sí. Durante ese lapso, atravesamos muchas cosas de gran relevancia. En ese entonces me topé en la teoría y en la realidad, con la violencia machista en sus distintas formas. No era la primera vez, venía de un lugar que había pasado por la desolación del narcotráfico, además de la violencia inherente en sus costumbres y creencias. Ya una vez había perdido personas por esta causa, aunque ninguna de éstas demasiado cercana; claro está que mis barreras emocionales evitaron que muchos de estos vínculos fueran demasiado significativos, y el medio en el que vivíamos nos acostumbró a tales circunstancias, a esas muertes.  Si no detallo más de éstas, o de <<M>> o de mí, o de nuestra relación, es por respeto a quienes son o quienes fueron, y a su privacidad. 

Es difícil aceptar la realidad, como lo es aceptarnos cuando el mundo no nos acepta. Nos valemos de una cantidad abrumadora de medios para huir de ello. Hay violencia en ello, un sufrimiento adicional al externo. Me encantaría que existiera una teoría completa de la violencia. Todas hablan de su relación con el poder, con la psique, con el cuerpo, con la escasez, con la lucha de clases, la acción del Estado, entre otros tantos fenómenos que le dan forma. Más ninguna da una explicación entera, sólo las manos que le dieron forma de una en una, más no el proceso completo. Todo, al final, es parte de un constructo que parece inabarcable. ¿Qué tanto aceptamos la violencia, la ejercemos o inclusive la llevamos contra nosotros mismos?  

Además de todo ello, <<M>> y yo atravesamos momentos muy complicados a la vez. <<M> contaba con pocas personas, y yo solía sentir que no podía contar con nadie más.  En algún momento llegué a pensar que podía perderlo todo en una probable escalada de eventos. Mientras tanto, nos conocíamos más a fondo, en lo bueno y lo malo, en lo más íntimo; y así, cuando me cuestionaba si vivir o morir ante el futuro, comenzó a moverse en mí algo que siempre había estado estático. Tras mi resolución en pro de la vida, o al menos de hacer lo posible por mantenerla, me enamoré. Quizá fue la tensión, o el apoyo mutuo, o mi nueva resolución; mis emociones eran confusas, desconocidas, y tardé en percatarme de ellos. Así, cuando descubrí y acepté mis emociones, debía tomar una decisión. Nunca esperé que hubiera algún tipo de correspondencia, ni siquiera sé si lo quería. Creo que ni siquiera quería albergar tales sentimientos, por lo que podían implicar. Debía decirle lo que sentía, por la confianza que teníamos entre nosotros, por la importancia de la verdad, por el cariño, por nuestra amistad, porque le amaba. 

Aún si esto acababa con nuestra amistad.


******

Hoy nos veremos en la tarde. Lo acabamos de confirmar por celular. Estoy ansioso por verla. Quisiera que nos viéramos después de esto, de nuevo en mi mente está la confesión. “Si sale mal, quizá no la vuelva a ver”, el pensamiento  que tanto resuena. No espero nada, sólo que pueda aceptar mis sentimientos. La correspondencia tampoco es algo que me preocupe, no quiero más que decir la verdad. No obstante, desearía no hacerlo. Podría postergar eternamente este momento, seguro nuestra vida iría a mejor.  Aun así, no podría hacerlo: me siento responsable de mis emociones, por ello debo expresarlo.

 Hemos atravesado situaciones difíciles. Las seguimos atravesando. Esto no debería ser una diferencia. Somos mejores amigos. O eso creo. No sé si el enamoramiento pueda ir bien con la amistad. Quizá se me pase, podría dejar este apego atrás, esta escalada emocional que parece no detenerse. 

Salgo de casa, cierro con llave. 


*******

No es raro que me sienta ansioso, en especial en estas situaciones. El sentirme que nunca seré aceptado tampoco me ayuda. Puedo odiar profundamente lo que mi mente hace con toda clase de situaciones hipotéticas, y así fue con nosotros. No puedo recordar la cantidad de escenarios en mi cabeza, de miedos, de deseos. Después de todo ello, no podría hablar de la resolución optimista y pacífica que se suelen dar en historias en las que quién funciona de protagonista se libera de su carga y ello no tiene consecuencias negativas, inclusive se vuelve casi la ilusión misma hecha realidad. No fue mi caso. 

