La vida de un gato no es fácil, no tenemos la misma capacidad de recordar o de hablar que la de un ser humano.
Obviamente tuve una madre felina, la que me dio la vida, y tal vez tuve algunos cuantos hermanos; aunque no tengo la certeza de cuantos, como o de donde son… o si ya no tienen vida, pero eso jamás lo sabré debido a que no recuerdo y no puedo mortificarme por pensamientos que posiblemente sean inventados, pero de quien sí puedo hablarles es de mi primer humano: un anciano de 80 años aproximadamente, vivía solo en un pequeño departamento, decia que me había adoptado porque no soportaba la soledad que le había provocado la muerte de su esposa y que todos sus hijos vivían lejos de él.
Teníamos una rutina: él se levanta a las 6:00 a.m y a las 6:10 ya estaba tendida la cama, lee la biblia por media hora, se baña y arregla en 20 minutos y a las 7:00 estaba listo para iniciar su día… Por supuesto que dedicaba media hora en ponerme comida, agua, limpiar el arenero y jugar un poco conmigo; a las 7:30 salía a la calle y yo no tenía la certeza de lo que él hacía… si me lo preguntan yo jugaba un rato, a veces me dormía del aburrimiento, comía e iba al baño, y rescaba mis uñas en distintos lugares (grave error, el humano se enojaba, pero él debía comprender que era un cachorro en desarrollo.) Así fue la vida por dos años, nos la pasabamos bien y yo no sospechaba del destino que se aproximaba… Un día el anciano no despertó a las 6:00 como de costumbre, yo pensé que solo quería descansar más, pero pasaron las horas y no despertaba por mas que le maullaba o le ponía mis patas en la cara, pasaron días y hasta que el departamento empezó a oler feo fue que llegaron a nuestro rescate.
Había cientos de humanos que se movían y daban vueltas, es medio borrosa esa etapa de mi vida, pero lo que mejor recuerdo era ver a mi humano salir en una cama rodante y tapado, solo me preguntaba a dónde iría y cuando volvería, para mi fortuna en ese entonces la hija del anciano decide darme posada durante un tiempo, me abrazaba y me decía que todo estaba bien y que no debía preocuparme que porque ella y su esposo se harían cargo de mí, aja. Cuando llegue a la casa de mi nueva humana note que su esposo me veía con un odio impresionante, decía que no quería gatos en la casa (gato, yo era un gato, jamas tuve consciencia a la especie a la que pertenecía) por ser apestosos y egocéntricos, por culpa de este sujeto yo no tenía juguetes y solo dormía en el piso.
Tenían una corgi llamada Lechuga, ella tenía demasiadas cosas: Una cama gigante, muchísimos cambios de ropa, juguetes, un kit especial para bañarla, una cajita para ser transportada a cualquier lado y dos platos con muchísima agua y comida… uno pensaría que Lechuga sería arrogante y presumida por tener tantas cosas, pero en el tiempo que estuve en su casa siempre me trato bien y evitaba que me metiera en problemas, recuerdo que me dejaba comer su comida y me dejaba jugar con su pelota de tenis. Lechuga y yo éramos unidos, a la humana no le molestaba eso, pero a su esposo si (ahí se notaba quien era mascota favorita de quien), un dia Lechuga me pregunto mi historia de vida y yo recapitule todo y terminando le dije: “al final vi a mi dueño salir de una cama y con la cara tapada, estoy seguro que volverá pronto.” Ella se quedó callada y me vio con cierta compasión, recuerdo que me dijo: “tu sabes que murió, ¿verdad?” Yo le dije que no sabía lo que era la muerte y Lechuga empezó a configurar un discurso en su mente: “Los seres vivos tienen un cierto tiempo limitado, ningún ser vivo durará para la eternidad, esto aplica para nosotros los animales. Cuando nuestro tiempo de vida se acaba es cuando morimos y emprendemos un viaje a otro cosmos, pero jamás volveremos al plano ancestral que vio toda nuestra historia desarrollarse.” Era un discurso muy complejo y muy sabio, me parecía impresionante que un corgi pudiera decir algo tan profundo y Lechuga me explico que aprendió esto oyendo lo que su humana oía, pero yo tenía mis dudas sobre lo que era la muerte, al final Lechuga se encargó de recalacarme que mi anciano jamás volvería porque se encontraba en otro lugar y que ya no quedaba nada más de él en este plano existencial.
Mientras Lechuga y yo hacíamos cosas de gatos y perros notamos que a la humana le crecia el estómago de una manera impresionante… Y ¡Puf! Un dia el estómago volvió a su estado normal y ella venía con un pequeño humano entre sus brazos, era un bebe me decía mi amiga corgi, decía que todos en algún punto de nuestras vidas fuimos bebés, quién diría que ese bebe sería el inicio de mi decadencia. Los humanos se encargaban de dedicarle su atención al humanito y se habían olvidado de nosotros, si Lechuga apenas comía, yo estaba al borde de la desnutrición. Un día mientras Lechuga estaba de paseo con mi humana y el humanito, su esposo decidió llevarme de paseo, era bastante sospechoso que el humano tuviera por fin algo de consideración conmigo.
Me subió a un carro y yo me dormí, cuando finalmente me desperté me di cuenta que estaba en una ciudad que no era la mía y que la mía estaba lejos, el humano se limitó a decirme que en la casa yo no cabía y que no podía aportar nada a la familia, se subió corriendo y aceleró a toda velocidad… y ahi me quede yo, solo y triste.
No sabía para donde moverme, así que caminé todo derecho pensando que llegaría al parque donde se encontraba Lechuga, pero nunca hubo un parque y yo jamás pude volver a mi hogar. Pensaba que la vida era de color de rosa y los humanos iban a tener compasión de mi solo por ser un gato, pero yo ya no era un cachorro adorable y los humanos me pateaban solo por mi pelaje negro, los niños se me acercaban con miedo por no querer ser contagiados de rabia, a veces alguien tenia lastima de mi y me daba algo de comida; yo peleaba con otros gatos por comida y ellos me ganaban, y asi pase toda mi vida escondiéndome de la lluvia y con la esperanza de que alguien me adoptara, pero jamas fue asi y estuve muchisimo tiempo con una vida violenta.
Un dia estaba más cansado de lo normal, solo abría mis ojos un poquito, un perro callejero se ofreció a acompañarme y yo le dije que me sentía demasiado débil y que yo era muy viejo para seguir adelante… “¿Este es el final de mi vida? ¿La muerte se siente como si te apagaras?” Le pregunté, el perro callejero no me respondió, le dije que tenía miedo y que sentía mucha tristeza: “Solo recuerda los buenos momentos, pronto encontrarás la paz.” Y así fue, yo entré en un sueño profundo y cuando desperté estaba en las piernas de mi anciano, y ahí estaba lechuga, preguntando que porque me había ido y yo le conté todo.
Y ella me dijo que no me preocupara, que este es el otro lado del cosmos que alguna vez me contó y que no había mala gente y podremos descansar.
Por Angélica González "Marcela Casiopea" (2002)
Actualmente se encuentra estudiando la carrera de letras.
Durante un tiempo trabajó haciendo reseñas de películas en el colectivo hekate, sus principales influencias son el cine de Almodóvar y la música de Tyler, the creator. La autora se caracteriza por su sensibilidad e intensidad
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