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Foto del escritorcosmicafanzine

Miradas por el tiempo


—El peligro de la historia es la telaraña del tiempo
 que vuelve y retorna para unir los átomos de un cuerpo 
deshecho. —una continuación de Itzel Torres 
y su historia, titulada “Atrapado en el tiempo”
Entrada de agosto dentro de la revista cósmica.

La oscuridad del abismo cegaba los ojos de aquel cuerpo que caía lentamente, sus miembros se desintegraban y su piel dejaba de ser visible, su alma agonizaba dolorosamente. El olor a azufre entraba como aguja por sus fosas nasales y llegaba a sus pulmones comprimiéndolos hasta sofocarlos, los párpados le pesaban, él moría, Juan de Dios había dejado de existir para el mundo actual, su creación le había matado, Lightning le había fallado y ahora sus malos cálculos le quemaban con fuego para darle un último adiós a los nuevos tiempos.

—¡Adiós, mami! —susurró en su último aliento para después volver su cuerpo partes microscópicas, ahora era átomos dispersos por todos los tiempos.

El silencio de la oscuridad, el incumplimiento de la física cuántica, el quebrantamiento de la línea volvía reales las alteraciones a causa de un mal científico. Mirando sigiloso, el poder de la vida, la gobernante de la muerte, el Dios de los inframundos y los vivientes dentro de otros planetas, notaron como del interior de las aguas de las almas una lágrima del doctor caía como luz a encender la superficie de un error.

—¡AAAAAH! —el grito del abismo resonó en los tímpanos del universo— ¡Mami! —, lloriqueo en gemidos.

La luz en medio de la oscuridad fue encendiendo los tiempos, el reloj que entre las aguas se escondía comenzó a girar rápidamente, chispas azules y otras rojizas salían fuera de rumbo matando los seres flotantes, causando grandes daños, el tiempo estaba volviendo, las líneas se estaban corrompiendo aún más, los dinosaurios volvían a la vida, las anacondas morían en vida, los humanos crecían y en las aguas las criaturas cambiaban de forma, los peces de gran tamaño se volvían seres de aspecto terrorífico y las plantas altas expulsaban toxinas y acababan con el oxígeno.

—¡Aaaah! —aquel grito proveniente de las profundidades se volvió a escuchar, el tiempo se detuvo por un instante y el entorno cambió.

—Mi pierna se ha dormido —susurró una voz—, mi cuerpo ¿Mi cuerpo! —reaccionó entonces.

El dueño de tan chillona voz abrió de golpe los ojos, para después llevarse tan grata o quizá ingrata sorpresa. El doctor Juan de Dios seguía con vida, su cuerpo seguía en una sola pieza y a su lado… a su lado la cosa más horrible se encontraba.

—¡Hiu!—gritó mientras lanzaba los cadáveres de su alrededor— ¿Dónde estoy? —se preguntaba, examinando el espacio.

Una pila de asquerosos y putrefactos cadáveres le rodeaba, la risa de fantasmas le susurraban en el oído y cientos de cucarachas, escorpiones y arañas le rodeaba, era aterrador, huesos de perros, imágenes de personas, sarcófagos viejos y canastos de oro entero.

—¡SAQUENME DE AQUÍ! —lloraba pataleando.

—¿Has escuchado aquello? —los pasos de dos hombres se escuchaban acercarse.

—¡Alguien ha entrado a la tumba! —exclamó preocupado uno de ellos.

El doctor Juan de Dios escuchó cómo ambas personas intercambiaban palabras en un dialecto que no conocía, al parecer muy antiguo, aquellos sonidos desconocidos le ocasionaron escalofríos, sentía que algo malo se avecinaba, así que cuidadosamente, intentó bajar por los cuerpos esqueléticos, quería llegar a uno de los sarcófagos vacíos y ocultarse dentro de este pero su plan se vio interrumpido cuando escuchó las pisadas más cercanas y uno de los cadáveres se enganchó en sus pantalones azules, desesperado, intentó zafarse, jaloneo el cuerpo, quiso romper los huesos e intentó quitarse la ropa pero cuando estaba a punto de despojarse de su pertenencia, dos hombres de piel vainilla y ojos delineados entraron a la sala seguidos de guardias de gran tamaño.

—¿Quién eres y qué haces en la tumba del faraón? —preguntó uno de los hombres.

—¿Eh? —susurró confundido el doctor Juan de Dios pues no logró entenderle.

—¿Qué haces aquí? Está prohibido entrar a esta área —volvió a insistir el guardia, comenzando a desesperarse.

