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Foto del escritorcosmicafanzine

¿Lobo está?

Abril ajusta las ligas con delicadeza, como si una cámara la filmara. La cámara la amaría, se regodearía en sus curvas, captaría la sonrisa sensual que le despierta el contacto con la suavidad de las medias negras. Acaricia sus piernas, pasa los dedos, traza líneas sobre el tejido cerrado. Adora contemplar su piel pálida siendo engullida por la lycra centímetro a centímetro. Tiene firmes los muslos, es de caderas anchas, todo voluptuosidad. Al culminar el rito, la joven posa ante el espejo de pie. 

Trae un body de tul, se aprecian los pezones de unas tetas contundentes, la vulva en la entrepierna depilada. La visión la tienta a masturbarse, nadie consigue satisfacerla como ella misma. Rechaza la tentación, puede atrasarse. Estira la tela, prende los dos broches metálicos que terminan hundidos en el culo. Sujetada así la prenda, es hora de maquillarse. Apenas, no será completa la transformación, única parte del trabajo que ama; imagina que se produce para un amante ardiente. Su colega Lucy es más prosaica, se burla de su romanticismo. Razón no le falta, Abril le debe a su primer amor el llamarse así, es el alias de batalla que le puso Efraín; Estela carecía del glamour que requiere el nombre de una puta.

Se aplica una base, delinea los ojos. Suficiente, tiene una tarea antes de su cita. Hoy le toca reemplazar a Lucy, la habitual encargada de llevar los dulces a la abuela está de viaje; no quiere aparecer ante ella como si visitara un cliente. La excursión la hace dudar en cuanto a usar los tacones o llevarlos en la cartera junto a los cosméticos. La abuela vive en el bosque, en una cabaña del complejo que posee en el área turística. Las zapatillas serían más adecuadas, pero es su primer contacto con ella, desea lucir bien; los stilettos son inevitables.

Mientras se calza, anticipa el encuentro con la madama. Abril no ha participado en la elección de los códigos, estaban en uso cuando se sumó al staff de Ingrid, harta del maltrato y la explotación a la que la sometía su ex. Siete meses, las cosas han mejorado mucho; más dinero, mejores clientes, un apartamento bonito compartido con Lucy y Danielle. Pero todavía no ha estado frente a Ingrid, se ha manejado siempre por teléfono, con códigos como la visita a la abuela para referirse a la entrega del dinero recaudado. Está nerviosa.

Cartera sobre la mesa, revisa la cesta de dulces. Debajo de los pasteles hay un repasador; bajo este, los dos mil dólares, el porcentaje de Ingrid. Toca cubrirse para salir a la calle. Se coloca un impermeable largo, prende los botones, se cuelga la cartera de un hombro y sostiene la cesta con la mano izquierda. Una vez afuera, el viento la anima a cubrirse la cabeza con la caperucita rosa del abrigo. Camina oscilante hacia la parada de taxis de la esquina. En el revistero, Aníbal chifla, le dice un piropo subido de tono. Ella no lo escucha. El hombre sabe a lo que se dedica, si tanto lo calienta verla, que pague la tarifa. Mejor que no lo haga, es horrible. Como la mayoría, pero a los otros no los cruza a diario.

El taxista es nuevo. Le da la dirección del hotel Casagrande, el chofer no debe saber dónde va. Del hotel a las cabañas hay un kilómetro por el sendero del bosque, una ruta discreta. El secreto es vital. Está la policía, pero también está Lobo, mucho más peligroso. La policía se soluciona con una tarifa. Lobo maneja trata a gran escala, empresarias como la abuela o prostitutas libres como Abril y sus amigas son amenazas para su negocio.

Cerrado el abrigo, el taxista abandona los intentos de espiar a través del retrovisor. Alicia saca un espejo; con la excusa de mirarse la cara, observa si algún coche va tras ellos. El chofer se llama Claudio, ella le da su nombre, no hay razones para ser antipática con un hombre al que quizá recurra por favores, como suele hacer con los colegas. Los taxistas conocen proveedores; por unos días tiene reservas, prefiere estar lúcida ante la abuela, aunque la noche anterior se le haya hecho eterna al privarse del porro.

Con lentitud, Abril encara la puerta del hotel, la capucha metida hasta las cejas, la cabeza gacha; cuando escucha que el taxi se marcha, apura el paso y gira hacia el jardín.  Allí hay una arcada de maderas rústicas; el inicio del sendero. No teme perderse, las instrucciones de Lucy fueron claras. Está desierto, como preveían. Lobo no las tiene registradas todavía, buena señal. Arriba a las fuentes, destino del sendero. Un letrero señala las cabañas de la abuela; Cabañas del Sol, poco original. Las fuentes son tres y están secas, otro timo turístico. Hay bancos de piedra, desmejorados. Nadie ve cuando Abril se interna en el bosque.

