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La noche de MeryWen

¡Auxilio!—grité, mientras corría escapando de la casa. Fue lamentable, pero entre la oscuridad perdí a las otras chicas, solo oí sus gritos y desde lejos sentí que las arrastraba y elevaba como títeres hacia las alturas. Como olvidar cuando dijo —esta noche, solo habrá una que obtendrá el perdón ¡corran! ¡que esperan!, si no MeryWen las alcanzará—. Su sonrisa se expandía como un eco interminable. Para ella todo parecía un juego y disfrutaba mientras, yo y las tres jóvenes con vida estábamos aterradas. La quinta era una pelirroja y no resistió, quedó al borde de la calvicie cuando ella le arrancó el cabello con las uñas.

Si tan solo me hubiera detenido a pensar hace algunas horas y analizar la repentina carta con el disfraz de obsequio que llegaron hasta mi pupitre, nada de esto hubiera ocurrido. Pero, no. Yo seguí mis impulsos y no entiendo como creí que Sebastián había sido quien me envió la invitación con sus iniciales S. M y, además para reunirnos en la casa abandonada que ocultaba tantos misterios. Crecí oyendo a mi madre aterrada, rogándome cada vez que pasábamos por la carretera que, nunca me acercara a ese lugar. Nunca entendí el porque.

Debía estar allí a las ocho de la noche con el disfraz de bruja puesto. Después, de meditarlo un rato, tomé una decisión y sin decirle a mi madre iría, si no me arriesgaba, perdería la única oportunidad de tener a mi amor platónico cerca de mi. Fui al baño de la escuela y me cambié, ya casi no habían alumnos. Vísperas de Halloween, entre tanto, me vestía pensaba en que era la primera vez que me disfrazaba, mi madre siempre odió esta fecha hasta ahora. Qué estupidez ¿por qué su molestia también debía ser el mía? Fue por todas estas razones que me dejé llevar por mi rebeldía. Faltaba una hora y me apresuré. El vestido quedó justo a mi medida, era de color negro, con una longitud hasta mis tobillos, en la parte superior rojo con cruces negras. Transité tranquila y llegué caminando por la orilla de la carretera, cruce por la barra de contención y avancé durante unos minutos hasta donde se hallaba la casa. Era de madera con las partes exteriores medio quemadas, estaba rodeada de algunos arboles milenarios. Toqué pero, nadie salió. Estaba nerviosa pues, lo único que se oían eran los pájaros trinando desde las alturas. El lugar tenía un aspecto lúgubre y aunque, aún no estaba oscuro, pronto anochecería. Creí que era una broma y estaba por marcharme cuando el chirrido de la madera vieja que poseía la puerta de ingreso, entreabrió. No estaba segura de entrar, hasta que una voz de aspecto jovial me dijo desde el interior.

—Entra —. Estamos todos aquí.

—Esta bien —dije algo desconfiada.

Comencé a abrir la puerta que estaba muy pesada. El suelo resonaba con las tablas de madera carcomidas y muchas devastadas por la quemazón. Seguí con cautela para que ninguno de mis pies fuera a dar un paso en falso y quedará atorado en medio del piso.

—¿Alo? ¿ Sebastián estas aquí?

No abstuve respuestas, hasta que la puerta de golpe se cerró, volteé y vi hacia un costado de la casa, donde hallé unas jóvenes vestidas igual a mi, atadas de pies y manos y con cintas en los labios. Se veían aterradas y tenían marcas en el cuerpo, como si las hubieran quemado Me apresuré y mi primer pensamiento fue correr hasta la puerta pero, sentí culpa. Así que, me desvié por el sentido contrario y fui a desatarlas cuando una voz me dijo:

—¿Qué haces niña? De aquí nadie sale hasta que ajustemos las cuentas pendientes.

La voz juvenil de la mujer que hace un rato me había invitado a ingresar, se transformó en una voz ronca y agría. Usaba una túnica que oscurecía su rostro.

—¿Qué quiere? ¿Por qué nos trajo hasta aquí? —dije aterrada.

—Siéntate niña. Si intentas correr, nunca saldrás con vida de este lugar.

Fui retrocediendo sin ver hacia atrás y choqué con un caldero donde había agua hirviendo dentro de él.

—Si tanto desean saber, me apresuraré en contarles una historia, para que ella trascienda y sirva de lección para muchos y por cierto, las protagonistas debían estar presentes. —Nos decía, mientras, apoyaba su espalda en la puerta de entrada.

