Clavó el cuchillo repetidas veces, del lado izquierdo, sobre el cuerpo semidesnudo. Ella yacía en la cama cubierta con una sábana color natural, la sangre se dejaba ver en grandes manchones sobre la alfombra verde claro. Los cortes fueron precisos y demostraba habilidad en el manejo de un afilado cuchillo de punta alargada, que quedó clavado en medio del corazón.
La luz penetraba difusa por la ventana de la habitación, creando imágenes con el movimiento de las cortinas que se contorneaban en el balcón, en medio de una danza macabra y letal. No se podía ver el rostro, una mano colgaba a un lado de la cama y mostraba sus finas manos blanquecinas, con largas uñas pintadas de rojo. El velador estaba encendido, el ventilador de techo girando a su máxima revolución, el olor a la sangre semicuajada se hacía sentir desde las escaleras.
El llanto de un bebe que provenía de algún lugar de la casa me desconcertó, seguí el llorisqueo del niño y el ronroneo de un gato parado delante de mí llamó mi atención, luego caminando sigiloso me condujo hasta la habitación del pequeño, donde en la puerta se leía un cartel que indicaba su nombre: Lucas. Afuera las sirenas policiales comenzaron a despertar al vecindario. La mañana recién comenzaba a trascurrir en un día primaveral.
De pronto encontré al niño, lo levanté y envolví con una manta, una de las oficiales lo llevó al hospital de inmediato, luego se acercó una vecina del edificio de al lado y me contó una historia, antes que yo le pregunte algo.
—Soy Dolly, la vecina de la muchacha, ella estaba todo el tiempo sola con el bebé mientras su marido viajaba por negocios, pobre muchacha.
—¿Quiere decirme algo más? —Le pregunté, notando que sabía demasiado lo que pasaba.
—Sí, claro. Ellos tenían una conversación pendiente. Ante la negativa reiterada de ella, él amenazaba con hablar con su esposo. Sabe cómo son los jóvenes de ansiosos.
—¿Quiénes son ellos? Espere un momento, resuelvo el tema de las pericias y nos sentamos tranquilos en su casa, allí me cuenta todo. ¿De acuerdo?
—Claro. Lo espero detective. ¿Cómo es su nombre?
—Soy el detective Frank García Mons.
Volví a la escena del crimen, el equipo forense que estaba bajo mis órdenes tomaba muestras de fibras de ropa de las sábanas y de la alfombra, levantaron huellas del baño, de la cocina y de dos vasos que quedaron en la mesa de noche de la fallecida. Entonces. Llegó uno de mis muchachos y dijo:
—Detective García Mons, encontramos dos teléfonos celulares. — Perfecto dije y luego que la morgue se llevó a la muchacha, dejé a dos oficiales a cuidar la casa y fui a lo de la vecina.
De inmediato me hizo pasar, la señora vivía con su hijo, luego de presentarme a su perro, comenzó su relato.
—Dos semanas antes del crimen, se encontraron en una confitería, ella le dijo que su marido no estaba y se fueron para la casa. Usaron la cama matrimonial, entonces él preguntó si podía quitar el retrato de su esposo, y echó reír.
—¡Espere un momento! ¿Cómo sabe usted eso?
—Bueno, mi hijo me lo contó, el muchacho se asomó por la ventana de la habitación, sabe cómo son los jóvenes, él no tiene novia y quería ver, como es todo eso, ¿Entiende verdad?
—Luego quiero conversar con su hijo ¿Cómo se llama?
—Sí, claro, mi hijo es un buen chico, solo que le gusta andar mirando esas cosas, yo lo reto, igual no hace caso. Se llama como su padre, Adalberto.
—Prosiga, por favor.
—El señor Octavio Lamas, es el marido de la muchacha, un abogado conocido en el área penal y viajaba seguido. Ocurre que, Fernando, el novio, quería saber si el niño era su hijo y ella lo negaba siempre, entonces le dijo que le diría a su esposo que no era su hijo, allí ella se enojó y lo echó.
El relato de la vecina era fundamental para la investigación, la mujer había dicho a Fernando que su esposo llegaba y por unas semanas sus encuentros quedarían en suspenso. Fernando cargaba al niño y tomaba unas selfis en el jardín de la casa, la vecina y su hijo veían todo. Luego escucharon una fuerte discusión, fue una de las últimas visitas del novio, es decir del supuesto padre biológico del bebé. Ana no le pediría el divorcio a su esposo y la violencia se encrespó cuando ella quiso terminar la relación. Lo que indicó la vecina, era que después de escuchar la moto alejarse la casa quedó en completo silencio, eran alrededor de las seis de la tarde del día anterior al crimen.
Mientras que otra vecina, al escuchar los gritos. El pequeño lloraba y los perros ladraban en el fondo de la casa, eso lo refirió el segundo testigo, que también escuchó a la moto alejarse.
Otro vecino, que llegaba de su recorrido en bicicleta, antes de la media noche, vio ingresar a un hombre alto, fornido con una maleta en su mano, bajaba de un auto de alquiler, como estaba a una distancia mayor que el resto de los vecinos, de la casa de la fallecida, no logró ver su rostro por la sombra que hacían los árboles e impedían que la luz del alumbrado público devele su identidad.
Este último testigo, aportó un dato crucial para la investigación, los perros no ladraron cuando ingresó, aquel hombre por la noche. La data de muerte indicaba que el novio tenía un rango de horas a su favor, para determinar su inocencia.
En la casa 232 del Bulevar Marítimo, una mujer había sido asesinada.}
Por Mary Cross
Asiste a talleres literarios, creó un blog personal utilizando su seudónimo Mary Cross, en la plataforma Blogger, donde publica cuentos propios, algunos pequeños consejos para comenzar a escribir, y también comparte cuentos de grandes escritores de todos los tiempos.
Cursó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio San Ignacio de Loyola, ingresó a la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad del Salvador, en Buenos Aires, obteniendo el título de Licenciada en Ciencia Política.
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