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El prisionero

Nancy, Nancy: podías haberte ido hace horas como tus demás compañeros, pero te quedaste a revisar meticulosamente los restos que trajo la Universidad de un barco abasí de la primera mitad del siglo XVI d.C., que fue encontrado a más de 1,800 metros de profundidad en el mar Negro.

Al principio, todo te parece normal: restos de cerámica y otros utensilios. ¡Ah!, pero hay un ánfora que sobresale de las demás. Con gran reverencia, la tomas, te das cuenta de que es de cobre oxidado y la boca está sellada con plomo. Descubres unas letras, así que las observas con detenimiento. Miras con asombro que son caracteres en arameo. Te sientes extasiada; tu corazón comienza a latir más rápido, porque sabes que el artefacto tiene un valor incalculable. Es probable que sea del año 950 a.C., dices en voz baja; no obstante, sabes que debe ser datada por radiocarbono para estimar la edad del ánfora, antes de afirmar semejante conclusión, por lo que te serenas un poco, pero seamos sinceros: no te puedes resistir a la curiosidad de ver lo que hay dentro de la vasija. Hazlo y que comience la pesadilla.

En cuanto lo haces, de su interior surgen varios chorros de humo negro, acompañados de un hedor a inmundicia. Sin dilación, la nube de humo negro se disipa para dejar a la vista un ser con el cuerpo inferior de serpiente, pero torso, brazos y cabeza de hombre, aunque con piel rugosa y escamas, similar a los reptiles. Su rostro casi humano no tiene cabello ni cejas; en lugar de nariz, posee dos hendeduras como orificios nasales.

Aquel espectáculo te produjo un miedo súbito e intenso. Te tomas la cabeza con ambas manos tratando de tranquilizarte y de recuperar la compostura, o quizá para impedir que tu mente siga corriendo enloquecida. Obviamente, no puedes creer lo que ven tus ojos. Aceptar la existencia de esa criatura mítica implica que la ciencia no lo abarcaba todo.

Poco a poco, aquel ser escamoso comienza a desdoblarse hasta mantener su torso erguido por encima de tu cabeza. En ese momento, la criatura te mira con sus ojos amarillos y sus pupilas similares a las de un gato.

Entonces, de la boca de la criatura salen sonidos que parecen un lenguaje ya olvidado, y aunque no lo entiendes, deduces su desprecio hacia ti.

Con un rugido se abalanza sobre ti, tan rápido y tan de improvisto que, si no hubiera sido por las enormes mesas de roble que se interponían entre los dos, te hubiera tomado con sus cuatro dedos.

Echas a correr todo lo aprisa que puedes, pero no avanzas mucho, ya que nunca has sido una buena deportista, así que te ocultas bajo un escritorio. Tratas de orar, sin embargo, como no eres una creyente, no sabes ninguna plegaria.

El monstruo llega a la habitación donde estás escondida, se retuerce sobre su vientre y olfatea tu rastro con su lengua bífida. Finalmente, se da cuenta de donde estás escondida. Con fuerza descomunal, arroja el escritorio como si fuera una bola de papel. Entonces, la bestia te toma entre sus escamosas manos; su rostro esta tan cerca del tuyo que puedes sentir su apestoso aliento.

Al principio, solo pronuncia sonidos guturales, pero luego comienza a hablar en un idioma entendible para ti. Te dice que es un efrit, que fue capturado por su insubordinación y que había jurado matar al que lo liberara. No obstante, se siente generoso y te da tres días para decidir cómo morir.

Dejas salir un grito de angustia, pero, cuando lo haces, la misteriosa criatura ha desaparecido: el lugar parece intacto, ningún mueble ha sido movido de su lugar.

Sé que piensas que tuviste una alucinación, pero a pesar de que el ánfora haya desaparecido hasta de la lista de inventario y nadie asegure haber visto aquel utensilio, fue real, Nancy, así que disfruta el cóctel que te invita el decano, aplica ese examen sorpresa que tienes en mente, porque, hagas lo hagas, mi querida Nancy, el efrit vendrá por ti al final del tercer día. Tenlo por seguro.

 

Por Carlos López Ortiz

Uriangato Guanajuato (1977). Estudié la licenciatura en filosofía. Fui parte del cultural Andamnios. En dos ocasiones fui seleccionado por el programa fondo de las letras guanajuatenses. Aparezco en las antologías: las leyendas de la santa muerte (2009) de Cal, EU., Elegidos 2010 de BA, Argentina, Mariposas de humo (2014), Letras Interiores por la RETLG. Coautor del libro Gastronomía y herbolaria de los valles abajeños (2011). Autor de los libros: Voces del tiempo (2003), El vado de la carreta: Leyendas de Uriangato (2020) y mi primera novela Fuera de Control (2021). Recientemente publiqué: T’arhetskua: Danzante, sobre las danzas tradicionales de Uriangato.

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