Son cuatro las cabañas a la salida del sendero. Pequeñas, una ventana al frente. Ingrid la espera en la del rosal delante del porche. Perfecto. El suelo está cubierto de césped, las pisadas son amortiguadas. Quita el polvo de los zapatos con los bordes del impermeable. Alza la canastilla con ambas manos luego de golpear. La voz que le responde es más grave de lo que esperaba, un poco ronca, de fumadora. Se siente una tonta al dar la contraseña.

—Soy Abril, abuela, vengo a traerte los pasteles.

¿Pasteles o dulces?, se pregunta, inquieta. La puerta se abre, ha acertado. Se sorprende, Ingrid es mayor de lo que esperaba; por las arrugas de los ojos ronda los sesenta. Bajo una minifalda azul lleva medias negras opacas; hace calor para usarlas, Ingrid no ha de sentirse bien. Las piernas son flacas, rígidas pantorrillas y duros muslos. Abril le besa la mejilla, ella la acompaña al interior con la mano en la cintura. 

La sala es cómoda, hay sillones, televisor grande, muebles bajos, adornos diversos, cortinas rosas. Detrás adivina un corredor ancho, la cocina, habitación y baño. Abril capta eso en un vistazo, su atención está concentrada en la madama. Adelanta la canastilla. El maquillaje de la rubia dueña de casa le parece excesivo, furiosos labios rojos como las uñas. 

Advierte que las manos que cogen la cesta son grandes. Mira los zapatos, grandes también. Alza la cara, la abuela tiene la boca abierta, caída la mandíbula como la del baboso cuando pasa por el revistero. ¡Ingrid es travesti! ¿Cómo no la advirtieron sus amigas? Sorprendida, tarda en entender que le ha hecho una pregunta.

—¿Cómo? Perdón, es mi primera vez con usted, estoy nerviosa.

—Tonta, ¿cómo vas a ponerte nerviosa por ver a la abuela?

La madama deja la cesta sobre la mesilla, no ha sacado los dulces, no ha contado el dinero. El asombro aumenta, la tenía por desconfiada.

—Te preguntaba si tenías una cita más tarde.

Entiende que es una clase de prueba, la abuela concierta las citas. Mientras se deja conducir de la mano al sillón de dos cuerpos responde que sí. Ingrid se detiene, la suelta.

—A ver, quiero examinar cómo irás vestida.

Abril lo encuentra lógico, le ha enviado fotos, pero es la primera vez que su jefa la ve. Se quita el abrigo, explica la falta de maquillaje. Ingrid admira la generosa geografía de su pupila. Se pasa la lengua por los labios, le saca el impermeable rojo de la mano y lo arroja lejos. Abril advierte la erección, no entiende. Siente la mano de Ingrid metiéndose en su culo, le desprende el broche, dos dedos gruesos empiezan a hundirse en ella. Suelto el body, en dos segundos la abuela se lo quita. Le muerde las tetas, la arroja contra el sillón. La lubrica mientras se desnuda; pasa la blusa por su cabeza, se lleva la peluca rubia en el movimiento. 

Abril observa el pecho velludo mientras la otra lucha contra los cancanes para liberar su sexo urgido. Los muslos de la joven reciben golpes del pene en las sacudidas; es grande. Pronto Abril se recupera, sabe cómo manejar a un hombre caliente. Simula placer, él le pellizca un pecho mientras se arranca la minifalda. Logra por fin soltar el pene oscuro, hace que Abril lo acaricie. Le hace doler mientras la prepara para la penetración. Ella no se queja, lo alaba; agradece que esté en esa postura donde no puede llegar a chupárselo. Intenta controlar el miedo; esa no es la madama, ese no es una travesti, ese es un macho disfrazado, ese es Lobo. El tipo le muerte la oreja, está adentro. Empieza con las sacudidas violentas. Abril gime, la cabeza a mil tratando de encontrar una forma de escapar del criminal. Lobo la convertirá en una esclava sexual y la venderá a algún burdel del bajo mundo.

