Don Lupe se encontraba subido a la lancha, el único terco que todavía remaba, y pescaba con caña, a estas horas, cuando el sol le daba las primeras caricias al agua, solo estaban él y las garzas blancas. Aquellas aves, pensó, se rehusaban a cambiar, a pesar del ritmo vertiginoso que querían forzar a todos y a todo, no se irían por propio pie, no sin intentar habitar este lugar a su manera, tenían corazones sabios, más grandes que los de las personas, decían los abuelos, a ellas les habían dado la capacidad de hablar todas las lenguas, la lengua del aire, la de la tierra y la del agua. Todos los mundos eran su mundo, y por eso, sus corazones habían tenido que crecer para estar a la altura y amar tantas cosas al mismo tiempo. Las garzas habían sido sus maestras, nunca pescaban demás, y siempre lo hacían con el justo esfuerzo de su majestuoso cuerpo, no así como los hombres, con tanta red, la gasolina para los mentados motores, y tanta avaricia.
El lago se estaba acabando, cada semana parecía encogerse sobre sí mismo, en los alrededores la gente vendía lo que quedaba con más entusiasmo si cabe, para que los visitantes no lo notaran, las damas blancas también habían llegado a ser menos cada año. Los cantos del agua ya no los podía oír cualquiera, solo el que estaba dispuesto a reconocer que el lago también tenía corazón, y se acercaba en completa calma a su centro, sin turbinas furiosas que interrumpieran su pulsar en la corriente.
Las garzas sabían que el lago estaba enfermo, a veces ellas también se enfermaban con los desperdicios que iban a parar allí, los demás podían mentirse cuanto quisieran, pero ellas reconocían de inmediato que todos dependían de él, la inteligencia relucía en sus miradas brillantes y redondas, una que los humanos parecían haber olvidado, ellas no le tenían miedo a Don Lupe, porque, prudente de no espantarlas, jamás se acercaba a donde pudiera molestar. Una lágrima se escapó de sus viejos y empañados ojos, ya habría que bajar de la lancha cuando calara el sol, ya habría que volver a ser el loco en la tierra, pero por ese instante en que la lágrima se fundía entre las aguas, El lago, las aves de espuma y él eran la misma cosa.
Por C. Ruiz
Mis experiencias con la escritura han sido principalmente mediante la inclusión de microrrelatos en algunas antologías, publicadas en Escritores del alba, Diversidad literaria, siendo la más reciente de dichas antologías“Microfantasiás” y El muro del escritor, en cuya edición de “El muro de la fe” (2022), resulté premiada para la categoría de microcuento . Así mismo el poema “La falta de carmín” fue incluído en las transmisiones de Casa del Poeta Reino Unido el 31 de octubre del 2023.
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