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Antes de contar cómo nació la Constelación del Dragón, hay que hablar del universo. El universo conocido está dividido en siete “esferas” o ámbitos custodiados por protectores que a sí mismos cada cierto “tiempo” (según lo que entendemos los humanos por tiempo) se autoinfringen heridas para que de sus cuerpos brote su líquido vital, que no es sangre sino un río hecho a base de irinúcleos, pequeñas partículas llenas de una energía imperecedera. Haciendo esto, crean cada cierto tiempo nuevos seres a los cuales llaman hijos, hijas, amigos o amigas y les permiten que en su libre albedrío exploren la esfera o ámbito donde han nacido y así puedan pensar en el don maravilloso que se les ha concedido: el estar vivos.
Las siete esferas o ámbitos del universo conocido (pues el desconocido es mucho más complejo y tiene leyes que son incomprensibles para los seres que utilizan neuronas para procesar la información), son las siguientes:
-La esfera de Stygimoloch: en esta parte del universo abundan los agujeros negros. Eso está muy en concomitancia con su protector Stygimoloch, un ser con forma de reptil que está obsesionado con absorber conocimiento. Él crea y destruye casi al mismo tiempo. Siempre se pregunta el por qué de lo que hace. Sus múltiples creaciones le cuestionan su propia existencia. Suele ir de un agujero negro a otro en busca de vacío y soledad para poder pensar en lo extraño de su propio don de la vida.
-El ámbito de Albión: aunque se dice que ella es mujer, en realidad no tiene ni sexo ni género definido, es un ser ambiguo en todos los sentidos y lo que más ama es el conocimiento, en el cual él/ella se sumerge encontrando paz y tranquilidad. Sus mejores amigas son las enanas blancas, con las cuales habla eones y eones acerca de lo hermoso que es el universo conocido y de cómo le gustaría encontrar su propio origen e incluso fantasea constantemente con la idea de que habrá un supuesto fin del universo. Pero él/ella sabe que eso es un mito. No existe tal fin, según piensa.
-La esfera de los cuatro vórtices: aquí habita un ser que se divide cada 20000 eones en cuatro criaturas distintas, lo que los humanos llamaríamos un hada, un duende, un unicornio y una bestia de fango. Cuando llega el turno de que cada una rija esta dimensión, suceden cosas que afectan a todo el universo conocido. De repente los soles de cada sistema solar emiten explosiones que pueden incluso sofocar a los planetas más cercanos. Además, si se mide con aparatos especiales el sonido del universo, podría constatarse que cada turno tiene su propio sonido. Cuando el hada está al mando, se escucha una voz tenue y dulce. Cuando es el turno del duende, se puede oír una especie de risa juguetona; al ser el momento del unicornio se escucha un galope que hipnotiza. Pero mientras está la bestia de fango a la cabeza, el universo conocido, en su totalidad, entra en una melodía apagada, triste y misteriosa.
-El ámbito de las súper branas: Aquí habita una criatura que no tiene nombre. No tiene principio ni final. Solo se puede medir su presencia mediante aparatos muy sofisticados creados por habitantes del planeta Urio, que habita en la galaxia de Mayuria, perteneciente a dicho ámbito. Se le adjudica a este ser la creación de los custodios de cada ámbito. Incluso se dice que él creo todo lo existente. Pero nunca ha dicho si es así o no. De esta parte del universo se sabe que está llena de branas y portales por los que se puede viajar de una dimensión a otra.
-La esfera de la luz: Aquí quien custodia esta parte del universo es un gran esqueleto que danza a la vez que crea nuevas energías. Es el artífice de la gravedad, la física y la materia oscura de dicha esfera. Se le dice “de luz”, ya que con su baile, el esqueleto crea ráfagas de aire cósmico que al chocar con la materia oscura desarrollan una reacción en la antimateria, muy semejante a la luz. Pero no es luz. Es otra cosa. Algo que nunca se sabrá y que el esqueleto ha jurado jamás revelar puesto que al hacerlo, se desintegrará. Y él, de estas criaturas, es el único que le teme a la muerte. Él quiere ser eterno.
-La esfera del Dragón: Es en esta esfera o ámbito donde hay gran cantidad de vida y movimiento. Es en ella donde nació la Constelación del Dragón. Aunque es un ámbito pletórico y lleno de planetas que albergan vida, es altamente peligroso. Por eso mismo, por su inmensidad de seres vivientes. Como ejemplo de ello, está el planeta Tierra ubicado en la Vía Láctea, un hogar hermoso pero donde existe la humanidad, un conjunto de criaturas extrañas y contradictorias. Es posible que estas diminutas criaturas hayan dado muchos dolores de cabeza al Dragón.
-El ámbito del Caos: esta esfera o ámbito del universo conocido, es muy posiblemente parte también del universo no conocido. Se pasea entre todas las esferas ya que no tiene forma definida. Algunos postulan que alcanzó una nueva forma plasmática o que tiene un estado de la materia solo comparable con elementos mentales o psíquicos. La criatura que custodia esta esfera es llamada Phorusrakos o Ave del Terror, debido a que parece una enorme ave sedienta de devorar la vida. Al parecer puede tomar la forma de diferentes criaturas según la esfera que visite. A diferencia de los otros seres custodios, le gusta acercarse a cualquier criatura, por más diminuta que sea, y entabla con ella conversaciones que pueden durar días (según el día humano), y que pueden ir desde temas muy triviales hasta debates en torno al sinsentido de la existencia o la nula capacidad de controlar el libre albedrío.
