El día de ayer fue extraño, pero entendí muchas cosas.
Era un martes lluvioso de noviembre cerca de las 8 de la noche, Antonio tocó a mi puerta, habíamos estado alejados varias semanas por un problema que teníamos en común, la inestabilidad que nos causaba nuestro caos mental, del cual siempre hablábamos de mejorar pero parecía desordenarse cada vez más. Me subí al coche, nadie pronunció palabra durante el camino y se escuchaba una canción de fondo que realmente odiaba, pero odiaba con más fuerza la incomodidad del silencio que estábamos compartiendo. Antonio me preguntó si quería tomar una cerveza y asentí con la cabeza, se encaminó hacia nuestro bar favorito, íbamos tanto que hasta teníamos una mesa preferida en la que nos sentábamos durante horas para hablar de todo y de nada. Estacionó el coche un poco lejos y caminamos, aún sin cruzar palabras, al entrar vi que nuestra mesa estaba ocupada por otra pareja, algo que jamás nos había sucedido. Decidimos sentarnos en otra e intentamos fingir que todo estaba bien y que el asunto de la mesa no nos molestaba. Minutos después pasó lo de siempre, Antonio y yo solo hablábamos para discutir o reclamarnos algún recuerdo del pasado que jamás habíamos olvidado, dentro de mí solo pensaba que tal vez, si estuvieramos sentados en aquella mesa, esto no estaría pasando. Mi atención se fue por completo a la pareja de en frente, esos ladrones que habían robado nuestro lugar especial donde todo estaba bien. No sé si fueron los tragos de más, pero comencé a notarles un parecido físico casi idéntico a nosotros, la única y enorme diferencia era que ellos se veían felices. Estaban ahí sentados, ambos con tarros de cerveza, reían, entrelazaban sus manos, movían la cabeza al ritmo de la música y por momentos se daban un beso, me recordaron lo que Antonio y yo solemos ser a ratos, pero ahí estábamos haciendo de ese rato un infierno. Ya no soportaba más seguir así, lo interrumpí y le pregunté ¿por qué seguimos siendo lo que no somos y lo que no queremos ser? Entendí que nuestra mente siempre estará en guerra, que vamos a perdernos cientos de veces más adentro de nosotros mismos y que muchas otras veces sentiremos vacío, pero tal vez entre todo ese laberinto de pensamientos y emociones juntos podamos ser la calma del caos. Después de un rato comenzamos a hablar de cosas tontas e insignificantes, tomábamos nuestros tarros de cerveza, reíamos, entrelazábamos las manos, movíamos la cabeza al ritmo de la música y por momentos nos dábamos un beso. Miré hacia la “mesa especial” y ya estaba desocupada, fue ahí donde me di cuenta que con esa mesa o sin ella, con caos o sin él, si nosotros queremos siempre podemos ser esa pareja de en frente.
El día de ayer fue extraño, pero entendí muchas cosas.
Por Valeria Vallado
Mi nombre es Valeria Vallado tengo 22 años y soy de nacionalidad mexicana. Actualmente estoy cursando el último año de la licenciatura en comunicación y me apasionan las letras y la fotografía. Mi inspiración más grande es Lana Del Rey y soy fiel creyente de que escribir te hace libre.
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