Era mi segundo año en el internado Santa Eufrasia. Las chicas mayores me dijeron que había cambios, por ejemplo, muchas profesoras ya no eran monjas. La de religión seguía siéndolo por obvias razones. Era una mujer a la que le gustaba el orden y la pulcritud; por eso revisaba cada página de cuadernos y libros, nuestra vestimenta, uñas y limpieza en general. El ruido en su clase estaba prohibido. Me castigó incontables veces. Recuerdo una en particular, cuando cinco amigas fuimos llevadas al sótano para reflexionar sobre uno de los pecados capitales.
Discutimos bastante tiempo para elegir uno. A Claudia, la más osada, se le ocurrió lujuria. En vez de hablar sobre los inconvenientes del pecado, nos empezamos a contar historias que habíamos leído, escuchado; Katrina y Claudia aseguraban que habían experimentado.
Sonia dijo que vio a dos mujeres besarse en una playa donde fue de vacaciones. Entonces, Katrina me retó a besar a Claudia. Al principio me negué, ya no éramos unas chiquillas jugando, pero todo estaba tan aburrido y parecía que las profesoras nos habían olvidado allí, por eso acepté. Nos acercamos nerviosas. Tal vez por primera vez la miré bien, era hermosa. Sus ojos color miel brillaron de forma inusual cuando nuestros labios se tocaron, después ambas los cerramos, sentí el aroma dulce a frutilla de su aliento y la delicia de su humedad. Fue como morder una fruta jugosa y madura. En automático mis manos cogieron su cabeza y empecé a succionar. Ella respondió abrazándome. De pronto todo desapareció alrededor, solo éramos las dos en ese instante eterno, con la piel erizada y el deseo de no separar nunca más nuestras bocas, de comernos enteras, de seguir jugando con las lenguas y encendiendo nuestros cuerpos.
Las demás tuvieron que apartarnos. Se escuchaban los pasos de la profesora de religión. Desde entonces, castigadas o no, bajábamos al sótano a seguir descubriendo cuál era el verdadero significado de la lujuria.
Por Eliana Soza Martínez
Potosí Bolivia) Comunicadora, escritora, editora y gestora cultural. Publicaciones: Seres sin Sombra (2018). 2da. Edición (2020), Editorial Electrodependiente, Bolivia. Encuentros/Desencuentros (2019), publicación de autor, Bolivia. Monstruos del Abismo (2020), Editorial Velatacú, Bolivia. Pérdidas (2021), Editora BGR, España. Luz y Tinta (2022), Editorial EOS Villa, Argentina. Acuarelas (2023) Editora BGR, España. Umbrales (2023), Chicatana Ediciones, México. Cuéntame, libro infantil interactivo (2023) Letras en Rojo, Bolivia. El fuego que habita en nosotras (2024), Editorial Taller Blanco Ediciones, Colombia.
Sus cuentos fueron publicados en más de 60 revistas literarias y antologías de Bolivia, Argentina, Chile, Perú, Venezuela, Colombia, Guatemala, Costa Rica, República Dominicana, México y España. Algunas son: Escritoras bolivianas contemporáneas, Compiladoras Rossemarie Caballero Vega, Amalia Decker y Marcia Batista Ramos, Cochabamba, Editorial Kipus, 2019. Antología de cuento Femenino Singular, Escritoras bolivianas actuales (2021), Grupo Editorial Sial Pigmalión, España. América Fantástica: Cuentos Fantásticos de Latinoamérica (2021), Editorial Nebula, Brasil. Microfantabulosas, Relatos Fantásticos de Mujeres Fabulosas, (2021), Editorial Centro de la Cultura Popular Canaria, España. Moléculas, lectura en movimiento: Viaje al Centro de la ciencia (2023), antologadora Sandra Bianchi, OEI. Mujeres Minicuentistas (2023), Antologadores Guillermo Bustamante, Henry Ficher y Harol Kremer, Fondo de Publicación del Valle del Cauca, Colombia.
Participó en los Encuentros Internacionales de Microficción de la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz (2018 y 2019) y La Paz (2018). Los años 2020, 2021, 2022 y 2023 fue Coorganizadora, de los Encuentros Internacionales de Microficción para la Feria del libro de Santa Cruz y en Cochabamba en 2023. En 2023 participó como invitada internacional y fue parte de dos mesas de diálogo sobre narrativa, en la 27 Feria Internacional del Libro Lima.
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