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Los pies de Alania

Agarra el celular y medita un momento, piensa en responder. Bloquea la pantalla, espera. Se come las uñas de los dedos. Siente una ligera humedad entre las piernas. Vuelve a agarrar el aparato y mira el mensaje, pero no escribe nada. Hay un terror primigenio que le muerde la boca y le digiere las palabras. Que le entumece los dedos raquíticos. Se acuerda de su novio y del mito que le contó la mamá de su amiga. No puede sacar de su cabeza la mirada del enano, ni la fiesta del sábado donde conoció a ese chico que la observaba desde la piscina y le hizo un gesto de invitación. Todavía no sabe cómo él consiguió su número, no recuerda habérselo dado en esa conversación que duró al menos dos horas. Comprende que Sara la salvó cuando se la llevó a la cocina y le dio un vaso con agua. Cuando le dijo que estaba borracha y entendía que la euforia del egreso podía excitarla más de la cuenta. Pero no, no era el fin de curso, ni el viaje de egresados, tampoco los nervios por empezar la facultad de derecho. Canela conoció el fruto prohibido cuando vio a ese morocho contatuajes que tiene una voz ronca y madura y que es tres años mayor que ella. Que la desnuda de par en par con solo mirarla. Quiere confirmar ese mensaje donde él la invita a su casa a ver una película. Repasa mentalmente la cara de su novio e intenta anular la calentura que le genera ese otro, el morocho. La imagen del enano es intrusiva, demandante, como un verdugo a la espera de su primer pecado. El enano del cuadro. El cuadro que colgaba en la cocina de su amiga Sara y la miraba de manera juzgante.

Abre el chat y le escribe a su tía. Quiere contarle el mito de “Eithan, el sádico”. Espera quepueda disipar sus dudas. Confía en ella, es una persona inteligente y con varios títulos debajo del brazo. Una de las primeras mujeres que luchó con el pañuelo verde en el cuello. La saluda y rápidamente prosigue con el relato. Le cuenta que Eithan era un dios: un dios enano. Que la voluntad del universo fue crearlo de ese tamaño, quizás por una alteración cosmogónica o porque el dicho de que el veneno viene en envase chico, es cierto. El tipo estaba casado con Alania, que antes del punto inflexivo en la historia, era la diosa de la castidad. Era casada y virgen, piensa. Canela se echa a reír y divaga un momento en una breve comparación con la Virgen María. Vuelve sus dedos al teclado, le cuenta que su mujer lo engaña. Lo hace con su mejor amigo Keynos, quien no tenía jerarquía teogónicahasta ese momento que pasó a ser el dios de la traición. Esto enfurece a Eithan, quien siempre portaba un sable filoso como símbolo de poder. Cuando descubre el engaño, decide castigar a su esposa cortándole los pies. Sí, le cercena la parte del cuerpo más preciosa y sublime que una diosa puede tener. Lo hace a sangre fría, delante de su amante, para luego comérselos crudos, arrancando los dedos con los dientes y dejando borbotar la sangre sucia. Porque es una sangre que está manchada, impura. Canela le explica a su tía que ella es como Alania y que tiene miedo de sí misma, de las pulsiones primitivas que azotan su cuerpo como descargas eléctricas. Su tía no responde, apenas se marca una tilde en el whatsapp. Espera un instante y vuelve a escribir para cerrar la historia. Le expone que Eithan, después de haber cortado y comido los pies de su esposa, la lleva al círculo de la vergüenza, donde padece las burlas y el abucheo de los otros dioses y que muere desangrada unas horas después. La dejan tirada en el suelo, a modo de ejemplo y como símbolo de libertinaje. Su amante la saca barata, lo decapitan y tiran la cabeza al río.Canela no puede creer lo absurdo que suena todo eso. Sin embargo, experimenta unos escalofríos que descienden por la nuca y sensibiliza toda su espina dorsal.

Es tarde, Canela deja el celular en la mesa de luz y se dispone a dormir. Esa noche no descansa bien, tiene pesadillas permanentes. Sueña que está tirada en un bosque ligeramente deforestado, con insectos que le caminan encima y dejan una estela de baba muy parecida a la pulpa del aloe vera. Siente asco, le dan arcadas. Intenta levantarse, pero no puede. Tiene las piernas pesadas. A lo lejos vislumbra una figura negra, sin rostro, de un tamaño mediano, como un perro adulto. Se acerca a ella agazapada, emitiendo un sonidomuy parecido al graznido de las aves. Al de un buitre que busca carroña desde lo alto. Canela intenta moverse sin éxito, todo su cuerpo está engargolado a excepción sus ojos. Mueve los globos oculares de forma frenética, como sucede en la fase MOR y observacomo el cielo gris se descompone en fragmentos escurridizos, como un puñado de gusanos que van cayendo atraídos por la fuerza de gravedad. Entiende esta catástrofe como una plaga divina. Por fin la figura se abalanza sobre ella y le arranca el pie de un mordisco. Escucha el crujir abrupto de los huesos, experimenta la fractura expuesta y las fibras musculares desprendiéndose del resto del cuerpo. Todavía no se recupera del dolor y la criatura, que ahora adoptó un tamaño abominable, le amputa el otro pie. Esta vez el método que utiliza es diferente, Alania siente un corte preciso y quirúrgico, como el que se hace con un cuchillo afilado o una gran espada. Aúlla como una loba que se ha perdido de la manada. La lluvia de parásitos que ahora se arrastra por su piel, le va comiendo la carne como si se tratara de un cadáver exquisito y único. Cuando se siente morir definitivamente, se despierta de manera brusca y queda sentada en la cama. Inspecciona su cuerpo y toca las sábanas para comprobar que están mojadas y se da cuenta que no siente las piernas, como hace un momento en el sueño. Tira el acolchado al suelo y revisa en profundidad. No percibe otra cosa más que oscuridad, entonces desbloquea el teléfono y alumbra con la linterna. Cuando hace esto, se horroriza. Descubre un charco de sangre que le ahoga el cuerpo y ve un par de pies. Son los suyos, están cercenados y flotando en ese mar prehistórico, misógino y cruel. De repente suena el celular, es la alarma que le indica que son las siete de la mañana. Abre los ojos y explora su cuerpo nuevamente pero con desesperación, en especial las extremidades inferiores. Revisa los mensajes, es su tía que le dice que no se preocupe, que todavía es joven y tiene tiempo de equivocarse. Pero Canela huele muy de cerca el olor ferroso que desprende la sangre; la suya, la de Alania, la de todas las mujeres del mundo. Abre el chat del morocho que todavía espera una respuesta. Él tiene nombre, pero no puede pronunciarlo. Antes de verse mutilada otra vez, bloquea el contacto y le escribe a su novio. Le dice que necesita un tiempo y que no va a ir al viaje de egresados. Le recuerda que lo quiere mucho y que la juventud es una página que se lee una sola vez. Entonces se levanta y cepilla su pelo castaño claro. Se mira al espejo y elige ponerse unas sandalias que resaltan la blancura de sus pies.

 

Por Ximena Moreno

(Río Negro, Argentina, 1992)

Escritora independiente y columnista de la comunidad Verso Inefable de Latinoamérica. Ha sido participante de talleres de escritura, tanto online como de forma presencial. Ha sido premiada y publicada en convocatorias literarias como El Axioma, Anacronías, Cruz Diablo, entre otras. Su estilo narrativo se aboca al terror social y psicológico, personajes t.

eriomorfos, realismo mágico y escenarios distópicos.

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