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Crónicas desde el día 0

Día 0

Hoy amaneció tan gris que la línea del horizonte se confunde con el cielo. Tan plomizo como lo ha sido desde la gran explosión. Miro a través de la ventana. Me gusta dibujar formas contra los fragmentos de vidrio que aún cuelgan en el marco y el chirrido del cristal al contacto con mis dedos.

Día 00

Las paredes se adelgazan cada día un poco más, debe ser por el ácido. El rugido del viento y los remolinos intentan derribarlas cada tarde, más resisten estoicamente; resultan conmovedores sus intentos por no dejarse vencer. Pero tarde o temprano todo cae.

Día 000

Vagaba por los restos de la ciudad cuando se nubló de improviso. Tuve que buscar un lugar donde guarecerme. Encontré un edificio derruido; sus varillas sobresalían entre bloques de plástico y aluminio. Parecía la columna vertebral de un animal enorme devorado a medias, olvidado entre los escombros. Justo a tiempo logré evitar que la lluvia me tocara.

Día 0000

Me gustaban las noches. Salir a contemplar la luna y estrellas. Escuchar el silencio de la madrugada; a veces era interrumpido por el vuelo de alguna nave, o era sorprendido por el ronroneo del amanecer en las ciudades.Ahora la noche no dice nada.

Día 00000

Hace semanas que él sueña el sueño eterno. Nos encontramos por casualidad y lo llevé conmigo. Los días eran más ligeros con su charla, pero las heridas causadas por las esquirlas de metales clavados en su pierna se fueron infectando hasta su muerte. A menudo lo espiaba mientras dormía. Desde el umbral contemplaba el ritmo acompasado de su respiración y el movimiento de sus ojos bajo los párpados cerrados. Hubiera deseado acurrucarme a su lado y abandonarme a esos espejismos nocturnos. Fue algo que se me negó. Ahora me serviría de consuelo. O tal vez no.

Día 000000

El tiempo sólo le importa a quien es consciente de su muerte. El tiempo escapó tras el último hilo de vida y vaga libremente. El tiempo ya no existe, tampoco existo. La aleación de titanio, aluminio y magnesio del que están hechas mis manos y mi interior no pueden atraparlo. Podría medirme a partir del deterioro de mi cuerpo cubierto con material bio-polimérico, así podría darle una razón de ser a mi existencia, más todo está suspendido en esta tierra imprecisa y sombría.

Día 0000000

Hoy rescaté una vieja máquina musical. Logré que funcionara. Se encendieron los focos y los hologramas; la melodía se escurrió lánguida, despertando los fantasmas acurrucados entre las ruinas de la ciudad. Me gustaría tener párpados, poder cerrarlos y dejarme llevar por la secuencia de sonidos y silencios.

Día 00000000

Tembló durante la tarde. Quedé cubierta por una nube de polvo y fragmentos de vidrio, madera y metales. Poco a poco fui perforando. El lugar que identificaba como hogar dejó de existir. Me quede parada viéndolo durante horas.

Día 000000000

Camino. No hay más. En algún momento, algo de mi perfecta maquinaria tendrá que detenerse. Camino, pero mis pasos son tan ligeros que no dejan huella en esta tierra tan dañada. Entonces sólo camino.

 

Por Azucena Robledo Lara

Soy originaria de Toluca, Estado de México, pero llevo más de la mitad de mi vida radicando en Metepec. Estudié Lengua Inglesa; además soy cofundadora y codirectora de la Compañía de Títeres y Marionetas Titerefué Metepec.

En el campo de la literatura, gané un tercer lugar en un concurso de dramaturgia para títeres Me han publicado relatos en las siguientes antologías: “Retratos de la soledad” Ed. Trajín, México; “Llama de amor viva” Ed. Norte/Sur, México; “Microcuentos de terror en épocas del Coronavirus” Red de Escritores y Escénicas, Potosí,Bolivia; “Miscelánea literaria mundial –Agua vital” Red de Escritores y Escénicas, Potosí, Bolivia y “Mujeres vampiros” Ed. Gato Descalzo, Perú y en varias páginas y revistas digitales.




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