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El techo

Foto del escritor: cosmicafanzinecosmicafanzine

No sé si es un problema cultura o si es por alguna razón decorativa, pero la mayoría de los techos que he mirado, o al menos los que recuerdo, son blancos, me hace preguntarme si no hay otro color que le quede bien a esos muros acostados sobre nuestras cabezas, o si he estado en los lugares incorrectos, tal vez hay más techos de colores de los que puedo recordar; ese policía me está mirando, no el que está hablando, el otro, es posible que piense que no me interesa lo que dice su compañero, o pensará que me distraigo fácilmente, ambas opciones son completamente ciertas. Me parece que les falta lógica en su proceder, pasando salón por salón, preguntándole a todo el mundo si alguien vio algo, será que creen que cuando un asesino se divierte lo hace a la luz pública, que convoca una cantidad de gente y los invita a presenciar un homicidio, son unos imbéciles.

El trabajo más absurdo que he visto, no puedo creer lo ineptos que son, si el asesino se escondiera entre nosotros no se va a levantar para confesar, y mucho menos lo va a hacer algún testigo o alguien que haya creído ver algo sospechoso, porque nadie quiere verse implicado en estos asuntos, sobre todo en época de exámenes, porque para los universitarios los exámenes siempre son muy importantes y definitivos. A pesar de lo que parece, los estudiantes de aquí no son tan brillantes.

Todos están muy atentos escuchando hablar acerca de los pormenores del incidente, como si no supiéramos que fue ayer en la tarde, todo eso ya lo vimos en las noticias, pero el policía sigue hablando de la investigación, qué espera, que resolvamos el caso por ellos, que le brindemos detalles que los forenses no hayan podido encontrar en la escena, sobre el cadáver o peor aún, dentro del mismo. Ya me duele el cuello, lo peor es que si invento cualquier excusa para escaparme del salón se van a dar cuenta, me pregunto si eso me pondrá en la lista de sospechosos, incluso Susie me vería salir del salón, ella podría pensar que soy un cobarde, que no soporto la presión o que tengo alguna relación con el crimen.

El policía de la derecha dejó de mirarme, qué alivio; es mejor que torture a otros con su mirada de buitre, qué aburrido se torna esto, será que no tienen más nada que hacer estos dos, como buscar al culpable, por ejemplo. Ni siquiera puedo ponerme a leer, no entiendo nada de este libro de literatura latinoamericana, todos estos estilos me confunden con sus regionalismos.

Miro hacia los lados buscando algo interesante en que distraerme; tres filas hacia la izquierda está Susie, con esa falda luce extremadamente sexy, aunque el pelo recogido no le va muy bien, a mi derecha, en la fila de adelante, está el tonto de la clase, si estos azulados observaran bien podrían llevarse a unos cuantos de aquí como sospechosos, como el chico que está sentado en la esquina del fondo, tiene esa mirada perdida de un enfermo mental, él podría ser el asesino, o ese muchacho al que le dicen Milton, se la pasa levantando pesas y practica lucha libre, quién más que él, además, fue suspendido del equipo por molestar a las chicas, ese podría ser un motivo.

El policía levanta una navaja ensangrentada que está dentro de una bolsita, dice que es evidencia, que la occisa logró apuñalar al agresor antes de morir, bien por ella, aunque no le salvara la vida. Eso es, ahora sólo tenemos que revisar a todos en esta ciudad para descubrir quién fue, comenzando por el recinto universitario. Tal vez no fue un hombre, sino una chica, dicen que muchas le tenían envidia a Margaret, por ser muy atractiva, por ser de una familia adinerada, por todos los privilegios de los que gozaba, todo eso cuenta, pero que estoy diciendo, en esta aula estamos unas treinta personas, cuando en todo el campus debe haber unos cientos, así que por qué estaría el asesino entre nosotros, es ridículo.

Ahora que el policía habla del lugar donde ocurrió, recuerdo que Tommy, el más estudioso de la clase, estaba en la biblioteca, poco después de que encontraron el cuerpo, y parecía que algo le preocupaba, yo fui para allá a buscar un libro, recuerdo que lo encontré alterado, dijo que era por un examen, sin embargo, no recuerdo que esta semana tuviésemos pruebas, me hubiese enterado, por algo estudiamos la misma carrera, es él, tiene que ser él, todo el tiempo fingiendo ser alguien inofensivo, dedicado, poco exitoso con las chicas, sí, de repente quiso forzar a Margaret a tener sexo con él y como se negó la mató sin compasión, en el forcejeo ella sacó la navaja aprovechando para cortarlo, esto hizo que se enojara más hasta el punto de hacer lo que ya todos sabemos; dicen que el cuerpo quedó irreconocible, que les costó identificarla.

Justo en el asiento delante del mío está sentado Carlos, miro hacia sus pies mientras divago entre estos pensamientos y veo que se le está humedeciendo una de sus medias de rojo, es como si estuviese sangrando de una herida en la pierna, me preguntó si será él, o si ese sangrado se producirá por alguna herida que se habrá hecho durante una actividad particular, pero no es a mí a quien le toca interrogarlo, eso es cuestión de la policía, pero si no lo digo ahora se va a escapar, lo voy a hacer, nada me detendrá, ese bastardo:

—Es él, apréndanlo —me levanté de mi asiento y lo señalé de manera acusadora—, pero ¿dónde se metieron los policías?, ya se fueron, es él, profesor, muchachos, él fue quien la asesinó, él asesinó a Margaret.

Me muevo rápidamente para colocarme al lado del profesor, uno nunca sabe cómo reaccionarán los maniáticos y reitero mis acusaciones, pero nadie se mueve de sus asientos, no parecen sorprendidos.

—Ya lo sabíamos —dice el profesor, sin ninguna reacción—.

—¿Qué haremos al respecto? —Pregunta Mina—.

—¿Qué harán respecto a qué? —Pregunto yo—.

—Esto no puede saberse, no puede salir de aquí —dice el profesor—.

De una esquina del salón se pone de pie la nueva estudiante de intercambio, me mira fijamente; se quita la peluca, las cejas, la nariz falsa, y ante mi sorpresa se limpia el maquillaje, entonces caigo en cuenta de que es ella, es Margaret, pero eso no tiene sentido, si ella está aquí, disfrazada, a quién identificaron, quién es la muerta. Mi cabeza comienza a colmarse de preguntas, pero antes de que pudiera formular alguna, antes de siquiera pensar en salir del salón, todos se levantan, el profesor me agarra por la parte de atrás del cuello, me pega contra el escritorio, previniendo cualquier acción de mi parte, todos los estudiantes, todos mis compañeros se acercan y entre varios levantan mi cuerpo al aire, me agarran las extremidades, inmovilizan mi cuerpo, puedo ver detenidamente el techo blanco, tengo la sensación que la mayoría de los techos que he visto son blancos.

 

Por Jimmy Castro

(Caracas, Venezuela, 1977)

Licenciado en Artes, mención Cinematografía, en la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela, 2012. Actualmente viviendo en Buenos Aires, Argentina.

Publicación en la antología Terror, volumen 3, de la Editorial Lebrí, México, 2023. Cuento: Bris.

Publicación en antología El Rostro del Olvido, homenaje a Mario Benedetti, de Gold Editorial, Colombia 2023. Carta: A mi Viejo.

Publicación en la antología Amor y Desamor, de la Editorial Lebrí, México, 2023. Cuento: Promesa.

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