Chile, 2019
Para Javi
Las voces no se oyeron,
la comida no sabía,
busqué mi corazón y no latía.
Suspendida hallamos nuestra vida.
Una parte de mi casa muere lejos
y no hago otra cosa que sentirlo.
Se me gangrena el alma y huye el tiempo,
chorrea la sangre de los vivxs.
Al otro lado de la tierra están ustedes:
pájaros a la deriva, vuelan alto.
Acá, a nosotrxs nos dan miedo
el tiro, la pedrada y el hachazo.
Es verdad que nuestra vida vale menos,
somos huérfanxs baratxs para ellxs.
Es verdad que el dolor nos vive dentro.
También es verdad que nos queremos.
Y a lo lejos te lo digo:
en mis manos no morirá tu valentía,
retumbará tu voz en mis palabras,
arderá la furia hasta juntarnos.
Nosotras
I
Aquí, nada
es infinito.
Se habla de lo mismo:
-¿Dónde estás,
María Luisa,
Carmen, Violeta?-
-A nuestra casa
le prendieron fuego.
Vivo aquí (.)
sueño aquí (.)
con todas
y las pobre niñas
hechas trizas,
como juguetes nuevos
despechados.
Desde que nací,
antes, atrás
antiguamente
hace mucho tiempo
no importa
sueño en un nido de llamas
soy mujer.
Estamos todas,
con los pechos atravesados
en este agujero
donde el dolor pide perdón.
Aquí
Aquí
Aquí
Aquí venimos.
Digo, aquí, nada,
nada es infinito
ni siquiera estos crímenes.
II
Salgamos a la calle,
a una calle cualquiera.
Aquella calle fría,
de labios grises,
abandonada.
Enfurezcamos la calle,
para que resuene la ausencia
y se escuchen las voces
que no pudieron despedirse.
Hagamos la calle
nuestra casa
y llenémosla de alegría,
de rabia y de esperanza.
Salgamos a la calle,
caminemos sin permiso,
al fin, concedámonos la vida.
Por Itzel Mondragón
México, 1990.
Escritora y feminista de la Ciudad de México, estudió letras hispánicas en la UNAM y fue becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas, ha participado en el proyecto Voces Violentas de Tercera Vía.
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