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En algún lugar de Venus me buscan

¿Recuerdas cuando todo esto era cuestión de fé? Ten fé ya pasará. Y una iba por la vida con esas palabras como bálsamo; pero todo se agota, y no hubo manera de que pudiéramos comprar más faith drops en los supermercados. Bueno; al menos, no nosotras,  que no contamos con el poder adquisitivo de comprar faith drops por quinientos mil pesos como quién se compra un caramelo en una tienda o dice quedate con el cambio o acepta redondear sus centavos si la cajera se lo pregunta. Nosotras tenemos que aferrarnos al dinero como la única posibilidad para que mañana haya un plato de comida en la mesa. Yo sé que no me puedo quejar, lo sé y lo aprendí tan bien que ya ni siquiera se llorar, no me sale. El llanto presiona mi garganta y mi única manera de llorar es con la voz. Me salen gallos, me tiembla, se entre corta, se atora en cada consonante. Es desastroso, pero ya estoy acostumbrada. Me acostumbré con la chica pelirroja.

¿Te acuerdas de Claudia? Si, ella fue la primera chica que conocí cuando llegué. La veía siempre de lejos, siempre en la parte de atrás: del teatro, del cine, del bar y me dio esa corazonada que también era de fuera, solo al principio. No era fugitiva como nosotras, pero era muy simpática y cariñosa.

Desde la primera noche en que entablamos esa conversación sobre la película de Rémi Otton, ajá esa que salió en dos mil dieciséis. Yo traía de contrabando un frasquito chiquito de faith drops, así pequeño como para un hada. En la aduana no la detectaron, y mi sistema aún tenía el último rezago de faith drops que nos tomamos antes de cruzar. Así que planee usar el resto del frasquito en una ocasión especial.

Yo me fascine con Claudia, tu sabes que de donde somos nunca pudimos tener amigas, éramos demasiado gordas o demasiado altas o demasiado flacas o demasiado esto o aquello. Nunca le agradamos a nadie, pero Claudia estaba encantada conmigo. Salíamos a comprar ropa, a las tocadas, al cine, a pintarnos las uñas, a acampar y pasó lo inevitable: nuestra moneda sufrió otra devaluación y nuestros ahorros de miles, pasaron a tener dos ceros. Tú en tres turnos y yo en dos y Claudia quería ir al cine, a comer, al bar y mi cartera re-flaca. Yo tenía miedo de que lo notara, tenía que sostener la farsa. Comencé a vender el avon, tupperware, jafra y demás cositas que se me atravesaban en el camino y Claudia quería salir a conciertos y yo decía que sí y tú me recibías a coscorrones porque el dinero se me iba como agua. Me puse a hacer rituales de abundancia que encontré en internet, a manifestar dinero, e intencionar velas, a aventar lentejas y nada se logró, salvo negociar un poco con el casero el pago de la renta que nos quería subir; pero de ahí nada pasó.

Y así me la pasé medio año trabajando como loca en la maquila y en el restaurante, ofreciendo mis catálogos a las vecinas y compañeras del jale, y el resto que me quedaba en estar con Claudia y que no notará que yo ya no podía sostener el estilo que vida que ella sí.

De pronto un día Claudia conoció a Bere, ella tenía un consultorio en la colonia República y vivía con seis perros de raza grande que comían tres kilos de pollo fresco al día.  Claudia y yo nos separamos de tajo, no fue lento, un corte de tripas, un segundo y se acabó. Claudia ya estaba en otro mundo con gente linda y lugares lindos, yo no fui lo suficientemente intelectual ni rica para seguirle el paso, ni tenía experiencias hippies en viajes a Suecia para presumir.

Cómo quedaban las faith drops sin dudarlo las tome y unas semanas me la pase contándole a todos de como eramos perseguidas en otros lugares, tu sabes que a mi las faith drops me hacen sonar muy elocuente, muy erudita, y por supuesto me ayudaron a suprimir mi llanto, a no desparramarse en la cama por Claudia y quedarme ahí como muerta por semanas. Les canté a todos canciones en nuestro idioma, les conté que de donde somos tenemos recetas deliciosas que se hacen con faith drops, y logré que unos cuantos chicos aletargados por la marihuana me siguieran a todos lados. Pensaba que si Claudia veía como llamaba la atención de los demás, ella podría suturar rápidamente ese corte de tripas y calmar el malestar. Todo volvería a ser como antes, pero no pasó. Ella y Bere conectaron muy bien, es que si yo tuviera toda esa lana claro que le caería bien a todo mundo. Claro que siempre estaría contenta. Por eso te lo digo: No te encariñes de los locales, porque te van a cambiar por alguien super nice.

 

Por Betty Júpiter

(Texcoco, México)

Soy neurodivergente, me dedicó a impartir clases de inglés a infancias y jóvenes. Me gusta leer cuentos y poesía. Fui parte de la antología Inoportunas por Atrabancadas en 2021. En el mismo año me seleccionaron para asistir a la estancia literaria "Material de los sueños" que se llevó a cabo en las Islas Marías, algunos poemas y cuentos cortos están publicados en fanzines feministas.  Soy parte de colectivas en mi estado que se dedican a la difusión de la lectura de escritoras y a impartir talleres gratuitos.

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