No me hallaba en las mejores condiciones físicas y emocionales. <<M>> tenía su vida en toda regla, además de vivir en un mundo que nunca podría entender. Tenía pareja, ocupaciones, otras amistades. Aun siendo su amigo más cercano, el orden de las cosas no me daba un sitio de ninguna forma prioritario.  Si acaso mi amistad ocupaba un lugar, éste no me parecía preponderante. A decir verdad, dejando de lado el amor, <<M>> ocupaba un sitio en mi vida más importante del que yo ocupaba en la suya. El deseo no es necesariamente lujuria, también es amor, a veces puro e inocente, en otras ansioso, algunas más desesperado, hasta posesivo, o conflictivo. Puede llegar a contraponerse con otros deseos. El anhelo de presencia, de bienestar, de una voz que se aleja cuando la mera compañía representa la felicidad. En momentos luchan la búsqueda de paz, el desespero por el encuentro, y el empeño por negar el profundo amor que nunca se quiso sentir. En especial cuando al nacer un sentimiento, el otro va muriendo de a poco. Así, la atracción romántica suplanta la amistad ingenua, a sabiendas de la traición que esto implica. Pensaba de manera obsesiva, con culpa, que mis nuevos sentimientos eran un error, una elección inconsciente traicionándome. Al no buscar una relación sexo-genital, pero si el afecto, ¿no sería la amistad un subterfugio para mi pretensión de afecto y compañía? Además, este tipo de amor me era desconocido. Nunca antes había pensado llegar a sentirlo, más que a modo de broma o como se podría imaginar alguien el volverse rico de la noche a la mañana, fantaseando con lo que haría con ese dinero. Ahí estaba, viviéndolo y odiándolo, aterrado, con la fantasía vuelta una realidad amenazante. Y a su vez cada momento con <<M>> era maravilloso. Quizá el amor es tiempo, y en nuestros tiempos  dados entre nosotros había algo importante. 

Repasando esto, no estaba tan solo como creía, y <<M>> no era el único apoyo que tenía ante la crisis que atravesaba, aunque si de los muy contados, y de quién más esperaba el apoyo. Dar tanto peso a una persona se vuelve una carga terrible para ella, y una angustia para uno que no se puede sostener. La suma de ello al resto de mis emociones crearía una brecha invisible entre nosotros, que se abriría cada vez más.  

Mientras nos acercábamos al clímax de nuestras respectivas historias, lo hacíamos de igual manera con la que nos unía. En el momento más cercano a mi prueba más difícil, supe de la muerte de una persona que había sido cercana a mí, de la que me había distanciado, y que le había fallado al no apoyarla. Un peso más, aumentaba la angustia. Por esas fechas le confesé mis sentimientos, aclaré que no esperaba nada y quería dejar de sentir eso. Me respondió que no le parecía un problema, y le creí. 

No supe si era por mi ansiedad, o porque de verdad noté algo, pero creí percibir una disonancia en su respuesta. Por un momento dudé de su honestidad, luego encerré esa voz para no prestarle atención. Más nunca se calló. Jamás llegaría a comprobar si tenía razón o no. De todos modos, algo entre nosotros se rompió. 


********

Despierto. Soñé con ella. No me puedo sacar eso de la cabeza. Creo que estoy muy tenso. Hoy tengo algo por hacer. Hace unos meses me enamoré por primera vez. No fue algo inmediato, sino paulatino. De la mano, muchas amistades se perdieron. Creo que nunca fueron tan amigos como yo creía. Alguien en mi familia tiene cáncer, y las cosas no han ido muy bien. Espero que podamos salir adelante. A principios de este año una amiga se suicidó, y otros dos trataron de hacerlo. Temo unirme al club. No he estado en mi mejor momento, mis angustias deben ser una molestia para quiénes me rodean. Cada día se ha vuelto una lucha con mis emociones. Sin embargo, ella ha estado ahí. No me extraña lo que siento por ella. Hace no mucho, tras postergarlo varios meses, le hablé de mis ideas fatalistas, y de mi miedo a unirme al dicho club. La conversación se tornó tensa, pero, al final, me dio perspectiva respecto a lo que estoy viviendo. Nos vimos al día siguiente, y entonces supe lo que sentía por ella. 