Las manazas se aferran del borde del sillón para dar más ímpetu a las embestidas. Abril lo estimula, le pide que sea más fuerte. A su pesar, está excitada. Se pregunta si es la proximidad de la muerte la que la acerca a un orgasmo, en tanto el hombre cabalga con energía. La boca pierde baba que cae sobre la frente de la joven. Ella no consigue controlar las contracciones de su vientre, se aceleran. Lanza un aullido, él se suma con un alarido. Abril alza la vista, ve la cara que sube hacia la pared; sus manos están en la cintura de él, empuja con toda su fuerza hacia arriba. Escucha un crujido en lo alto, contra la pared. Laxa, se abandona en el sillón. Laxo, resbala el cuerpo de Lobo sobre ella.

Se toma unos minutos, ha soportado sobre ella decenas de hombres dormidos en el mismo instante de la eyaculación. Se toca, Lobo acabó en ella. Mueca de asco. La sorprende sentirse plena, satisfecha. Mete las manos sobre sus senos, desde allí empuja el pecho del hombre para quitárselo de encima y arrojarlo al piso. La cabeza ensangrentada pega en el borde de la mesa al caer. Lobo no está dormido, Lobo está muerto. Abril se pone de pie, recoge la cartera, camina hasta la ele; como ha calculado al entrar, está la cocina y hay dos puertas. Abierta la del baño. Se enjuaga, se lava la cara, se maquilla con sobriedad. Limpia lo que ha tocado con la toalla. Sale. Duda si visitar el cuarto, intuye que allí está el cadáver de la abuela. Escoge irse, Lobo no hubiera actuado de esa manera de seguir Ingrid con vida, ¿para qué entristecerse?, la visión le quedaría grabada para siempre.

Retorna a la sala, no dedica otra mirada al esperpento en que se ha convertido el hombre; cráneo partido, cara sangrante con maquillaje chorreado. Lo que hace es frotar bien la cesta, luego de tomar los dos mil dólares. Los mete en la cartera, limpia cuanta superficie encuentra y sale al camino. Nota las piernas débiles, la blandura del césped le hace pensar que está levitando, Lobo la ha llevado al paroxismo. Le duelen las tetas mordidas tanto como la zona genital en la que el hombre no tuvo gentilezas, Abril se pregunta si será masoquista.

Mucho más tarde, de regreso en el departamento, la cartera engordada con otros cien dólares fruto de la cita de las cinco, se hace otra pregunta, ¿de dónde había sacado Lobo zapatos de mujer tan grandes? Entra Danielle en ese instante. Le guiña un ojo; en sus palabras encuentra Abril la respuesta al último interrogante.

—¿Te dio la abuela el tratamiento doble? ¿Alguna vez viste una tan grande?

 

Por Juan Pablo Goñi Capurro

(Lomas de Zamora, Argentina, 1966)

Escritor, dramaturgo y actor argentino. Publicó: “Islas efímeras”, Ed. Rubeo, España, 2023; “El tango que te prometí”, Ediciones Jaibaná, Argentina, 2023; “Soltando la mano”, La Verónica Cartonera, España 2020; “El cadáver disfrazado”, Just Fiction, 2019; «Agosto», «Destino» y «Cabalgata» (Colección Breves), 2019; “La mano” y “A la vuelta del bar” 2017; “Bollos de papel” 2016; “La puerta de Sierras Bayas”, USA  2014. “Mercancía sin retorno”, La Verónica Cartonera, 2015. “Alejandra” y “Amores, utopías y turbulencias”, 2002. 

Más de mil textos publicados en Hispanoamérica, a través de antologías de editoriales (Ed. Visor, El gato descalzo, Ed. Solaris, Las nueve musas, Ed. Folla-g, Ed. CTHULHU, Ed. Pandemónium, Ed. Anuket, Kanon editorial, Ápeiron ed., y otras) y en revistas o páginas como Sinestesia, Letras y Demonios, Aeternum, Alas de cuervo, Rigor Mortis, Penumbria, Espejo humeante, Tártarus.

Entre otros reconocimientos, obtuvo: I Premio Novela Corta de Aventuras La Legión de la frontera (España) 2023, Premio Novela Corta “La verónica Cartonera” (España), 2019 y 2015. Ganador VII certamen de microrrelatos de Montserrat (2022) - Ganador Primer premio VII Edición del Concurso de Cuentos «Caperucita feroz» Ed Ápeiron (España) 2023 -2do Premio Tierra de Monegros 2022- Ganador Certamen de microcuentos del Ficta (Festival internacional de cine de Terror) de Atacama 2022. Premio teatro mínimo “Rafael Guerrero” 2015.

Colaborador en Solo novela negra (relatos).


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