—Parece que el joven se ha quedado mudo ¿No será que le hemos cortado la lengua antes? —dijo serio otro hombre.

—No creo, deberíamos llevarlo con el faraón

Los soldados de armadura tomaron fuertemente al doctor y comenzaron a arrastrarlo hasta las afueras de tan inmaculado santuario, Juan de Dios gritaba y rogaba que le soltaran pero los hombres solo le miraban confundidos y a la vez asustados.

—Señor, el hombre está poseído —exclamó uno de ellos mientras desenfundaba su brillante y filosa espada.

—¡Alto, Ra! no debemos tomar decisiones apuradas, debemos llevarlo primero con el faraón, él será quien sabrá que hacer —ordenó el que estaba al mando.

Dicho esto, los hombres continuaron con su camino, jaloneando cada vez más grotescamente al pobre del doctor, quien se resistía a su quizá trágico destino. Pronto lograron salir de aquella pirámide de olores fétidos y comenzaron a andar por el desierto, cargaron a Juan de Dios en uno de los camellos y entraron en estos al palacio del faraón.

—Mi señor —dijeron al entrar mientras hacían una breve reverencia—, hemos encontrado a este traidor en la tumba de nuestro gran señor, Tutan.

—¿Ha dicho el porqué de tan grosero acto? —preguntó el faraón.

—No señor, no ha querido hablar y lo que ha dicho ha sido en un idioma que nadie conoce ni nuestro gran mago, tal parece está poseído.

El faraón, interesado de esto último, se paró de su brilloso trono de oro y comenzó a caminar en círculos, haciendo relucir su gran capa de diamantes e hilos de chapa. Intrigado y amenazante, miraba los ojos del doctor.

—¿Qué hacía en la tumba de Tutankamón? —cuestionó aproximándose cada vez más a la víctima.

El pobre tragó grueso, trató de calmarse y miró perplejo a aquel hombre tan extrañamente vestido, no lograba entender las palabras de este, no sabía quiénes eran ni en qué época su poderosa Lightning le había llevado. Sus manos le temblaban y su frente sudaba, deseaba estar en su casa escuchando música en inglés pero ahora se daba cuenta de su realidad, su poca cordura había muerto el día que la avaricia le susurró la idea de los viajes en el tiempo.

—Parece que el hombre no habla —se mofó el faraón—, llévenlo a preparar para que sea embalsamado, quiero que lo coloquen en la ofrenda de mi padre recién fallecido el día de ayer.

Los guardias tomaron a Juan de Dios, lo cargaron grotescamente y comenzaron a llevarlo hasta una gran sala llena de objetos extraños y puntiagudos.

—¿Qué es esto? ¡Suéltenme! —gritaba aterrado el doctor pues su memoria comenzaba a recordar lo que estaba a punto de pasarle.

Un ser cubierto de piedras y aretes se acercó y, con la ayuda de los guardianes comenzaron a atar al doctor. Le engancharon las manos a los extremos de una cama de piedra llena de sangre fresca, utensilios de gran tamaño se encontraban a su costado y, en una de las repisas del área, varios frascos de órganos se encontraban. La escena era escalofriante, al doctor se le heló la sangre y comenzó a gritar pero su acto se vio interrumpido cuando su verdugo le tomó la lengua. La desgracia se acercaba, sus tiempos se acababan, estaba destinado a pagar el precio de la línea, el amo del orden venía a reclamar aquello que un ser normal había descubierto y, con ello, el destino del futuro cobraría junto a la muerte. El caos de Juan de Dios acabaría en un sarcófago, él jamás existiría y la física cuántica moriría atrapada en los átomos de todos los tiempos.

 

Por Itzel Torres

Cristina Itzel González Torres: México, 2006. Escritora y poetisa, oriunda del municipio de San Francisco del Rincón Guanajuato. Mis padres son Enrique González Muñoz y María Cristina Torres Trujillo, soy hija menor y sólo tengo como hermano a Enrique Emanuel, quién ha sido mi pañuelo, consejero y mejor amigo. He publicado uno de mis poemas, titulado “Mariposa muerta” dentro de la antología “Renacer en primavera” con la editorial independiente “Ediciones Afrodita” la cual se encuentra ya a la venta por Amazon. Soy escritora novata que apenas comienza a zambullirse en el mundo de las letras. En un futuro me gustaría aprender a escribir con la pasión y magia que grandes maestros nos han dejado como claro ejemplo, dejando así sus almas impresas en las páginas de los libros.

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