I
Lamentos en la niebla
La Muerte entronizada juzga mi vida. ¿Acaso es hombre, mujer o quimera? El vicio fulminó mi cuerpo, lo destrozó por completo; la lujuria consumió mi alma, no hay sosiego para este sufrimiento.
Antes de irnos, volteo y veo a Juliana, quien desgarra entre sollozos mis últimos recuerdos.
II
Guerra
Encontraron el cadáver afuera de la ciudad. Guillermo colgaba de un árbol, los buitres consumieron su cuerpo.
—Padre —le dice Adrián al anciano—; las lágrimas son para los débiles, así que no lloraré por usted.
Aquello hizo sonreír al cadáver, y entonces, Adrián comprendió:
«La vida no es un sueño, es una pesadilla de la cual no puedo despertar».
III
Divertimento
Ocurrió en junio, casi al final de la pandemia. Reunidos en torno a la Pila del Mono jugaron a las cartas. Una a una las velas languidecieron; una a una las estrellas se sumieron en la penumbra.
Terminada la partida, Lucifer dijo:
—Puede que hoy no acabe contigo, pero… la próxima vez te mataré.
—Cuando quieras, estaré esperando —contestó el ángel, elevó sus alas y huyó por la iglesia tenebrosa.
IV
Rosa del dolor
Deseaba huir de la habitación, de la ciudad, del jodido mundo. Mariana yacía al borde de la cama, desnuda; lo único que llevaba era un colgante que resplandecía deslumbrante.
Anoche ella se había acercado con una sonrisa. Se abalanzó y entrelazó sus brazos y piernas en mi cuerpo. La cubrí de besos y la hice mía. Pero hoy Mariana duerme en paz; sólo queda la sangre muerta sobre el lecho, la blasfemia en silencio palidece serena.
Por Luis Carlos Roa Gil "Dagor"
(Tunja, 1986) Maestro y escritor. Licenciado en Lenguas Extranjeras de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Ha publicado libros, relatos y minificciones en revistas de Colombia y México; ha ganado convocatorias en el sector cultural y ha sido tallerista del Festival Internacional de la Cultura de Boyacá. En la actualidad es profesor en la Normal Superior de San Mateo, Boyacá, corrector de estilo del concurso de cuento La Pera de Oro y bloguero.
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