Aquella noche de tormenta, cuando las nubes tupían la imagen estrellada del cielo, Cassius sintió caer una estrella. Despertó sobresaltado y lo primero que vio fueron los pequeños reflejos de diamante que se colaron sin permiso por la esquina desgastada de la ventana. Llenaban la estancia en penumbras, titilantes como sutiles luciérnagas diminutas. Se pasó una mano pesada por el rostro para asegurarse que no estaba todavía dormido y se levantó.
Al abrir la ventana, vio como afuera la bruma bailaba alrededor de las pequeñas motas de diamante, que expulsan finos destellos de luz por todo el campo abierto. A lo lejos, en la cima de la colina, un círculo de intensa luz blanca simulaba un plenilunio espectral. Escuchó el sonido de una voz dulce e hipnotizante que lo hizo saltar por la ventana directo a la colina, hacia la luz. Al llegar a la cima se percató de que había algo, o mejor dicho alguien, dentro de la esfera.
Una niña de gran belleza y cabellos largos color plata puso su mano sobre la esfera y con una mirada insinuante le indico que hiciera lo mismo desde el otro lado. El contacto helado y punzante lo hizo doblarse de dolor, pero por más que lo intentó no pudo retirar la mano. La joven desapareció y la esfera se fue llenado de un líquido oscuro y espeso, que con un crujido estridente comenzó a quebrarse.
La imagen fue tan sorprendente que ni siquiera trató de cubrirse del impacto. Los diamantes penetraron como cuchillas contra su carne, perforaron cada hueso, incrustándose en su interior mientras todo su cuerpo se helaba. Sentía que el frío congelaba su alma mientras lo llenaba de pena. Sangre helada y oscura comenzó a brotar de sus ojos de manera incontrolable.
Oyó de repente una voz lejana, que cantaba una melodía tan hermosa como irreconocible, levantó la cabeza y miró a la distancia una figura penetrante que lo observada. Cuando se acercó pudo ver a través de una máscara de porcelana unos ojos tan negros como vórtices del infierno. Se quedó perdido en aquella mirada, y su dolor comenzó a transformarse en placer.
Quedó embelesado con aquellos ojos profundos mientras escuchaba aquel cantar interminable, que llevaba su mente de recorrido hacia la ira y el odio.
Ya nada importaba, nada, excepto … matar.
Por Iris Frías Rivero
Mi nombre es Iris Frías Rivero, nací el 28 de junio de 1998, en Ciudad de la Habana. Estudio educación en Lenguas Extranjeras, en la Facultad Educacional de Lenguas Extranjeras de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona. Soy Egresada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso y miembro del curso de escritura creativa “Laboratorio de Escrituras” Mi primer cuento “Almas del Hades” fue publicado en el portal web CubaLiteraria.
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