Me enteré del primer caso por mi vecina Josefa, cuando me platicó al respecto yo escupí un poco de té negro, entonces me parecía que aquello era como sacado de una película de ficción. Si bien, en aquel momento me sentí sorprendido, fue mi esposa la que me confirmó los chismes del barrio. Era verdad, los cuerpos estaban escapando lejos de sus dueños originales.
Hace ya más de trescientos años que los humanos habíamos abandonado el plan de mantener los cerebros dentro de nuestros cuerpos. Con la tecnología desarrollada por los colonos de Sileron (en Tau Ceti e), aprendimos a preservar nuestros cuerpos y llevar nuestros cerebros fuera de ellos. Para eso se habían desarrollado complejas máquinas a prueba de impactos, que después fueron reemplazadas por cuerpos sintéticos similares a los androides, pero mucho más resistentes y moldeables. Entonces nuestros cuerpos orgánicos, se convirtieron simplemente en un accesorio para la reproducción humana, los placeres mundanos y los vicios siempre necesarios. De eso hace ya más de 300 años como digo.
Por ello, cuando en las noticias nos avisaron de los cuerpos fugitivos, muchos corrieron espantados a revisar virtualmente sus armarios, incluso yo recuerdo que tuve miedo de que mi cuerpo pudiera volverse de esos y revisé varias veces que no fuera el caso. Aparentemente, los científicos indicaron algunos cuerpos estaban presentando nuevas “conciencias”, sin necesidad de un cerebro, pero la información era confusa;, todavía recuerdo al charlatán de Mariel Hosk informando que aquello era simplemente producto de una “enfermedad extraña”, de esas que no tienen cura ni explicación razonable.
La medicina de esos años, descubrió que los cuerpos humanos eran capaces de formular ideas y dar órdenes al cuerpo sin necesidad de un cerebro;, y mientras la sangre fluyera, los cuerpos podían abrir las puertas del clóset y salir corriendo. Aquello sonaba como algo sumamente peligroso, los cuerpos solos no sabían de voluntades y muchos podrían escapar y ser atropellados sin posibilidad de salvarlos.
La verdad era que todos queríamos un cuerpo humano, esa era la mejor forma de satisfacer nuestros deseos mundanos como saborear una naranja, salir a bailar o disfrutar una tarde con un buen café. Incluso los niños deseaban conservar sus cuerpos, era tradición usarlos para dar el primer beso y aprender a tocar a otras personas de la mejor forma.
Cuando el problema comenzó a crecer, todos le pusieron candados a sus cuerpos, los dejaron encerrados en casa y se volvió complicado salir con un cuerpo humano sin ser interrogado. Muchos suponían que los traficantes aprovecharían la oportunidad para robarse algunos cuerpos sin dueño y habríía que salir con identificación para no correr el riesgo de quedar desnudo en una caja de cerebro prisionero. El asunto fue más cruel de lo que algunos pensamos:; se descubrió que muchos criminales intentaban robar cuerpos de personas ricas o famosas cuando estos actuaban por sí solos, pero al poner sus cerebros en aquellos cuerpos, una extraña reacción química comenzaba a freírlos.
Era totalmente anormal, en teoría cualquier cerebro podía tomar el control de cualquier cuerpo, claro, siempre que este tuviera en la estructura craneana adecuada, pero estos nuevos “cuerpos fugitivos”, comenzaron a rechazar otros cerebros.
Así fue como empezó el caos, la primera mañana del nuevo año se reportaron varias muertes de personas que probaban sus viejos cuerpos para escapar un rato de los cuerpos androides. Se decía que la química sanguínea había evolucionado sin nosotros y las cosas comenzaron a ponerse raras. Una mañana, nuestra vecina gritó para pedirnos ayuda, nos contó que su cuerpo estaba sentado en su mesa esperando hablar con ella, recuerdo que me reí muy fuerte y la acompañé a su casa sugiriendo que dejara de ponerle tantos programas a su núcleo de energía. Pero al entrar en su sala, me asusté tanto como ella, era verdad aquella historia. Su cuerpo, estaba frente a nosotros, aparentemente sin ninguna conciencia, pero sirviéndose un té negro bien cargado, decía tener su propio nombre y nos exigió derechos como si se tratara de un humano.
Llamamos a la policía y cuando llegaron el cuerpo fingió demencia por un rato, finalmente comenzamos a provocarlo hasta que reaccionó con violencia y tuvieron que sedarlo para llevárselo. Después de aquel susto tuve miedo de que mi cuerpo o el de mi mujer se pusieran violentos contra nosotros, así que les hablé con claridad y les dije que si un día querían ser libres bastaría con que nos lo dijeran y yo los apoyaría.
Pasaron algunos meses más cuando una nueva investigación global reveló algo sorprendente: muchos cuerpos humanos habían desarrollado sus propios cerebros fuera de los nuestros, estas nuevas mentes residían cerca de los estómagos de muchos humanos. No todos tenían la suerte o la desdicha de tener un cerebro nuevo alojado en sus cuerpos, pero aquellos que, síi lo hacían, fueron llamados por la autoridad paraa tomar una decisión. Podían negociar con estos nuevos cerebros o eliminar por completo los cuerpos antes de que estos seres tomaran conciencia por completo.
Hubo grandes asambleas, protestas y discusiones en nuestro planeta, así como en el resto de sistemas, pero finalmente se llegó a la decisión de que estos nuevos seres tenían derechos y se abrieron los podios para escucharlos; la mayoría de cuerpos estaban dispuestos a trabajar con nosotros y unirse a la sociedad como nuevos humanos, pero algunos pocos buscaban más, querían tener su propio planeta alejados de nuestra tecnología y apartados de sus creadores. A todos se les aceptaron sus propuestas y solo un par de ellos, que actuaron con violencia fueron eliminados.
Así cambió en menos de un año la historia humana, a mi esposa y a mí no nos tocaron cuerpos con cerebros, lo supimos después de un escaneo de cuerpos. Y nunca hemos visto a nuestros cuerpos reaccionar sin nosotros, pero fuimos testigos de los primeros cuerpos que tuvieron vidas propias. El cuerpo de nuestra vecina, por ejemplo, se enamoró de su versión androide de sí misma (la que nosotros conocíamos) y terminaron casándose, hace casi treinta años.
La verdad es que ya casi nadie les llama “cuerpos” a los “metahumanos”, excepto nosotros los viejos, pero al menos en mi caso no procuro utilizar el término de un modo ofensivo o despectivo, como lo han hecho algunos en estos años, sino simplemente de forma descriptiva para describir este suceso reciente, es parte de mi vocación como historiador, anotar a detalle todo lo vinculado a la historia de los metahumanos, que se han vuelto parte fundamental de nuestra sociedad. Ojalá algún día, los sucesos que hoy les narro, les parezcan normales y podamos coexistir, con cuerpos humanos o androides, en un mundo más libre y diverso para nuestros descendientes.
Por Pablo Díaz Varela
Egresado de la carrera en Estudios latinoamericanos por la UNAM. Actualmente trabaja como asistente de corrección de estilo para páginas web como la Academia de Artes de México.
コメント