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El fin de la ausencia

Tal como lo había realizado durante sus cinco años de vida, Rocío, siendo las 07:00 de la mañana del jueves tres de diciembre, salió al patio a mirar al cielo con una sonrisa de oreja a oreja.

La primera vez que lo hizo tenía apenas tres años. Bajó de la cama, como pudo abrió la puerta del patio trasero, y se sentó sobre la hierba húmeda. El susto que le dio a sus padres fue descomunal. Su madre, al no encontrarla, sintió tal espanto que el corazón quería salir por la boca. Cuando la vio, corrió a abrazarla hecha un bollo de lágrimas y mocos. Había pensado lo peor.

Cuando fue más consciente de sus actos, no disimuló su repetitivo proceder. Lo hacía día tras día, lo que tenía realmente desconcertados a sus padres, quienes ocultaron esto por temor. De todas maneras, fue llevada al psicólogo, quien no encontró nada. Solo les dijo — si lo desean, podría ser un caso de estudio ya que se trata de una niña que está en perfectas condiciones tanto física como mentalmente. Por mi parte no tengo más que hacer.

El siguiente paso, aun cuando no lo deseaban, fue el psiquiatra. Le recetaron medicamentos, los que no provocaron cambio alguno, e incluso se llegó a dudar si estos eran ingeridos o si tenían efectividad. Esta vez también indicaron estudiar el caso.

Como su actuar no afectaba el desarrollo normal de su vida, en la familia se lo tomaron como si fuera parte de una rutina natural para ellos, como quien se bebe un café con tostadas en la mañana o un pisco sour la tarde del viernes en algún boliche con los amigos.

A medida que crecía, supo ocultar mejor su actuar. Por ejemplo, si la hora la encontraba en la tina, o camino al colegio, solo fijaba su mirada hacia arriba con tal naturalidad, que nadie hubiera imaginado que esta era una acción poco natural y repetitiva.

— ¿Qué esperas encontrar allí arriba?— le preguntó una vez una vecina de la misma edad, mirándola con tranquilidad.

— El fin de la ausencia. — respondió luego de respirar profundo, sin despegar la mirada del cielo.

— Procura estar preparada para ello.— agregó la muchacha.

— Así será — dijo, girando su cabeza para verla, regalándole una gran y sincera sonrisa.

Aquella conversación, que para cualquier adulto hubiera sido perturbadora, para las niñas no tuvo mayor relevancia. En efecto, jamás le hablaron a sus padres sobre lo sucedido aquella mañana.

Cuando su familia se enteró por televisión de otro caso similar, esta vez un niño de la misma edad, y de una ciudad cordillerana, similar a la que vivía Rocio, extrañamente sintieron alivio; no eran los únicos.

— Se reportan ya 3.855 casos del extraño suceso. Se trata de niños de 5 años, los cuales, por inexplicables razones, todos los días, y casi como un ritual, observan hacia el cielo cuando el reloj marca las 07:00 am. En común tienen, además de la edad, los lugares donde viven: sectores cordilleranos. Vamos con la nota.

La situación había explotado, y ello les atemorizó como familia, excepto a Rocío, quien dijo —En algún momento debía ocurrir, y eso me alegra.

Toda la semana se habló del tema no solo en el noticiario. Se cubrió en la prensa escrita y se generaron debates buscando explicación a aquello. Los videos donde se mostraban a los chicos mirando el cielo se multiplicaron.

Diversas teorías se tejieron sobre el tema, pero había una que acaparó toda la atención. Este suceso se repetía en doce pueblos a lo largo del país, los cuales tenían poca población, se dedicaban a la agricultura, y el promedio de niños que repetía el acto era de trescientos cincuenta y nueve.

