Ahí, donde se disuelve el cuerpo
hasta la efervescencia
donde el clonazepam no hace efecto
y la luna se encarna en lo más profundo
de los huesos; ahí el sol se fusiona
con la vértebra y hace arder el silencio
ahí también las estrellas son un huésped
y nos nombran uno a una, en cúmulos de masas
y con números ordinarios
desconocen nuestras lenguas como nosotros,
desde la ignorancia, desconocemos las de ellas
y así, ahí mismo, cuando caen en la presión
de la curvatura del espacio, en sus últimos
momentos de vida, comprenden que somos
tan solitarios como su luz, lejanos unos de otras;
y aún en su inquietante fisionomía logran
lo que en biología humana llamaríamos llorar.
Ahí, donde la existencia de alguien
es un punto en la nada de otro,
un cuerpo a medio morir se pregunta
si también el humano, consciente de su soledad, llora.
Por Ángel Carrillo
Egresado de la carrera de Lengua y Literatura Hispánicas por parte de la FES Acatlán, UNAM. Ganó en dos ocasiones el concurso de poesía Décima Muerte por parte de la UNAM. Ha sido seleccionado para participar en tres ocasiones en el Encuentro Nacional de Estudiantes de Lengua y Literatura Hispánicas (ENELLHI). Sus textos han sido publicados en diversas revistas electrónicas.
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