Martín se despierta en la madrugada, enseguida siente la vejiga llena. Miriam, la de abajo, lo oye ir y venir de la cama al baño. Extiende el brazo y alcanza el celular, del lado que nadie ocupa de la cama matrimonial. Ve la hora, son las dos y treinta y siete. Oye el televisor que Martín acaba de encender. Miriam sabe que falta una hora para que termine el noticiero y Martín apague el televisor. Enciende la luz y toma el libro que está leyendo. Miriam se pregunta si Martín sufrirá de la próstata, y se inquieta levemente.
Martín pasa la hora del noticiero pensando que debe volver con la terapeuta. Desde niño se levanta para orinar a la misma hora, dos y media de la mañana. La última vez, ella le sugirió que se trata de marcar territorio, como hacen los perros, pero él no se explica el motivo. Miriam no pasa de una página, vuelve sobre los mismos párrafos. Se ha quedado pensando que es ridículo que todos los días hagan lo mismo. Quizá deba quejarse con su vecino. Tal vez hacer algo más radical, mudarse, cambiar de vida.
Martín apaga la televisión y se asoma a la ventana. Ve la luz que sale del piso de Miriam. Eso lo reconforta de algún modo. Se pregunta qué problemas son los que le quitan el sueño a ella. Vuelve a la cama. Miriam no oye más el televisor, coloca el marcapáginas, cierra el libro y lo deja a un lado, apaga la luz de la mesita de noche. Todo vuelve a estar en calma, duermen.
A la mañana siguiente, Martín toma el ascensor. Va con retraso y el ascensor detiene su descenso. Se abren las puertas y es Miriam la que sube.
Se saludan como siempre, sin decir nada más.
Por Florángel Gómez Merentes
(Venezuela)
Periodista, editora y escritora venezolana con una amplia trayectoria. En el periodismo, trabajó como reportera de la fuente cultural en los principales diarios de Venezuela. Su trabajo le valió ser jurado en premios municipales y nacionales de teatro. En 1993-1994, participó del Taller Literario de Narrativa del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg), con el escritor Eduardo Liendo. En 2018, se formó con el equipo de cronistas de Historias que laten, en narraciones multimedia. Esta experiencia le permitió ampliar su visión del periodismo y la literatura. Comenzó su propio proyecto de crónicas de mujeres (Cultora de historias), para dar voz a las mujeres que a menudo son silenciadas. En esta línea facilita talleres de crónica solo para mujeres sobre temas como la violencia de género, con los que busca empoderar a las mujeres para que cuenten sus propias historias. Desde el año 2020, participa en el Mundial de Escritura con el equipo Cultora de historias, conformado por escritoras. Ha llegado finalista en este evento y en otros concursos de haikus y microrrelatos.
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