…tantas historias, negros indigeribles milagros
y la estrella de oriente emparedada
y el hueso del amor tan roído y duro.
(Blanca Varela)
El bulto de la soledad pesa más cuando se está en la frontera de la edad, a pesar de estar atada a un amor deshabitado y que más que eso es la costumbre de saberse infelizmente casada, que para el caso viene siendo lo mismo que si no lo estuviera. Pero es también cuando el cuerpo de Mariana intuye lo frágil que podría ser ante las tentaciones de Neptuno; entonces le vinieron extrañas cosquillas más abajo del vientre (ese claustro materno que un día pudo acomodar a dos hijos que ahora son grandes y pueden volar por cuenta propia), y con ello unas ganas guardadas de acordarse que hubo una época (Disco) en la plenitud de su juventud (bien repartida entre pechos y caderas y otro par de pantorrillas indómitas que a más de uno lo traía con la baba por el piso), cuando fue tan feliz como una perdiz. Pero, como se sabe, la juventud es fruto comido por los años, y ahora Mariana es apenas un corazón vacío sin peso ni volumen, por todo ese tiempo insulsamente gastado esperando que haya vientos de cambio en su vida. Pero no fue así: desfilaron los años (23 en total) de verdes ilusiones y pronósticos inciertos, y ella ahora siente la melancolía de no poder meter los dedos en el pasado, porque era inútil pensar en pegotear los trozos de una inminente ruptura marital.
Por lo mismo, quién sabe si este corto viaje era nada más que un mero pretexto para alejarse de quien había logrado incubar en ella cierta animosidad maquillada con el transcurrir de los años (sobre todo, lo últimos diez, que es cuándo supo intuir los enredos obscenos de su marido con su secretaria veinte años menor que él). O quién sabe si más bien lo que quiere es huir de ella misma, de su falta de orgullo y sentido de pertenencia al no poder reclamarle al susodicho sus calenturas de tenorio otoñal; que le dio de todo, es cierto, menos aquello que le juró ante el notario, también ante el cura y delante de medio centenar de testigos.
Desde muy temprana edad, el mar había ejercido en ella una atracción rayana en lo subliminal —como aquellos mares distantes y caniculares que dormían en los cuadros al óleo—. Y ahora que finalmente había logrado consumar su venganza, arropada por el aliento salobre del mar y la complicidad celestina de la luna cuya luz se había empezado a descolgar, Mariana aprovechó el largo trayecto desde el hotel hasta las encrespadas aguas, con sus lluvias ecuatoriales y los vientos erráticos del Sur, tan comunes en los mares del Caribe, para hilvanar en su cabeza una lista de motivos (o más bien pretextos) que pudiera hacer en su momento que su marido se trague de golpe y sin anestesia las razones de su aventura con un joven mulato, sin cara ni nombre, que, sin muchas prerrogativas, la transportó hasta el mismísimo cielo prieto donde habitan los placeres más recónditos, despertándole antiguas vivencias —esto y más se merecía el hombre que le dio su apellido y también su malquerencia—.
Sucios nubarrones sobre su cabeza develan el entripado en que se encuentra envuelta y muy claro sentía cómo se le clavaban en el pecho los alfileres de una reciente traición. Era de suponerse —convengamos que fue así—: después de todo Mariana no estaba tallada en piedra y además iban varias lunas que su marido poco o nada había hecho para reavivar el pabilo que llevaba demasiado tiempo sin arder. Contrariamente, el antillano de cejas montunas y piel de caucho, que fue en definitiva quien terminó hincándole los dientes, resultó siendo un semental y además diestro en el oficio de consolar a turistas solitarias y huérfanas de cariñito machuno, como es el caso de Mariana, que ya para entonces hallábase predispuesta a ensayar los primeros ornamentos en la frente del marido ausente. ¡Y vaya que lo logró!
Había un trecho largo desde el hotel hasta la costa (ya lo dijimos), ahora con una ventolina triste y salobre barriendo la arena, marcada por la ausencia de bañistas debido a las horas muertas del trasnoche. Los cocoteros adormilaban alineados, arropándose entre sus penachos lacios. Así entonces, se le antojó un largo y secante brindis —y qué mejor que con una media de ron—; más que nada por aquello de su corta estadía en la isla. “¡Salud! Va por ti, Mariana”, se dijo, a una sola cuerda de voz, levantando su copa y apuntando su mirada aguardientosa a la luna que se apagaba dando tumbos en medio de un espectáculo crepuscular color remolacha. Pero fueron tantas lunas que la vieron llorar en silencio, y ahora es cuando presentía la noche sigilosa que un acontecimiento estaba pronto a sacudir sus alas hasta lo más profundo.
“El muy cabrón debe estar ahora mismo revolcándose con su anoréxica secretaria, aprovechando mi ausencia”, le habló a su sombra que caminaba con ella a paso de zombi, apurando el último buche de ron y luego arrojando la botella vacía al mar que latía herido. Ya después con el agua hasta la cintura, volvió a su fuero interno: “Si él supiera en qué bendito lugar del mundo me encuentro, segura estoy que se le iban a caer los pantalones”. Era como una extraña musicalidad que ahora sentía bajo sus pies al contacto con las algas y corales que parecían florecer en el jardín otoñal de los recuerdos, y de repente algo inevitable viniera a su encuentro, con un vaivén angelical de olas despertándole fantasías latentes.
“Quiero saber lo que me dirán los peces y las sirenitas cuando les cuente de sus engaños”, aventuró —sin miedos, sin culpa—, antes de hundirse en el abismo del mar… acordándose en un instante profundo de su admirada Alfonsina Storni.
Por Dante Gorena
Ganador del 2do. Premio Nal. de Cuento “Franz Tamayo”,2017. Bolivia. Ganador del 1er.Premio Nal. de Cuento “Adela Zamudio”, 2022. Bolivia.
Cuentos publicados: “Vértigos. El cuento fantástico boliviano”, Editora El Cuervo, 2013, Bolivia. “Cuentos, Zombie II”, Endora Ediciones, 2019, México. “Cuentos eróticos”, Revista Anuket, 2020, Argentina. “Narrativa hispanoamericana”, Revista Ruido blanco, 2020, Perú. “Cuentos distópicos”, Editorial Machente, 2020, Perú. “Cuentos de horror”, Revista Letras y Demonios, 2020, México.
Revista Noche Laberinto, 2021, Colombia.Revista Alas de Cuervo, 2021, México.Revista Licor de Cuervo, 2021, México. Revista Cósmica Fanzine, 2022, México. Revista Óclesis, 2022, México. Revista Rito, 2022, México. Ediciones Letras súbitas, 2022, México. Revista Mordedor, 2022, Uruguay. Verso inefable, 2022, México. Revista Isotopía, 2022, México.
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