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La persecución

Sus pisadas resonaban en la vereda como los cascos de un caballo furioso. Aceleré sintiendo que el aire me faltaba, que me ahogaba, que el corazón me iba a explotar de un momento a otro como una granada. La calle estaba en penumbra, solitaria, las luces de las casas estaban apagadas como si ese fuese un pueblo fantasma. Tragué una bocanada de aire. Aceleré. Si la criatura, monstruo, o lo que fuera, me daba alcance, iba a ser mi fin. Doblé una calle, otra y otra. Perdí uno de mis zapatos pero seguí corriendo, cojeando, sintiendo que mi pie desnudo era desgarrado por los guijarros. No era un sueño ni una pesadilla. No estaba durmiendo, estaba corriendo tratando de escapar de las fauces de un monstruo. Un monstruo. ¿Quién se iba a imaginar que esa mujer era un monstruo? Había llegado unas horas antes a La Realidad y me alojé en un hotelito. Salí a caminar un poco y entonces la vi: iba sola por la vereda y la seguí. ¿Qué hacía una mujer en una calle solitaria casi a medianoche? Llevaba un diminuto vestido con la espalda desnuda. Aceleré los pasos para alcanzarla. A un metro de ella, le dije hey, amiga, ¿adónde vas? Entonces volvió el rostro y lancé un grito de terror: ese no era el rostro de un ser humano. Di la media vuelta y eché a correr. Podía sentir en mi nuca su aliento como una llama de fuego, sus resuellos. ¡Un parque! En los parques siempre hay parejas. Ahora sí estoy a salvo, pensé, respirando con alivio. Me metí entre los matorrales, ¿hay alguien ahí?, pregunté. No había nadie. Nadie vivía en ese pueblo. Sentía las espinas clavarse en mi pie desnudo. Escuchaba sus pisadas destrozando los arbustos caídos, quebrando las ramas. Tragué otra bocanada de aire. Más allá había un resplandor azul, unas luces. Estaba a salvo. Aceleré un poco más. No, no eran las luces de una calle. Era el mar. Esas lucecitas eran las de los barcos que entraban al puerto. A mis pies se abría un abismo. No podía retroceder. Salté antes que sus largos brazos me atraparan.

 

Por Harol Gastelú Palomino

(Perú, 1968). Licenciado en Música y Literatura por La Cantuta.

Premio Nacional de Educación en cuento (2004) y novela (2011). Finalista del premio Copé 2020 en cuento. Autor de los libros de cuentos: Historias urbanas (2005), La rosa negra (2015), La piscina (2017) y Los pasos en la escalera (2019).



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