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Foto del escritorcosmicafanzine

El juego de la copa (Añicos)

Añicos. Vidrios diminutos que han sido despojados de su forma natural. Los fragmentos que minutos antes de separarse formaban una copa, aún yacen en el suelo de un amplio comedor. El lugar en cuestión es un culto al olvido y a la suciedad. En el centro una mesa de roble demasiada larga destaca sobremanera. Esta se ha quedado sola, sin sus compañeras que solían rodearla. Restos de comida en evidente estado de descomposición descansan sobre esta. Gusanos gelatinosos dentro y una horda de cucarachas fuera son invitados a ese banquete de alimentos muertos. Los bichos corretean en una carrera imaginaria, se meten por el túnel de un pavo asado que ha quedado a medio comer. Bajo la mesa una familia de roedores busca también sumarse al festín de sobras. Ahí cerca, en un rincón de la habitación se encuentra un hombre. Esta sentado. Con su espalda besando la pared, con sus brazos envolviendo sus rodillas. Lleva la mirada perdida y hundida sobre los añicos de cristal desperdigados en el piso. Tiembla. Suda. No logra moverse, parece un cadáver con latidos en su interior. El terror se ha adueñado de las tierras de su alma, ha puesto bandera en su cerebro y ha colonizado su cuerpo.

Es un sujeto de aspecto desaliñado, con barba de meses y en la cual duermen pequeños trozos de ese pavo muerto. Un hombre cuyo pelo largo y andrajoso se ha convertido en el lugar ideal para la colonia de piojos que se ha instalado en su cabellera. Es un despojo de ser humano cuyos dientes ( los pocos que le quedan) son de un color amarillo gastado y que le dan un aspecto de zombi de película de clase B. Este sujeto posee además unas cuencas oculares blancas que son surcadas por líneas rojas que no dan cuenta de un buen presagio. Por si fuera poco este símil vagabundo posee una cirrosis que más pronto que lejos lo habría de mandar a la tumba sino hubiese sido porque será asesinado primero. Fue este condenado al más allá, quien de una patada rompió en añicos la copa causante de toda esta historia desgraciada.

El hombre sale de su estupor y puede por fin deshacerse de las cadenas que lo mantenían prisionero en su propia mente. Reacciona. Saca su vista de los vidrios rotos y los posa (para su infortunio) sobre una imagen horrorosa, de esas que podrían turbar al mismísimo Hércules en persona. Seres salidos al parecer de una tumba flotan cerca suyo. Han salido de la nada misma, como conejo de un sombrero de mago. Fantasmas. Son cuatro. Llevan la quijada rota y cayendo de costado, como tren descarrilado. De sus bocas emergen sendas lenguas hinchadas y amoratadas. Llevan como marca ojos vacíos que aún así destilan odio. De ese abismo negro y profundo entran y salen insectos variados. Un ciempiés deja su morada ocular y decide volver a entrar pero lo hace por uno de los orificios nasales del muerto. Los no vivos llevan también la frente recubiertas de sanguijuelas chupa sangre y sus cuerpos son un conjunto de huesos mal colocados y cuyos brazos terminan en unos dedos color marfil de forma bastante alargados. Sus cabezas son un cumulo de selvas en peligro de extinción, con tan solo un par de cabellos sueltos que caen como tiras de árbol de navidad de un orfanato pobre. Los entes danzan y emiten un apenas audible sonido pero que de súbito se transforma en un grito que parece haber huido del Inframundo. Rompe los cristales de todas las ventanas de la mansión en desuso. Añicos. Los fantasmas se aproximan de forma lenta, como saboreando el momento, se acercan, se acercan cada vez más y más al aterrorizado hombre. Uno de ellos se arranca su propia lengua y sin piedad se la introduce al vagabundo en la boca. Dos pedazos de carne iguales disputándose un mismo espacio reducido. El sujeto ante este hecho dantesco se incorpora y con signos evidentes de asco , vomita el cuerpo extraño junto a un líquido rojizo mezcla de vino y sangre. Acto seguido otro de los fantasmas lo toma por la nuca y con fuerza desproporcionada lo obliga a hincarse a beberse sus desechos. Su rostro se pega a lo que acaba de largar, trata de respirar pero el pequeño mar rojo se lo impide. Esta a punto de volver a lanzar y sino logra zafarse acabará por tragarse su propio vómito. Las arcadas se suceden en su interior y con cada nueva contracción más se acerca a su muerte. Son como una guillotina a punto de caer y que habrían de dejarlo como el jinete sin cabeza. De repente la mano huesuda lo deja libre y el hombre por fin logra inundar sus pulmones llenos de tabaco con un poco de aire. Respira. Se alivia. Crea otro mar pero de orina caliente. Aprovechando lo que cree es su momento de huir, sale disparado con rumbo a la puerta de salida. La abre. Sale. Pero al pisar el umbral un golpe seco sobre su pecho lo hace volar hacia atrás, con los brazos estirados hacia afuera, como queriendo alargarlos para poder permanecer en el exterior. Aterriza de nuevo en el comedor. El sujeto aúlla de dolor, sus costillas se han quebrado como ramas secas en manos de un niño. La puerta se cierra violentamente y el vagabundo queda atrapado una vez más dentro de la mansión y su suerte parece estar echada. Comienza a toser y burbujas sanguinolentas explotan al salir de su boca. Luego la verdadera pesadilla da inicio, los seres del más allá posan sus bocas sobre los oídos del hombre que a esta altura ya casi se adentra en las aguas de la locura. Expulsan un alarido de quejidos y palabras perdidas. Quiebran sus tímpanos. Añicos. Preso del horror y del sufrimiento y con ansias casi extintas de sobrevivir intenta un nuevo escape. Pero al pararse ve estupefacto como los liliputienses de vidrio empiezan a elevarse , bailan al compás de una fogata invisible y se unen retomando su forma de copa. Después ese instrumento héroe de infinitos labios secos es sujetado por uno de los fantasmas. Este le da un golpe a la copa contra la pared y esta se parte en dos. Se transforma en un arma filosa y atemorizante. El vagabundo no logra entender lo que sucede a su alrededor. Se arrodilla, reza, pide perdón. Sin embargo su plegaria se ve truncada cuando la punta de vidrio penetra en su cuello y ya dentro, da giros de carrusel que le desgarran la carne, que rasgan sus venas y provoca la salida de un chorro carmesí. El hombre muere en el preciso momento en que la copa devenida en arma hace explosión en su interior. Se hace añicos.

