Para 2073 mi especie, los pavos reales, sufrió una mutación que le permitió desarrollarse tanto tecnológica como socialmente. Mi nombre es Megan y vivo en un pequeño asentamiento llamado Sanita, el cual gira alrededor del culto al Ego.
Una mañana desperté, como de costumbre, para dirigirme al templo y agradecer al Ego por otro día más y realizar el rito de la bendición del plumaje.
En el camino, me topé con un ave que lucía un evidente cambio de plumaje, para nada estético. Decidí acércame a ella para invitarle a conocer la gracia del Ego. Después de saludarla, le formulé una invitación para acudir al templo, pero ella la declinó con estas palabras:
—No necesito conocer al Ego porque me siento bien conmigo misma, asumiendo mis imperfecciones y mostrándome al mundo tal como soy, de manera natural.
Desconcertada, me despedí, siguiendo mi camino hacia el servicio matutino. Mientras participaba en el rito litúrgico, que consistía en lavar y peinar el plumaje, me cuestionaba si, en realidad, era quien quería ser o solo me dejaba llevar por la aprobación de esta comunidad.
Al terminar el rito decidí que sería la última vez que lo realizaría, porque mi mente necesitaba estar centrada en quien debo ser con los demás y no en lo que la comunidad espere de mí.
Por Alfonso Romero
(Maracaibo, Venezuela, 2007)
Estudiante de mercadeo y diseño gráfico, amante de la lectura y la música.
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