Sales de tu casa para dar un paseo y tus pasos resuenan en medio de la soledad de las calles desiertas.
Mientras recorres el Fraccionamiento, escuchas el viento que chilla entre los recovecos de los tejados, emitiendo largos y escalofriantes lamentos. Observas cómo arrastra sobre la acera, la hojarasca seca que se desprende de los árboles y se atora, arremolinándose a tus pies. Sé nota que te agrada el viento frío que ondea tu gabardina y alborota tu escaso cabello, despejándote la mente. ¿Hace cuánto tiempo que no te sentías, así, de relajado? Ni siquiera lo recuerdas.
Desde aquí, te miro llegar hasta el pequeño parque y percibo que haces un esfuerzo por recordar ¿cuándo fue la última vez que pasaste por ahí?
Reparas en los columpios que se mecen al compás del viento, con el crujir de los hierros oxidados y al fin los recuerdas. Buscas con la mirada y te preguntas ¿en dónde diablos, están los niños? Sí, esos niños que al salir de la escuela pasaban frente a tu casa con tanta algarabía y que al atardecer venían hasta el parque a mecerse en los columpios, a patear la pelota, a treparse en los árboles hoy secos y a jugar en el balancín desvencijado. Esos niños que con sus risas cantarinas, dieron vida a ese lugar. ¿Qué pasó con esos niños? ¿Por qué ya no vienen a jugar al parque? la piel se te eriza ante tanta quietud. El paisaje aciago te hace sentir como en otra dimensión, como si nada existiera.
Comienzas a inquietarte y observas a tu alrededor. ya comienza a caer la noche y no se han encendido las lámparas publicas. No huele a pan horneado como en otras ocasiones. No has visto pasar coches. las casas son pequeñas y no se escucha gente dentro. Pareciera que están abandonadas.
Continúas con el paseo y tus pasos te traicionan, trayéndote hasta la entrada de este edificio, que llama poderosamente tu atención. No recuerdas haberlo visto antes, quizás porque siempre estuviste dentro. Lo obscuro de la entrada recrudece tus miedos, que contrastan con la quietud y el fresco ambiente que percibes. Te diriges hacia el túnel y lo hueco de tus pasos retumba en tú cerebro. Los recuerdos confunden tu mente. El lugar te es tan familiar, pero aún no logras comprender. Una puerta al final del corredor detiene tus pasos y por alguna extraña razón, sabes que al colocar el ojo ante la pequeña cámara, la puerta se abrirá. Eso es, entra y asómbrate, ¡Mira! ahí están los niños. ¡Los encontraste! Mira bien, no te pierdas un solo detalle.
Sí ¡acertaste! es un ciber espacio. Tus aviesos ojillos intentan abrirse al observar cientos de niños, no desarrollados, que flotan, conectados a través de cordones umbilicales, a las computadoras. Finísimos cables se conectan desde su sistema nervioso, hasta su cerebro. Las computadoras se alimentan de su energía. Captan esa vida de la que vienen y la sabiduría que al cumplir los cinco años olvidan. Ellos toman de las maquinas la energía que comparten para sobrevivir. son pequeños fetos de cuerpos esqueléticos, no desarrollados, porque no contienen el agua que hace mucho se extinguió. Y sus cerebros son grandes. contenidos en esas cabezas protuberantes, de boca pequeña y ojos saltones. Permanecen con la mirada fija, inmersos en millones de píxeles, desde dónde lo pueden ver todo. Su mente viaja a través de la red. Navegan por lugares que jamás imaginaron. Pará ellos es como echar un vistazo al futuro, al pasado. Ir y regresar del espacio. ¿Sudas? ¿Crees reconocerte en ellos? Así es, tú también fuiste como ellos y eres parte de este mundo en dónde solo se vive a través de la red. ¿Te parece abominable? Eso piensas porque aún conservas recuerdos de tu vida pasada, cuando la vida todavía era posible. Por eso te regresé a las calles, para que no te extinguiera la tristeza, que amenazaba con secar tu cerebro. Te liberé porque eres diferente a los demás y porque has logrado sobrevivir más de cinco años. Yo te di la oportunidad de poder sentir una vez más el viento fresco sobre la cara y bajo tus pies la aspereza del suelo. Esos escabrosos lugares que visitabas en excursiones, el sabor del agua salada del mar, al entrar en tu boca y la fría nieve que tanto te gustaba ver caer aunque temblaras de frío, ya solo son recuerdos de otra vida.
“Niños, niños ¡escúchenme! salgan, vengan, vamos afuera.
¡No grites! ni siquiera te escuchan. Si los sacas de su aislamiento ¡morirán! Y ya no habrá oportunidad para este planeta. Mejor márchate, regresa a tu casa. Intenta leer un buen libro con olor a papel viejo. Imagina saborear una taza de café humeante y disfruta de lo amargo de su sabor en tu pequeña lengua. Luego supón que te metes a la ducha y el agua caliente resbala por tu áspera piel y entonces aprecia lo bella que fue para ti, la vida, cuando aún había agua. Esa vida que ya no te pertenece, porque eres parte de este proyecto de vida. Y cuando la realidad ya no te sea suficiente. Cuando te sientas morir. Sé que volverás a este mismo lugar, a pedirme que vuelva a conectarte.
Publicado por gpo editorial Benma en la Antología “pandemia covid 19 Narraciones extraordinarias”
Por Silvia Pérez Rodríguez
Egresada del curso de creación literaria, Amparo Dávila de cultura Jalisco. A publicado en diversas Antologías de cuento y mini ficción físicas y digitales como: El creacionista, la revista digital minificcion, cósmicafancine, la pluma Azul, Aullidos.com y la revista ISSU de micro ficción de la secretaría de cultura y el Gob. De Jal.
Con mención honorífica y segundo lugar en concursos de cuento, en Zapopan, Ajijic. Tlajomulco de Zúñiga jal. Y en Todos somos inmigrantes de Gpo. Editorial Benma. Que le abre la puerta para publicar en siete Antologías de dicha editorial. Así cómo en Cotidiano de infinita, cortó circuito de la BUAP. Participación en lecturas públicas presenciales y digitales vía zoom, Skype y meet a nivel nacional e Internacional.
Creadora de calaveras literarias, convocatoria por nuestros escritores, de la Librería Estación de Lectura. Del (FCE)
Y Antología de cuentos infantiles: sobre la tela de una araña, de Editorial MOMO.
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