Un rato antes

Parados frente a la verja verde herrumbrosa y descascarada, cinco adolescentes sacuden sus miedos e interrogantes contándose chistes absurdos. Es un grupo extraño y heterogéneo que se hace llamar “ Los cinco cerditos” en honor a un antiguo libro. Emanuel es el líder, alto y flaco, como una versión juvenil del mayordomo de la familia Adams. Luego esta Héctor quien es el más chico pero que aparenta ser el más adulto gracias a un prematuro y prolifero bigote que corta su rostro a la mitad. Tiene el cuerpo musculoso y posee además una mirada apesadumbrada , de esas que encierran historias tristes y de larga data. El último varón del equipo se llama Luis, es mexicano y de pocas palabras. Trae de adorno unos aparatosos auriculares que cubren sus orejas por completo y que en ese momento emiten “ wound in my heart” , lleva también una chamarra negra que jamás se saca. Completan el grupo dos chicas totalmente opuestas una de la otra. Paula es morena como los granos de café, dueña de un esbelto cuerpo y de un coeficiente intelectual muy por encima de la media. La nerd del grupo. Luego esta Patricia, la última integrante y responsable del nombre que han adquirido meses atrás. De piel blanca, como un lienzo sin pintar. Carga consigo heridas que nunca pudo contar por completo. Proclamaba haber venido de un pueblo maldito y decía ser también una de las pocas sobrevivientes de un terremoto devastador. Sus compañeros mucho no le creían pero aún así se sentían seguros a su lado. Es ella justamente quien da el primer paso , se sube a la reja y de un salto se precipita hacia adentro. Sus amigos no dudan y la siguen. Si tan solo se hubieran dado la vuelta y no hubiesen entrado, si tan solo hubiesen decidido marcharse. Todo hubiera sido diferente. Aún estarían los cinco con vida. Querían jugar al juego de la copa, experimentar con lo paranormal en esa casa abandonada y poseedora de terroríficas leyendas, querían divertirse. No los dejaron. Vidas truncadas, hecha añicos a raíz de la malevolencia.

