Corre el año de A153 y la humanidad por fin se ve en vísperas de recuperación. Después de la llamada Primera Guerra Biológica, mejor conocida como el Exterminio de la Vida, los seres humanos nos vimos en una lucha por la supervivencia y la adaptación. Inmediatamente después de que las grandes potencias del mundo intentaran tener control sobre los últimos yacimientos de petróleo, se comenzó el nuevo conflicto con armas biológicas que causaron la destrucción de gran parte de la vida en el planeta. No sólo los humanos nos vimos afectados; los animales, las plantas y los microorganismos fueron dañados por tal aniquilación. Qué tontos nuestros antepasados al darle tanta importancia al petróleo, algo que no tenía valor para el cuerpo humano.
Las pocas plantas que sobrevivieron se volvieron amenaza en lugar de salvación; el mínimo aporte nutricional que lograban era contrarrestado por los altos niveles de toxicidad que presentaban. Con el agua ocurría un caso similar, todas las fuentes naturales estaban altamente contaminadas y la única manera de conseguir agua potable era de formas más rudimentarias como la evaporación y filtración.
Toda la tecnología que se había desarrollado, y que no sufrió pérdidas debido a la guerra, fue parte de la salvación. Claro, al puñado de seres humanos que sobrevivió le tomó tiempo conseguir que las máquinas lograran sintetizar comida de lo poco que podían conseguir. Esto se obtuvo gracias a las bases de datos de ADN que se tenían almacenadas y al tan preciado gen recesivo que presentaron algunas de las plantas lo cual disminuía su peligro al cuerpo. Los científicos tardaron, pero finalmente triunfaron al desarrollar un alimento a base de las plantas que presentaban ese gen y cuyo ADN se logró recombinar con el de los alimentos que desplegaban carga nutricional de mejor calidad para la vida del ser humano. La estructura molecular de este nuevo alimento era estable, así que decidieron bautizarlo con el nombre de Nutruniver.
El Nutruniver fue bien recibido y gracias a su producción masiva se volvió un sustento barato y fácil de elaborar; pero algún tiempo después los médicos notaron se comenzaba a sufrir enfermedades nuevas causadas por la ingesta de este. Nuevamente los científicos se dieron a la tarea de mejorar el alimento para que fuera ideal, sin embargo, más de 100 años han pasado y las personas se siguen enfermando.
Aunque el ser humano ya no está en vías de extinción, el desarrollo de la tecnología y uso de los conocimientos siguen enfocados en mejorar la calidad de vida. Ahora se eligen a las personas con una inteligencia sobresaliente para que formen parte de la élite. Desde muy joven tuve la oportunidad de entrar a los Simuladores Educacionales, grandes máquinas que ponen al individuo en un estado de suspensión lo que permite que sea el cerebro el único que interactúe con la información transmitida, para el ahorro de energía motriz en el cuerpo del usuario.
Aún en los Simuladores la interacción social era importante, por eso podíamos conocer a otros compañeros que se encontraran en nuestros sectores de vivienda. Ahí fue donde conocí a uno de los chicos rescatados – niños que son separados de sus padres gracias a la alta inteligencia que demuestran al ser muy pequeños y que tienen oportunidad de formar parte de un mundo que de otra manera no conocerían – y aunque no recuerdo su nombre, nunca lo olvidaré. ¿Y cómo podría? Si él fue culpable del recuerdo más traumático de toda mi vida. Un día me convenció de acompañarlo a su barrio de nacimiento para llevar medicamentos a su hogar. Se trataba de uno de los albergues más pobres, específicos para aquellos que no aportaban nada a la sociedad, así que el Estado no les aportaba nada a ellos. Casi todos los individuos ahí se encontraban enfermos y muchos de los hombres parecían a punto de morir.
Fue en este lugar donde vi a una mujer dar a luz. Eso no era nuevo para mí, ya había recibido esa información a través del Simulador y verlo de frente no era más que una eventualidad. Mientras analizaba lo que sucedía y contaba todas las fallas para que se tratara de un alumbramiento óptimo, me di cuenta de que en realidad se trataba de un aborto. Aquel bebé no tenía posibilidades para terminar de desarrollarse bajo las condiciones de tal lugar, a pesar de que su madre no se veía en tan mal estado como muchos de los habitantes. En realidad, en su mayoría eran mujeres las que se veían más saludables. Fue en ese instante cuando sin pensarlo la mujer cortó el cordón umbilical y, colocando la placenta a un lado, se metió el pequeño feto a la boca y comenzó a masticar. Aun cuando alejé la vista tan rápido como pude, la imagen de aquella mujer llevándose a su bebé a la boca como si no fuera más que un trozo de alimento quedó profundamente grabada en mi mente.