Conocida la forma en que se divide el universo conocido, es hora de hablar puntualmente de la Constelación del Dragón. Hace mucho tiempo el Dragón se sentía muy angustiado. Intentaba hablar con sus hermanos custodios de las otras esferas del universo, pero estos no podían contestarle ya que estaban ocupados creando o cuidando creaciones. También destruyendo. El Dragón estaba inquieto pues no sabía qué hacer. Por un lado necesitaba entender su propia existencia, su propio cómo y porqué. Y por el otro, le producía mucha tristeza el ver cómo sus hijos e hijas a quienes había dado libre albedrío de crear en su ámbito, no siguieron sus consejos y comenzaron a construir aberraciones. Si bien su prole creó mucha vida, esta se llenó de odio, ira, venganza y sed de muerte. El Dragón estaba tan preocupado que citó a una reunión a todos sus hijos e hijas. Sin embargo, solo se presentó su fiel Migmamilion, creador de nebulosas y de planetas con agua y microalgas. El Dragón le preguntó que qué había hecho mal él como padre, pero Migmamilion le pidió que no se culpase tanto. La culpa no era suya sino del propio libre albedrío. Y que eso era parte de la conciencia y no era ni algo bueno ni malo. Simplemente era. Al hablar con tanta sabiduría, el Dragón le dio un nuevo don a su hijo: el don de poder contactarse mediante ondas telepáticas, con los custodios de las otras esferas. El Dragón pensaba que si sus hermanos no le escuchaban a él, quizás sí lo harían con su hijo. Sin embargo, al igual que a su padre, a él tampoco le oían. La gota que rebasó el vaso de las angustias del Dragón, fue saber que sus hijos estaban más pendientes de las palabras de Phorusrakos, el custodio de la esfera del caos (a quien el Dragón jamás reconoció como hermano), que de él. Este les indujo a crear en la Tierra a la humanidad. Al principio, el Dragón tuvo mucho miedo de estos seres los cuales para sobrevivir tenían que cazar a las criaturas que él había creado con sus propias garras: los animales. Pero después les tuvo compasión puesto que vio que vivían por muy poco tiempo y durante ese breve lapso solo se ocupaban en pelear y matarse los unos a los otros. O sea, estaban cayendo en los mismos males en los que habían caído las criaturas de otros planetas pertenecientes al ámbito del Dragón. Migmamilion también tuvo amor por la humanidad y se convirtió en un reptil que fue a vivir a la Tierra donde tuvo mucha prole. En su nueva forma de animal, Migmamilion tenía la misión autoproclamada de equilibrar el mal del mundo. Por cada muerte que había producto del asesinato entre humanos, Migmamilion se mordía un costado de su cuerpo, y de la sangre que brotaba de este, al hacer contacto con la tierra, nacía una nueva vida: una flor, un animal o incluso un humano con gran sabiduría y poderes sanadores. El Dragón observaba esto muy contento. Por fin, dentro de toda la angustia que le provocaba su ámbito, había un lugar donde podía sentirse pleno y satisfecho observando cómo su hijo era feliz. No obstante, Phorusrakos, que había vuelto de la esfera del esqueleto contra el cual luchó y perdió, volvió al ámbito del Dragón lleno de furia. Reunió a los cientos de hijos e hijas del Dragón y les pidió que mataran a Migmamilion e hiciera que la Tierra se convirtiera en la embajada del caos en el ámbito del Dragón. Los hijos del Dragón hicieron caso a Phorusrakos y libraron una batalla contra Migmamilion. Este, al morir, dejó una mancha de sangre que con solo verla producía alegría. Phorusrakos estaba furioso pues Migmamilion al morir no sintió dolor ni tristeza sino que estaba alegre por haber hecho lo que consideraba justo durante toda su vida. Phorusrakos decidió entonces irse y visitar el ámbito de los Cuatro Vórtices. Los hijos del Dragón se dispersaron para seguir creando lo que ellos consideraban mejores creaciones que las de su padre. El Dragón, al saber que su hijo más amado, y con el único que podía conversar y sentirse comprendido, había sido asesinado, entró en una tristeza infinita. Decidió entonces que en vez de seguir creando constelaciones, estrellas o planetas, él mismo se convertiría en una gran constelación que quedara justo sobre la mancha de sangre dejada por su amado Migmamilion. De esa forma, estaría observando e iluminando por toda la eternidad, la marca de alegría infinita dejada por su hijo.
Por Rodrigo Torres Quezada
(Santiago de Chile, 1984)
Estudiante de Psicología en la UAHC. Licenciado en Historia de la Universidad De Chile y Técnico financiero del Instituto Guillermo Subercaseaux. Ha publicado los siguientes libros: Antecesor (editorial Librosdementira, 2014), El sello del Pudú (Aguja Literaria, 2016), Nueva Narrativa Nueva (Santiago-Ander, 2018), Filosofía Disney (Librosdementira, 2018), Equipo Huemul (Editorial de Universidad de Los Lagos, 2020), Los cerdos de la ira (Editorial Camino, 2021) y Más allá del Antropoceno (TeoríaÓmicron, 2022). También ha publicado la trilogía de cuentos Podredumbre con La Maceta Ediciones (2018).El año 2024 obtuvo la beca de creación literaria del FONDART con el libro de cuentos Desastre Alterno.
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