Hace veinte años una joven llamada MeryWen vivía en esta casa con su abuela muy enferma. Ambas solitarias en este lugar y sí, eran brujas. Pero, no siempre una bruja emana maldad, simplemente tratan de vivir en armonía y lejos de la maldad. Pero, el mundo siempre busca una excusa para juzgar a otros, incluso sin que estas personas entiendan el porque. Seas bueno o malo, muchos hallarán la forma de sembrar la discordia, según sea su propia percepción. Y lo confirmaron cuando un día un grupo de cinco jóvenes aparecieron una noche de Halloween, tres mujeres y dos hombres tocando la puerta. Toc- Toc . Salió la abuela; le pidieron dulces y ella que con mucho esmero se levantó les dijo que no tenía. No obstante, un muchachito mugroso, vió por entre medio de la puerta el caldero y dijo:

—¡Bruja, es una bruja! Hay que quemarla —nos decía mientras jalaba el cabello de la pelirroja agonizante.

Sí, comenzaron a asentir la mayoría. Fue el pelirrojo, que sin una gota de remordimiento, prendió su encendedor e inicio el incendio. Entre tres empujaron a la anciana y cerraron la puerta. Mientras que, una jovencita impactada no hacia más que llorar. MeryWen, llegaba del río que estaba cercano a la casa, cuando vio que esta comenzaba a arder. Salió corriendo tras de los niños y con mucha tristeza los maldijo.

“No será hoy, pero, más tarde que nunca vendré por sus descendencias y vivirán el dolor que nos han causado hoy. Los maldigo y siempre que pasen por este lugar recordarán que aquí estaré esperando el día y la hora perfecta para que aprendan su lección. Serán sus actos los que destinen sus vidas”.

Corrieron despavoridos, mientras que ella fue por su abuela. No obstante, ya era muy tarde, su anciano cuerpo no soportó. Comenzó a lanzar agua por diversas partes, intentando apagar el incendio, hasta que una viga se desprendió golpeándola por la espalda, perdió la razón y cuando despertó, estaba la muchachita llorona parada frente a ella. Había terminado de apagar las llamas y la rescató de la muerte. Sin más, se echó a correr.

Y adivinen ¿quien era MeryWen? ¿Y quienes son los descendientes de esos muchachitos?

Ahora les daré la oportunidad de salir de aquí. Las iré desatando una a una.

Ya están. Ahora ¡Corran, antes de que MeryWen las atrape! Solo una saldrá con vida y dependerá de ustedes cuál sea.

Corrí y corrí hasta ahora que, ya estoy por llegar a la carretera. El vestido está hecho trizas, enredé con cuanto obstáculo hallé en el camino. ¡Oh, no por Dios! Me han jalado de los brazos arrastrándome por algunos metros, quedé nuevamente frente a uno de los árboles legendarios.

—Lucy. Hija de Sara. La última en hallar.

—Por favor déjeme ir, por favor —dije llorando con los ojos cerrados.

—Eres igual a tu madre —me dijo susurrando al oído. ¿Por qué corres con tanta prisa?

—Usted dijo que corriéramos.

—Lo dije, como aquel día en que acabaron con mi paz. Pero ¿Tú madre escapó aquella noche?

—No lo sé.

—Entonces, ve con calma y pregúntaselo en su cara. Ahora puedo ser libre. Ojala hayas aprendido algo. —Adiós —me dijo MeryWen, cuando abrí mis ojos ya no percibí su presencia.

Corrí hasta mi casa y fui donde mi mamá. Le comenté todo. Lloró y me confesó lo que cargaba en su conciencia y lo arrepentida que estaba de sus actos, por dejarse llevar por la determinación de otros. No obstante, actuó con audacia para corregir en algo un acto que causó una consecuencia fatídica. Desde aquel día no hallaba la paz. En ese lapso supe que era ella la niña llorona que salvó a la bruja de la muerte.

 

Por Marisela Riquelme

Nacida en Panguipulli, XIV Región de Chile, un 22 de octubre de 1991. Titulada como Técnico en Secretariado. Actualmente casada y madre de un hijo de seis años. Desempeñándose como tarotista orientativa y escritora de obras psicológicas, thriller y transformación personal. Su primer libro fue auto publicado en el año 2021. En la actualidad es parte de la antología internacional publicada: "Amor Oscuro", próxima a ser impresa bajo el sello de Asi es Leal, Editorial Mexicana. También participa en la Antología internacional: “Los Gritos de la Tierra” convocada en Argentina. Además, forma parte de un Colectivo Internacional de escritores como embajadora y Gestora Cultural. Ha participado en diversas convocatorias, publicaciones en sitios Web y Ferias virtuales de carácter internacional.






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