Toma la rueca y se sienta a hilar cerca de la chimenea. Hila mantas, medias y batas bautismales, todos para el hijo que nunca llegará. Es incapaz de concebir, es lo que las ancianas del pueblo llaman una media mujer.
Su esposo se acerca y le acaricia el cuello, ansioso por ir a la cama. Suspira profundamente, no desea cumplir con los deberes maritales, pero una buena esposa siempre debe estar dispuesta.
Más tarde, en la madrugada, sueña que visita a la Reina de las Hadas, que es una liebre corriendo por las Tierras Altas, que vuela por los aires y ve países de los cuales nunca ha escuchado hablar. En el día, estos sueños se transforman en visiones vívidas.
No hay mucho que la esposa de un campesino pueda hacer durante el día, mientras él ara los campos de su Laird. Hacer pan, ordeñar a las cabras del corral que ha llamado Titania y Oberón, los reyes de las hadas. Hilar e hilar cerca de la chimenea.
Como no sabe leer ni escribir, imagina historias fantásticas en las cuales los animales hablan y las personas no. En ocasiones, imagina que son otras las manos que acarician su cuerpo sobre del camisón de dormir. Su esposo nada sabe de esto, para él ella es tan solo una mujer callada.
No sabe desde cuándo el animal la observa, un macho cabrío salvaje que la sigue por los caminos cuando va a recoger hierbas. Quizás quiere un poco de heno del establo, quizás quiere ser domesticado. Lo deja seguirla, no está de más un poco de compañía durante el día.
Una noche se despierta y lo encuentra frente a la ventana, mirándola con sus ojos negros. El animal se da la vuelta y echa a correr hacia la iglesia del pueblo. Sin saber bien por qué, se pone sus zapatos y lo sigue. Su esposo no se da cuenta de nada, tiene el sueño pesado.
Entra a la iglesia y encuentra al macho cabrío en el altar, el mismo lugar en donde el sacerdote santifica el cuerpo de Cristo.
―He estado observándote, Isobel.
La voz del macho cabrío le saca una sonrisa, es exactamente como la ha imaginado en sus fantasías.
―No deberías estar en el altar, es un lugar sagrado.
―Hace mucho tiempo fui un ángel, Dios me tenía en muy alta estima.
―Pero caíste y ahora eres tan solo un macho cabrío.
El animal le da una vuelta completa al altar, por un extremo entra en cuatro patas y por el otro sale en dos. Ahora es un hombre alto y atractivo, vestido de negro y con pezuñas bifurcadas en lugar de pies.
―Puedo darte lo que desees, firma mi libro y te daré un hijo.
Las palabras del hombre la hacen reír, el Diablo nada conoce de sus deseos, supone que desea un hijo porque es mujer infértil.
―No quiero un hijo, diablillo tonto.
―¿Qué deseas, entonces? Dímelo y yo te lo daré.
―Quiero visitar el País de las Hadas, quiero convertirme en liebre, quiero volar por los aires y ver las tierras que hay más allá de Escocia.
―Todo eso tendrás y más.
Frente al libro se da cuenta que puede escribir, la pluma se desliza sobre el papel y forma las líneas de su nombre, como si una fuerza invisible guiara su mano. El Diablo pone su marca en su hombro y chupa sangre de ahí, un gesto que la excita más que cualquier caricia de su esposo.
Se quita los zapatos y el camisón de dormir, un pacto con el Diablo debe ser sellado con cópula y es la primera vez que siente el deseo en su propia piel. No piensa en su esposo, dormido en el lecho matrimonial. Piensa en el hombre-bestia que la tumba en el suelo, en sus pezuñas bifurcadas y ojos negros.
No le importa que su miembro sea frío y su carne también, es un amante más atento que su esposo y eso basta para el éxtasis. Tampoco le importa que ambos estén en una iglesia, cosas peores se han hecho en el nombre de Dios.
Su simiente helada la llena hasta lo más profundo, acaba de recibir el bautismo infernal. Deberá besar el trasero de su señor y renunciar a su fe cristiana, una petición que está muy dispuesta a cumplir, ¿por qué contentarse con ser la esposa de un campesino cuando puede ser la amante del Rey de las Tinieblas?
El Diablo vuelve a tomar la forma de un macho cabrío y ella lo sigue desnuda hasta los campos verdes. El encantamiento para transformarse en liebre surte efecto bajo la luz de la luna llena, es hora de ir al aquelarre y conocer a las demás brujas.
Por Penélope Gamboa Barahona
Penélope Gamboa Barahona nació en San José, Costa Rica, lugar donde reside actualmente. Es estudiante de la carrera de Bibliotecología en la Universidad Estatal a Distancia y amante de la literatura y el cine de terror, así como también de la fantasía. Uno de sus relatos fue publicado en la Revista Virtual Quimera de Costa Rica.
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