Una copa depositada en el mugroso suelo, cercada por un batallón de letras sobre un papel. Cinco dedos sobre el cristal, risas y palabras mágicas. Después un estruendo, un alarido, una aparición, la copa que sale disparada y se destroza. Añicos. Los chicos corren. La muerte prematura los persigue, los encuentra. Patricia es la primera en morir, reclusa de su propio pavor observa como un cuchillo viejo y oxidado entra de lleno en su globo ocular y sega su vida al instante. Los otros intentan correr pero es tan grande su sorpresa y su horror que sus piernas no responden. Héctor incrédulo ve el cuerpo de su amiga desplomarse cuando el cuchillo es extraído de su ojo derecho, luego ese mismo objeto se mete en su abdomen y explora sus adentros causando hemorragias por doquier. Se desangra. Paula no puede moverse, parece como si sus pies estuvieran clavados al piso. Ha visto morir a Patricia y caer bajo el cuchillo también a Héctor. La agonía que este esta sufriendo hace que sus clavos se esfumen. Se presta a huir e intenta correr pero no lo logra puesto que la sujetan por detrás, lo último que oye es un hueso quebrarse. El de su propio cuello.

Emanuel agarra a Luis y lo guía con sus brazos hacia la puerta de salida. - Vete, vete ya. Busca ayuda.- le ordena.

El chico de los auriculares lo mira con resignación y huye. Emanuel se abalanza sobre el asesino y de un golpe lo derriba, pero este se incorpora al instante, lo toma por los hombros y le da un empujón. Emanuel choca contra la pared y su cabeza rebota contra el concreto, empieza a perder sangre y a sentirse mareado. Luego imágenes girando, como caleidoscopio. Una mano, un pedazo de vidrio que se acerca, se acerca, se acerca cada vez más, más... Después... negrura.

El vagabundo acaba de morir, los cuatro fantasmas ven por la ventanas rotas como Luis llega corriendo, trae consigo un ejército de padres y policías. Deciden que ya ha sido suficiente y desaparecen.

La puerta es derribada, un grupo de uniformados penetra y al hacerlo muchos se santiguan. Encuentran a un anciano de aspecto sucio cuyo pescuezo ha sido destrozado. Luego recorren todo el lugar y hallan lo que hubiesen preferido no encontrar. Cuatro cuerpos más. Adolescentes. Se oyen pasos apresurados que cruzan el jardín y luego se posan sobre el pórtico. Después un grito.

- ¡!! Luis no!!!- exclama una mujer.

El chico de igual manera se adentra en la casa, los uniformados lo dejan pasar. Llega y su mirada se topa con el cuerpo del vagabundo. Lo señala.

- ¡!Es él!!, él quiso matarme, él mató a mis amigos- dice con voz entrecortada y ojos llorosos.

1 mes después

Luis por primera vez desde la tragedia acaecida decide pasar por la vereda de la mansión Thompson. Extraña a sus amigos. Camina y mira hacia la casa. Con bronca acumulada toma una piedra, la arroja y esta se rompe contra la fachada. Se hace añicos. De repente en la ventana superior las caras de Patricia, Héctor, Emanuel y Paula hacen acto de presencia, le sonríen. Luis se sorprende, queda colgado en las agujas del tiempo, estas se estancan y los segundos se convierten en minutos. Finalmente Luis vuelve en si, se libra del shock. vuelve a mirar y sus compañeros siguen ahí. Los saluda con su mano y estos responden de igual manera. Luego brillan como linterna en la más oscura noche y se evaporan. El joven sobreviviente saca un libro de su mochila y lo deposita en la entrada de la mansión, acto seguido sigue camino, continúa con su vida. Intentará ser feliz. Lo hará por él, por ellos. Por los cinco cerditos.

 

Por Patricio Scarfo

Soy de Lanús provincia de Buenos Aires Argentina. Tengo 42 años y leo desde los 10. Comencé a escribir cerca de mis 20. Escribo cuentos de suspenso y terror pero aptos para todo público. Mis escritores favoritos son Edgar Allan Poe y Agatha Christie. En enero de este año salió mi libro Cuentos de un martes 13 surreal en su versión físico y dos meses después también en digital y se encuentra disponible en Amazon para 76 países. Amo asustar y sorprender al lector y por eso encontrarán muchas vueltas de tuerca en mis relatos.

1888, El coleccionista, carretera infernal, la trilogía del Angel guardián y canción para tomar el té son algunos de los cuentos que se hallan en mi libro.


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