He tardado mucho en hablarlo, tenía miedo. Ahora, sé que no volveré, y es posible que no tenga otra oportunidad.  


*********

Al final, los dolores ajenos y los propios me llevaron a una crisis de ansiedad, un ataque de pánico fulminante y otros más de menor fuerza que se extendieron durante algunos días. Cuando busqué apoyo, ya no sólo de <<M>>, sino de mi familia, y de otras amistades, nadie respondió. Pensé que moriría, el mundo entero parecía desplomarse, y una presencia me sobrecogía. Sentía que moría en completa soledad. Viví mi desolación. 

En cuanto tuve noticia de <<M>> y de los otros en quienes busqué ayuda, no pude contenerme: arremetí con todo el veneno de mi lengua. No paré en los reclamos, lancé una furia cuyo fuego no dejaría de arder, y las heridas que provocaría en mi o en otras personas no encontrarían forma de cerrarse. 

Pude salir de la crisis, hasta reconciliarme con las personas, incluso con <<M>>. Para mi desgracia, las cosas no volverían a ser iguales. La brecha se había convertido en un acantilado, agrandándose más y más, hasta ser abismo de la distancia. <<M>> había empezado a evadirme tras confesarle mis sentimientos, después de la crisis lo hizo aún más. Llegamos al punto álgido que cada uno atravesaba en sus vidas, acompañándonos por última vez.

Irreconciliable. Insalvable. Así era la herida. Con el paso de las semanas, nuestro vínculo se disolvió en el silencio. 


*****0*****

Las metas a las que nos destinan la normativa no son meramente ingenuas, y no sólo afectan a quienes no se ajustan a la norma, sino que no ofrecen soluciones ni para quienes se adecúan a sus formas; menos aún para quienes no lo hacemos. Vivimos intentando construir nuestros lazos afectivos de la mera ilusión, sobre una base que parece sólida pero se deshace como el polvo. Cuando enfrentamos la verdad, no estamos preparados para la reconstrucción del sentido. Tardaría mucho en superar lo que nos pasó, más aún en curar las heridas. A pesar de ello, pude aprender de mis vivencias. Perder a <<M>> fue un choque, en especial por todo lo que representó. No pensé que nuestro tiempo sería tan breve. A decir verdad, por primera vez esperaba una amistad que pudiese dura toda la vida. Percatarme de que no fue así dejó una huella muy profunda en mí. Aun con ello, logré mantener amistades de ese periodo, y he reforzado sus vínculos, por más contados que sean. No he vuelto a enamorarme, ni sé si volveré a hacerlo. A ratos pienso que la posibilidad de ello está negada en mí, y lo vivido fue un hecho insólito. No sé si mis sentimientos por <<M>> desaparecieron del todo, diría en cierto modo que nunca se deja de amar a quién se amó, más esa persona ya no existe, así como no existe el yo que le amaba. Ambos quedaron en el pasado, son sombras habitando la memoria. Al final, ya ni siquiera se ama el recuerdo, sino que el recuerdo ama. Y otras formas de amor y de amar son aún más duraderas.

Todo esto me ayudó a crear un sentido, y, lo más importante de todo: Ahora sé que puedo amar desde el círculo negro.


 

Antonio A. Huelgas

(1995, Michoacán, México)

Se dedica a la escritura y a la historia, egresó de la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Ganó el concurso de relatos de horror de la revista Pérgola de Humo, en 2020. Sus relatos han sido publicados en revistas como Cósmica Fanzine, Revista Penumbria, Revista Mordedor, Aeternum Magazine, Historias Pulp, entre otras. Se le ha antologado en publicaciones como Terror TDE. (Tinta de Escritores, 2020); Mosaico (2021), Estelas en Altamar. Antología de micro relatos (2022). Autor de la antología de relatos Historias al viento (Amazon, 2020). Escribe y administra el blog Memorias andantes. 


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