Un oficial estudiaba en silencio al criminal esposado a la mesa: rostro masacrado hasta la deformidad, sangre fresca en manos y brazos, una mirada perdida en el tiempo. Un psicópata en estado puro, el infierno vuelto humano.
—¿Entiende por qué está aquí? —preguntó el oficial, cauteloso.
—Porque ustedes han decidido mi destino, no por mi voluntad —dijo altivo el criminal.
—Asesinaste a una docena de personas; un niño incluido en el conteo fatal. Robaste sus vidas.
—Ellos amenazaban mi libertad: de seguir vivos habrían acabado conmigo. Solo la defendí.
El oficial soltó una risita mientras se sentaba frente al condenado. Demasiado cruel para disimular.
—¿Le parece entretenido o curioso que un hombre defienda su derecho a ser libre, oficial? —inquirió el asesino.
—Oh, no, no. Solo me parece curioso que hable de “defender” su libertad cuando usted acabó con la vida de sus víctimas sin ellas elegirlo. Una postura hipócrita, a mi parecer.
—Un hombre tiene mil caras y mil pasiones. Esas personas mostraron una horrenda versión y yo utilicé mis recursos para erradicarlos. Personas como usted, oficial, no lo entenderán, pero he ganado. Mi autonomía ha prevalecido.
El criminal enseñó una sonrisa degenerada.
—Creo que no le han contado un secreto —habló el oficial, su tono mordaz.
El disparo de la pistola resonó en los pasillos de la comisaría, un eco atroz. Las paredes se pintaron de rojo y el alma del que empuñaba el arma un poco más negra. La cabeza del criminal colgaba, con el cuello roto, a un extremo.
—No existe tal cosa como la libertad.
Por Bianca Valbuena
Administradora por elección y escritora desde la primera emoción escrita en papel. Bianca Valbuena, nacida en Venezuela, adora crear historias que transmitan mensajes a los lectores, relatos que jueguen con lo subjetivo y tramas que expongan lo mejor y lo peor de sus protagonistas. A su vez se deleita con melodías, lee novelas de fantasía y explora su imaginación en busca de nuevas ideas.
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