Un cadáver apareció en medio de la plaza de un pequeño pueblo. La primera mujer que lo miró, experimentó el deseo irrefrenable de calmar el pálpito que surgió desde el fondo de sus piernas y, encerrada en un baño público, tuvo el orgasmo que jamás sintió con nadie.
La segunda mujer aceptó la solicitud de amistad de su inolvidable romance de la secundaria. En la habitación de un motel, montada encima de la pelvis de su amante, le propuso con gemidos que se fugaran para cumplir su sueño de ser mochileros.
El primer hombre que avistó el cuerpo compró juguetes sexuales para su esposa y ya en la intimidad la tocó y frotó en sus zonas erógenas hasta que ella le suplicó que la agarrara del cabello y que la tumbara a horcajadas. Al concluir, él la abrazó y le susurró las palabras de cariño y devoción que dejó de expresar desde que nació su primogénito.
El segundo hombre incumplió la promesa que hizo a su padre de romper con su novio. Al contrario, ambos se casaron frente a la mirada resignada de sus madres que los observaban con un gesto de aceptación y ternura.
Pronto, los efectos del cadáver se difundieron en otros pueblos, ciudades y países. Para preservarlo, evitaron moverlo de su sitio y lo resguardaron en una caja de cristal. El cometido lo cumplió un grupo de voluntarios de quienes nunca se supo su identidad. Aseguraron manejar un protocolo exitoso para repeler las consecuencias ya conocidas y también desconocidas al estar cerca de los restos de origen desconocido. La condición que impusieron fue hacerlo de madrugada y no responder a ninguna pregunta. El gobernador aceptó de buena manera porque desde su hallazgo aumentó el nivel de producción, bajaron las tasas de desempleo y el turismo dejó grandes ganancias para el gobierno municipal. Pocos se quejaban de la gestión de las autoridades quienes insólitamente efectuaron su proyecto de obra social y así los pobres mejoraron su calidad de vida.
Algunos científicos intentaron explicar la causa de estos comportamientos deduciendo que el cadáver exudaba algún virus por medio de los tejidos expuestos. Se contagiaba a través del aire y al entrar en contacto con el cerebro modificaba el nivel de testosterona y adrenalina; además de ello, alteraba la corteza prefrontal lo cual provocaba cambios en la conducta sexual y el comportamiento relacionado con la expresión de las emociones.
Una mujer francesa que tenía fobia al sexo desde que vio de adolescente una película pornográfica, se acercó trémula al mausoleo y cuando apenas posó sus ojos en él, sus piernas experimentaron convulsiones violentas. A medida que se retorcía de placer, se deshizo del vestido blanco de muselina, de los zapatos y las mallas negras. Otra mujer se unió a su acto y ya desnuda acarició los glúteos y abdomen de la francesa quien al sentir el tacto, se liberó aún más de la represión de su propia lascivia y frotó y lamió los pezones de la fémina. Fue la ocasión primigenia en que un hecho tan explícito ocurrió en frente de otras personas; hasta ese momento habían logrado mantener el control de sus instintos y cada uno fingía que el afrodisíaco de aquella carne necrosada no les afectaba.
Sin embargo, como era de esperarse, se desencadenó un completo desastre: una orgía indominable se gestó en medio del lugar donde yacía el cuerpo; hombres y mujeres copulaban de manera frenética, e incluso se reportaron parafilias tan extrañas como mantener relaciones sexuales con plantas, lámparas o tacones.
La fuerza pública no logró frenar el caos porque se unían a los exhibicionistas y así la plaza se convirtió en un verdadero centro sexual en donde se daba cabida a todo tipo de inmoralidades. Quienes se encontraban próximos a la plazoleta pero todavía distantes del cadáver lograron escapar y se resguardaron en sus casas alertando enseguida a sus amigos o familiares. Helicópteros de diferentes noticieros tanto locales, nacionales como internacionales transmitieron en tiempo real este raro acontecimiento que duró por horas hasta que sus participantes perdieron la vida como producto de la deshidratación, accidentes cerebrovasculares o paros cardiorrespiratorios. Cuando todos murieron ninguna unidad policial, médica o forense quiso ser parte del levantamiento de los muertos.
Pasaron ya varios días y la gente encerrada empezó a morir de hambre porque nadie se atrevía a salir a las calles por temor a cualquier enfermedad. Unas cuantas veces se escuchó el grito de dolor que provenía del interior y la complicidad de los muros. Los grupos familiares se vieron reducidos al mes de la tragedia. Ningún país se ofreció a prestar ayuda y con el tiempo a nadie de afuera le importó el desastre acontecido en esta comunidad. A los seis meses el pueblo perduró en la memoria popular como el prostíbulo de los muertos y así se iniciaron todo tipo de leyendas. Con los años se puso en tela de juicio su existencia y se convencieron de que todo fue parte de una farsa, histeria colectiva, autosugestión o brujería.
Después de una década, un cadáver emergió en una avenida de gran concurrencia de una ciudad europea. Transcurridos tres meses una cuarta parte de Europa se quedó sin habitantes.
Por Sara Montaño Escobar
(Loja, Ecuador)
Licenciada en psicología general. Magíster en literatura con mención en escritura creativa. Ha publicado cuatro poemarios. Ha ganado varios premios de poesía tanto nacionales como internacionales. Sus poemas y cuentos se han publicado en varias revistas entre las que se destacan New York Poetry Review, Círculo de Poesía, La raíz invertida, Poémame, Penumbria, Irradiación, Cósmica Fanzine, entre otras. Forma parte de antologías de poesía y narrativa tanto nacionales como internacionales. Sus poemas han sido traducidos al italiano y al euskera.
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