...Otra chica no habrá,
creo, jamás,
viendo la luz del sol,
que se pueda decir
que en su saber
se te parezca a ti...
Safo
Cuando la conoció, la cercanía de sus mejillas alborotaban el nido alojado en su cabeza. Jamás había sentido la calidez de un tacto nervioso, se convirtió en su amante, la única que gozaba el arrullo siseante de sus cabellos.
Medusa entendió los designios de Atenea, no era una maldición la que le hubiera proferido, por el contrario, la estaba protegiendo de futuros ataques, y a la vez le había otorgado el regalo más preciado, el amor de quien solo ve con el corazón, alguien que solo conoce senderos de oscuridad, incluso más sombríos que los de su propio hogar en el inframundo, pero a la vez, capaz de reflejar el sol con su sonrisa.
Medusa amó a aquella criatura que hablaba con el lenguaje del tacto, describía el mundo con sus manos, y recitaba odas a la belleza sobre su cuerpo, juntas habitaban un universo ajeno al mortal.
Cuando la gorgona fue ultimada, quisieron las diosas que esas almas se abrazaran en lo eterno y que su unión se proyectara en una nueva constelación "Duerpetón" y que ahora, miles de años después, la serpiente circular que comienza y termina con dos cabezas mirándose fijamente, sea un recordatorio que en la vastedad estelar, existe un amor que logró trascender tiempo y espacio.
Karla Arroyo Calderón
Soy diseñadora de la comunicación gráfica, y me gusta contar historias que transitan en los géneros fantásticos. Autora del libro de minificción «No querrás encontrar a las hadas, editado por Lengua de Diablo». Amo el café, los gatos y las artes marciales.
Comments