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  • Foto del escritorcosmicafanzine

Deltas

Hoy no quise tomar el medicamento como tampoco los últimos días. He engañado a la enfermera y a mi madre: las trago. No les digan que sé cómo devolverlas sin hacer ruido. También encontré cómo modificar las medicinas inyectables. Mis yos lo sabían desde antes y me bastó verme para repetir los pasos.

Así que dejé el mundo lento, el de los sueños que las medicinas me inducen y me atreví a salir de casa. Es día de asueto para la enfermera y mamá, confiada en que yo estaría durmiendo, salió a atender algo. A veces vienen los ramalazos de la multitud de vías pero los puedo controlar. Era algo que mamá no quiso creer cuando me llevó a psiquiatria y recetaron pastillas e inyecciones.

El sol pega sobre mi rostro y mis brazos descubiertos. Extrañaba su contacto, el recibirlo directo sin que hubiera ventanas con protección ultravioleta y barrotes, completamente selladas.

Hay un atisbo donde veo cómo mi piel se cubre de llagas infectas. En otro es cáncer cutáneo, algun más muestra cicatrices causadas por la radiación y la lluvia ácida. Agito la cabeza para concentrarme en el presente, lo único real. Y es lo que me es importante. Me costó muchos años desechar lo que no solo presenciaba sino podía sentirlo. El aquí y el ahora tiene una combinación de sabores, olores, sonidos, imágenes y texturas que me permite anclarme en la perla correcta del presente de las miles que constituyen los rosarios del destino.

Decido caminar hacia el parque que se encuentra a una cuadras al norte cruzando la Avenida Insurgente. El olor de la lluvias tempranas es agradable en la calle donde vivimospero se mezcla demasiado con aceites y gasolinas. Además, los charcos quedan atrapados en el asfalto y así cada gota no puede cumplir con el ciclo completo. No es lindo evaporarse, llover, evaporarse, llover y así hasta el infinito. Y bien que conozco infinitos.

No sé si es el sol, la contaminación o el ruido pero, al cruzar el puente sobre la avenida, aprecio el perfil de los edificios que forman el centro financiero de la ciudad en múltiples acontecimientos: el hongo nuclear que lo destruye en una ola de fuego; cuando vuelan dirigibles y ornitópteros entre la torres de metal; una planicie y un lago donde mambuts, odeontes, taroxias y otras animales deambulan; un glaciar esta por cubrir las torres de cristal mientras el cielo se llena de cohetes ascendiendo; un sol rojo enorme y cercano proyecta sombras sobre un desierto sin arenas ni vientos; es un jardín edénico donde decenas de evas sospechan de la serpiente Adán; trece soles convergen sobre el pico de la montaña creada con desechos por abominaciones que cantan y paren otrás más mientras se inmolan…

Siento gozo, sin las medicinas mi don sigue ahí, completo y como ahora conozco qué representan esas visiones, la paz me inunda. A los seis años es muy distinto, mucho más en la adolescencia al tratar de convencer o explicarles a los demás. Fue cuando la familia optó por sacarme de la escuela y cualquier escenario público. Alguna vez hubo un video que se volvió viral donde advertía a una joven desconocida que no se fuera de fiesta esa noche. Solo me rozó accidentalmente con un codo y las cascadas desde el hoy hasta el mar de sus futuros se precipitaron. Olí su intención, percibí su decisión, saboreé su adrenalina… y le quise advertir, contestó que no sabía de qué hablaba, insistí, gritó que la dejara en paz.

Apenas el año pasado encontraron sus restos que dieron paz a sus padres, a su familia. Son afortunados, no saben lo que padeció y sufrió por semanas. Yo lo atestigüé en un instante y de allí fue mi desesperación. En ese instante y durante semanas. Fue uno de los factores que impulsaron a mamá para llevarme con psiquiatras.

 

Me interno en el parque que cubre cientos de hectáreas. El olor que deja la siembras de las lluvias es limpio: bosque, vegetación, ciclos que continúan, fauna desde bacterias a pequeños mamíferos. La fuerza del sol es velada por la vegetación y camino entre claros y entre sombras.

​--Dame tu celular y lo que traigas --suelta una voz a mis espaldas y siento una punta afilada picando la parte inferior de mi espalda.

​Maldigo por distraerme en lo bello y giro con lentitud. Hago el gesto de que voy a sacar algo de los bolsillo y logro apenas rozar la mano que empuña una pequeña navaja.

​Caminos se abren desde este instante al tiempo de ver otros que son paralelos, ya separados: un golpe en el vientre de ocho meses de su madre provoca un aborto; bala perdida en una trifulca durante un festejo lo deja cuadripléjico; se une con la chava que tiene a su primer hijo y luego la abandona, igual hace con otras seis, huyendo del temor a repetir lo que fue su familia; decide ir al norte y muere agotado en un campo de opio…

Contengo el aluvión de ríos paralelos. Me concentro en el delta que tengo frente a mí. No doy crédito, son escasos los caminos y casi todos terminan en guerra incluyendo la posibilidad del hongo sobre la ciudad. Rápidamente lo desarmo y corto su garganta con la navaja. Odio cada vez que tengo que llegar a estas resoluciones.

Borro mis huellas del arma y la dejo caer a su lado mientras intenta contener la sangre. Aún tengo horas de sol, lluvia y libertad por disfrutar antes de tener que regresar con mamá.

O quizás esta vez no regresaré, sé cuál es el camino ahora.

 

Por Eduardo Honey

(México, 1969)

Ing. en sistemas. Participante desde los 90s en talleres literarios bajo la guía de diversos escritores. Tiene cinco libros de cuentos. Publica constantemente en plaquettes, revistas físicas, virtuales e internet. Textos suyos ganaron premios o participan en diversas antologías. Imparte talleres de escritura. Pertenece a la generación 2020-2022 de Soconusco Emergente. Prepara dos libros de cuentos y su primera novela.

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