¿Azo oticmaxti ihuan amoquali mahuiztiliztihuan otiquinmaxti?
[¿Quizá has aprendido artes mágicas, supersticiosas y las has enseñado?]
Leyenda náhuatl
En el extravagante destello del acontecimiento, sacrifiqué las monomanías psicológicas, el dolor de constante latencia, el hermético conocimiento acumulado, mi insaciable deseo de inmortalidad, y por el éxodo de éstas, surgió de una fisura por falla tectónica directo del centro de la tierra un “protector del corazón oscuro”, lo llamaré Dizjyétl, su armadura de rocas extrañas s olo dejaba a la vista diversos y gruesos tipos de pieles que cubrían su engarzada corporeidad, todas en general negras, un negro opaco, parte a parte también un negro brillante, como el petróleo crudo y seco; atenta a lo que parecían ser sus ojos cubiertos por un cristal con el brillo del diamante, por dentro contenían un líquido rojo espeso fluorescente; para comunicarnos, él presionaba partes de mi cuerpo durante unos minutos y transmitía (esta palabra no funciona en este contexto) una corriente eléctrica de poco voltaje, resentía en el nervio trigémino de la cara estas conexiones cerebrales que me hacían caer en sopor y tener visiones, en las cuales me explicaba que la creación de nuestro planeta había sido provocada por la implosión de una colosal estrella vieja que ellos llamaban “Hija del corazón oscuro”, Mulktra que después fue gobernada por la gravedad, pero a su vez de ella surgieron la fuerza débil y fuerte de las partículas subatómicas que conforman la materia, y la que magnetiza las dualidades. Poco me mostró de su lugar de procedencia, su civilización radica allí desde el comienzo de los tiempos terrestres estables, al contrario de nosotros, ellos nunca padecieron de cataclismos solares, extinciones, guerras, etc. Dizjyétl me había vigilado algunos meses, en una reunión habían convenido que mi estancia en una sociedad humana les permitiría avanzar la singularidad de la conciencia colectiva, me autorizaron ver el centro de la Tierra: en él se llevan a cabo fusiones nucleares de minerales incandescentes, los cuales desprenden la energía luminosa como aviso de que en su núcleo resguarda el corazón oscuro, baste como muestra un modelo, el cuerpo humano: el cuerpo en su totalidad es el conjunto de energía oscura que permite que el universo continúe expandiéndose, así una tercera parte se presenta como materia (galaxias, planetas, nubes interestelares, singularidades desnudas, agujeros negros, etc.), las venas, arterias, columna vertebral y cerebro son el conglomerado de corazones oscuros (núcleos planetarios) que hay en el universo, los huesos y órganos son los cuerpos rocosos, asteroides y estrellas sean estables o inestables como los pulsares y magnetares que contienen los elementos esenciales que permiten que continúen las funciones de ese cuerpo; lo restante es energía oscura. El corazón es el caso específico del cuerpo, alberga la energía oscura en forma de memoria, yo los llamo proxones, no es una memoria social o de karma, es el conocimiento experiencial asimilado cognoscitivamente del medio físico y la materia que rodeaba al ente, sí a su deceso estos proxones están completos, pueden soportar las condiciones del medio interestelar con la posibilidad de transportarse en el espacio a diversas velocidades y llegar a otros cuadrantes cósmicos, cuando no se completa la memoria proxomática, regresan al corazón oscuro más cercano, y permanecen hasta que son liberados a los estratos biológicos para después alojarse en las células reproductoras de cada especie en varias copias de los mismos proxones, así se transfieren los proxones a un nuevo ser que le permitirá aumentar el número de proxones, es la causa de la “evolución” por medio de herencia genética, suena irónico que el hombre no conozca esto de sí mismo, me dije… Cuando Dizjyétl marchó quedó en mi corazón un gran cúmulo de energía oscura, pero no estaría de más investigar esto que parecerá una paradoja, un extraño caso psíquico propio de mi naturaleza, revelación o tal vez se convierta en otra Tlatlapicprophetaitoliztli, una falsa profecía.
Por Alejandra Aguilera Tirado
Mi nombre es Alejandra Aguilera Tirado, tengo 30 años, vivo en el Estado de México. Estudié Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAM obteniendo Diploma de Generación. Escribo desde los doce años que comencé con un diario personal motivada por describir mis sentimientos y experiencias cotidianas. En noviembre de 2018 publiqué el libro de mi obra en Editorial Fénix titulado “La pauta del portal” que tuvo una buena recepción y ha sido presentado en eventos como “Micrófono libre: Oriente grita” en el Teatro Mexiquense Bicentenario y en eventos virtuales como el reciente “Charlas MujerEs: filosofía, arte, diseño, música”; el evento de “Cuarto trébol” y un espacio en Radio Orsa. Actualmente realizo un proyecto multidisciplinario sobre las Bellas Artes en la página de “Almanaque Barlovento” que difunde las formas de expresión de diferentes artistas.
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