Pasó el tiempo y terminé mis estudios en los Simuladores Educacionales y rápidamente fui aceptado en un laboratorio de prestigio gracias a las conexiones de mis padres. Contaba tan sólo con diecisiete años y ya era parte de un equipo de desarrollo dentro de un Simulador Laboratorio de Alimentos. El Estado tenía la orden sobre los laboratorios para que se siguiera mejorando el Nutruniver, que continuaba siendo causante de muchas de las enfermedades mortales. Aunque durante años muchos científicos lo modificaron adicionando a su fórmula medicamentos, sin embargo, de alguna manera el organismo humano seguía rechazando el producto y enfermándose debido al mismo.
Durante ocho años el laboratorio en que trabajaba presentó tres desarrollos para el Nutruniver, pero ninguno fue aceptado. Un día mientras veía a mi esposa vestirse, su vientre abultado provocó en mí un golpe de iluminación. El recuerdo regresó con tal fuerza que sentí la suciedad sobre mi cuerpo, el olor dentro de mi nariz. Las imágenes se mostraban tan vivas como si hubiera regresado en el tiempo a aquella vez en que vi a esa mujer tener un aborto. Fue hasta ese momento que mi cerebro entendió. Ella y otras de las mujeres se veían más sanas que el resto de los individuos aislados y yo creí conocer la causa.
Entré al Simulador tan rápido como pude e inicié una sesión privada para que todos mis avances fueran restringidos de mentes curiosas. Estuve más de tres meses en suspensión, tiempo durante el cual realicé millones de experimentos. Modificaciones de ADN, ARN, cadenas proteicas, síntesis química, mezclas tecno-biológicas; cada idea que venía a mi mente era aplicada. Finalmente logré combinar una célula de mi ADN a la última fórmula oficial del Nutruniver, pero al llevar el producto a las pruebas finales, las gráficas mostraban que el alimento era mejor nutricionalmente, pero con un alto porcentaje de desarrollar enfermedades en los consumidores. El resultado no me sorprendió. Yo ya estaba enfermo y eso sólo confirmaba mi teoría. Se necesitaba un organismo que no hubiera sufrido modificaciones.
Tras buscar a una madre lo suficientemente desesperada por medicamentos como para darme a su feto a cambio, regresé al Simulador y comencé de nuevo con mis investigaciones. Esa vez no tardé ni la mitad que la primera cuando obtuve un resultado positivo. Ése pequeño ser sin nombre era ahora parte de una nueva fórmula que nombré como NeoNutruniver. El costo de producción seguía siendo bajo y permitía reducir la posibilidad de que el consumidor desarrollara algunas de las enfermedades, especialmente si lo consumían desde infantes.
Presenté mis mejoras de manera individual. No planeaba compartir mi logro con nadie, ni siquiera el laboratorio que me había contratado. Pretendía viajar, deseaba conocer todos los lugares donde mi invento fuera a ser repartido. Quería conocer el mundo, pero al final, el mundo me conoció a mí.
Recuerdo el día que me impusieron la pena máxima: sentencia de muerte por atentar contra la humanidad. Recuerdo cómo el momento de mi muerte fue transmitido por las pantallas de todo el mundo, todos los simuladores interrumpidos para ver morir al monstruo que quería ser deidad. Hubo quienes lloraron de rabia y quienes aclamaron mi nombre. Todos fueron partícipes del momento en que morí.
Sólo que ese no era yo. Desde hacía semanas me habían trasladado a un confinario, lugar donde me encuentro encerrado y no me permiten tener contacto con nadie. Yo creía que lugares como este no existían y no se trataba más que de mitos ya que todos, frente al Estado, somos reemplazables. Sin embargo, aquí estoy. Este sitio, que intenta recrear mi vida lo más parecido a como era antes, no es importante para mí. Lo único que me interesa es el Simulador Privado que permite acceso a todos mis desarrollos y a bases de datos que ni siquiera había imaginado que existían.
En cuanto al NeoNutruniver, fue rechazado por el Estado junto con la orden de que cualquier tipo de desarrollo similar sería castigado con nada menos que la pena de muerte. El Nutruniver se sigue distribuyendo bajo la misma fórmula y la negativa que fueran a aplicarse cambios al producto, aunque me parece curioso que cada vez las gráficas muestren menos niños enfermos.
Por Claudia A. García McGregor
Claudia G. McGregor, nacida en la Ciudad de México en 1989
Licenciada en de gastronomía con especialidad en la investigación y difusión. Apasionada de la comida desde hace más de 10 años, con una amplia experiencia laboral en el campo de alimentos y bebidas en general, desde hace 3 años se encuentra ejerciendo la docencia en diferentes materias relacionadas con la gastronomía, y cada día considera que ha sido la mejor decisión de su vida, aunque a veces para los alumnos sea difícil de comprender. Desde su adolescencia siempre se interesó en el mundo de la escritura y tras diversos cursos dejó de lado el cuchillo para sentarse con un cuaderno y una pluma a dar rienda suelta a su imaginación, pues también se debe dar alimento al espíritu.
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