— Esto es una llamada de atención del altísimo.— decía en una entrevista televisiva un pastor con una biblia en la mano, haciendo aspavientos y apuntando a todos con el dedo índice.— Ha ocurrido en doce ciudades, número de las tribus de Israel. En promedio le ha sucedido a trescientas cincuenta y nueve personas por pueblo, cantidad que día a día aumenta. Considerando esto, serían aproximadamente cuatro mil cuatrocientos, número que es señalado en las sagradas escrituras —levantó el libro sin dejar de moverse y gesticular exageradamente—lo que, sumado a la hora en que sucede el fenómeno, siete de la mañana, horario en que el mesías resucitó, creemos que se trata de una señal relacionada con la venida de nuestro salvador.

La mayoría de las personas que vio el programa transmitido en horario prime, no sabía qué decir. Todo aquello generó un revuelo aún mayor. Persiguieron a los niños y sus familias con el fin de que estos les entregaran información, sobre todo la fecha de la vuelta del mesías. El acoso fue tal, que muchas personas llegaron a aquellos pueblos, desencadenando una inquietud generalizada. El incidente más grave ocurrió en el norte. Allí, un grupo de personas que pensaba que todo aquello era charlatanería, atacó la casa donde vivía uno de estos chicos, la que terminó incendiada. Por razones inexplicables, la tarde previa la familia se había mudado.

Aquello fue tomado como una señal, dándole un carácter aún más religioso, pero aumentando más el odio por parte de grupos radicales.

De manera incomprensible, los ataques jamás llegaron a dañar a alguna persona. El automóvil donde acudían sufría algún desperfecto, la dirección a la que llegaban era errada, o simplemente se perdían en el camino.

Rocío y los cuatro mil cuatrocientos que estaban a lo largo del país, siendo las 07:00 de la mañana del jueves tres de diciembre, observando hacia arriba, cerraron sus ojos y respiraron profundo. Un estruendo metálico proveniente del cielo espantó a todo el mundo. Los religiosos salieron y alzaron sus manos, otros miraron asombrados sin entender nada, pero la mayoría estaba espantada.

El ruido se agudizaba e iba en aumento, lo que provocó que todos se cubrieran los oídos, desviando su mirada del cielo, excepto los cuatro mil cuatrocientos niños, quienes sonreían atentos y sin afectación alguna.

Cuando el ruido cesó y las personas pudieron mirar hacia arriba nuevamente, una gigantesca nave plateada flotaba sobre cada una de las doce ciudades.

— El fin de la ausencia ha llegado. — le dijo Rocio a su vecina, la que también observaba el cielo..

— Si, por fin han vuelto.

— ya están con nosotros.

— Ya están con nosotros — replicó la chica junto a cuatro mil cuatrocientos niños que ese día repetían la frase atentos a las puertas de aquellas doce moles, las que se abrían ante el horror y caos de miles de personas que observaban atónitos el espectáculo desde la tierra.

 

Por Zacarías Zurita Sepúlveda

Linares, Chile, 1980. Profesor de Historia y Geografía por la Universidad de Playa Ancha y Mag. en Desarrollo Curricular y Proyectos Educativos por la Universidad Andrés Bello. El 2017 su cuento “Paranoia” fue antalogado en el libro La comunidad de la Letra: Antología de narradores porteños (Chile). El mismo año su microrrelato “Terror en primera persona” forma parte del libro Microterrores, IV Concurso de microrrelatos de terror, Ediciones Diversidad literaria, España. En 2018 se incluye en la antología El monstruo era el humano, de Editorial Cthulhu, Perú, su cuento “Número 35”. En 2020 forma parte de la antología Relatos con Mascarilla de Editorial Imbuk con su microrrelato “Buena persona”. Algunos de sus textos han sido publicados por diferentes revistas literarias en español, tanto impresas como digitales. Es fundador de la revista de ciencia ficción latinoamericana Espejo humeante y del Fanzine Literario Letras Públicas. Es integrante de la Fundación de fomento lector Libera Letras y de ALCIFF,Asociación de Literatura de Ciencia Ficción y Fantástica Chilena.

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