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Mantenlo sedado


Collage hecho por el autor

Pensamientos e ideas que chocan, colisionan en una revolución de sobreanálisis que rebasa el precepto de lo común. Resonando cual irritantes ecos que, presurosos, se transforman en ruido incesante que se desliza de un lóbulo a otro; cual negros y siniestros ciempiés que hurgan bajo mi piamadre.

Pensamiento fatalista, tendencia autodestructiva.

Está pasando otra vez. Podría huir, podría desaparecer, podría pretender que nada pasó. Podría solo dejarlo en mi cabeza e imaginar, tortuoso, en qué hubiera pasado. Pero no quiero hacerlo más.

Desconéctalo.

No solo tiende a pensar o razonar, sobreanaliza. Autosabotea. Todos lo consideran brillante, admirable y capaz, pero conmigo es mordaz.

Quiero dejar de pensar tanto.

No quiero su juicio. No quiero que inquiete mi felicidad, murmurándome dudas y circunstancias que no ocurren – y quizá nunca ocurrirán- hasta absorber todo rastro de alegría. No quiero que se burle de mí, o de sí mismo. No quiero que me explique por qué no soy suficiente. No quiero que enfoque mis defectos ante el espejo. No quiero que me manipule.

Se ríe de mí porque siempre demuestra tener razón, y eso me ha llevado siempre a resignarme. Es una bomba de tiempo con millones de cableados axonales y conexiones dentríticas que vuelven más difícil encontrar el cable correcto. ¿Sabrías cuál cortar para evitar que estalle?

Pero no temas. Mantén tu mano sobre la mía. Mírame. Déjame ver tus ojos, tu sonrisa. Hazme sentir como lo haces. La serotonina lo distraerá para que puedas esconderte. Trae las endorfinas a escondidas de la razón y la adrenalina necesaria para arriesgarme. Déjame sentir tu tacto, tu abrazo. Tu aroma oxitocínico creando un corto circuito sináptico.

Te acercas, me acerco: ocurre.

Por favor, sigue ayudándome: sédalo… No me preguntes, no me lo cuestiones. Porque eso me llevaría a hacerlo también.

¡Rápido!

Duplica la dosis, pues la última vez que lo intenté no funcionó. No tardó en notarlo. Sabe lo que hago, es más inteligente: sabe generar resistencia… ¡Llena la jeringa! Agrega un poco de feniletilamina: quizá generando adicción funcione mejor.

Cuando ella te deje, solo quedará la abstinencia.

¡Date prisa! Que acabo de escucharlo amenazarme. ¿Si es peligroso combinarlo con dopamina? Qué se yo, ata el torniquete, golpea las venas y hazlo.

Recuéstate conmigo mientras actúa, mientras se desconecta. No quiero pensar más, solo dejar que ocurra. Prolonguemos esto antes que él despierte y presione el botón de autodestrucción.

¿Qué dices? ¿Cuidarme de alguien? ¿Infidelidad? Cariño, eso no es lo mío. De lo único que debes cuidarme es de mí mismo, de él.

Mantenlo sedado, mantenlo desconectado.

Apaga la luz y mi cerebro.

Ahora sí, es seguro besarme…

 

Por Jesús de la Rosa

Ha publicado distintos textos en formato digital y físico. Como escritor ha tomado diversos cursos relacionados con el terror y lo fantástico. Sin embargo, es la primera vez que se atreve a participar con una obra visual. Su cuento e ilustración tratan de reflejar la lucha por silenciar al peor enemigo de aquellos que tienden a sobreanalizarlo todo: la razón.




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