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Mutación

Cuando las autoridades de la Universidad le otorgaron al profesor Félix Gremo una licencia prolongada alegando un agotamiento severo, su hija no sospechaba hasta qué punto la realidad excedía ese diagnóstico. 

Ella había escuchado a su padre hasta el cansancio: sus ensayos derribarían los paradigmas de la genética y lo harían digno de los mayores galardones. 

—Muchos de los grandes científicos fueron incomprendidos al principio, pero cuando yo dé a conocer los resultados de mis investigaciones no tendrán más remedio que aceptar mi aporte a la Ciencia.

—¿Y cuáles son esas investigaciones, papá?

—Ya lo sabrás. Por ahora no puedo decirte nada. Además, no lo entenderías. La genética es un campo difícil de explicar a los que no tienen los mínimos conocimientos de Biología.

Elisa sabía que nunca le había perdonado que no hubiera elegido la carrera de Medicina y así trabajar juntos.

Cada día, Félix salía temprano y volvía a la hora de la cena, borracho de euforia y con la mirada alucinada. Aunque Elisa se lo pedía, jamás le contó adónde iba. La respuesta era siempre igual.

—Ya lo sabrás.

Preocupada, una mañana decidió seguirlo. Después de un breve recorrido por la ciudad, Félix se dirigió hacia los suburbios y estacionó su auto frente a un galpón que tenía las aberturas tapiadas, excepto una puerta baja en la pared trasera. Su padre sacó unas llaves del bolsillo y entró.  

Esa noche, cuando él se durmió, atontado por la medicación que el psiquiatra le había prescripto, robó las llaves y condujo hasta el edificio. Al entrar, la asaltó el espanto. Lo que había ahí era surrealista: dispuestas en filas, grandes  cajas de vidrio contenían unos seres que eran en parte humanos, en parte serpientes; todos en distintas etapas de mutación. Al fondo, en un cubil apartado, reconoció el rostro de Julián, su novio de la infancia, en un cuerpo ya sin brazos ni piernas. Le pareció que le pedía ayuda.

Huyó perseguida por las náuseas: su padre no tenía agotamiento; con esas criaturas era un nuevo doctor Frankenstein. Regresó a la casa para enfrentarlo, aunque hubiera querido correr hasta que esas imágenes se disolvieran. 

Al principio, él se enfureció por la invasión. 

—¡No tenías derecho! Siempre te dije que en su momento sabrías lo que estoy haciendo. 

—¡Los derechos de esas personas son los que violaste con esa aberración!

—Esa aberración, como la llamas, hará avanzar el conocimiento científico. Los genes modificados podrían ayudar a prevenir enfermedades.

—Papá, una cosa es experimentar con maíz o soja, pero esto… 

—Cuando intentaban curar el cáncer con la crotoxina, todos estaban esperanzados. Con estas pruebas, he transferido el material genético a los sujetos de prueba para modificar la información de sus genes. Así, ellos y sus descendientes no tendrían el riesgo de enfermar. Hay algunas anomalías, algunos resultados inesperados, pero todos los avances de la Ciencia han pasado por estas etapas.

—¡Papá, esto no son anomalías, es algo mucho peor! Papá, siempre dijiste que los experimentos deben hacerse con protocolos serios, con todas las…

—¡Claro! –la interrumpió-. ¡Y ahí todos están pendientes de lo que hacen los demás para apropiarse de sus ideas! ¡La competencia en ese ámbito es feroz!

Sin embargo, al día siguiente Félix estaba sereno y le pidió que lo acompañara a su laboratorio, así lo llamó, para demostrarle que lo que hacía no era tan atroz como ella creía.

Elisa intentó negarse. No quería volver a entrar a esa cámara de los horrores, pero se impuso el recuerdo de Julián, que la había mirado con la angustia de quien aún conserva la conciencia. 

Volvió a sentir la misma repulsión cuando entraron al galpón. Trató de no mirar a su alrededor. Tenía, en cambio, miles de preguntas. ¿Cuánto tiempo llevaba haciendo esa supuesta investigación? ¿Cómo había conseguido esos equipos, el instrumental, los cubiles de vidrio…? ¿Cómo había hecho para que esas personas se sometieran a esa locura? Pero sobre todo se preguntaba ¿cómo ella no se había dado cuenta de lo que pasaba con Félix? 

—¿Cómo hiciste para armar esto? Alguien tuvo que ayudarte. ¿De dónde sacaste el dinero para comprar todo? 

—Una Universidad prestigiosa es suficiente aval para pedir un crédito. Y si se les paga bien, hay muchos que se prestan para hacer lo que sea sin preguntar nada.

—Papá, ¿cómo lograste que estas personas, que Julián…?

Él no respondió ninguna de sus preguntas. Tenía de nuevo la mirada perdida en algún punto que nadie más veía.

—Te lo voy a explicar de la manera más fácil, para que entiendas. 

Mientras su padre hablaba de epigenética, de oncogenes, enzimas, mutaciones y lesiones en el ADN, Elisa se debatía entre denunciarlo ante el Colegio que nucleaba a los médicos o buscar ayuda para internarlo en algún lugar donde recibiera una terapia adecuada y dejara de ser un peligro para todos. 

—Los avances de la genética le abrirán las puertas a la humanidad para lograr cosas insospechadas. ¡Ya lo están haciendo!

Mientras tanto, guiaba a su hija hacia el fondo del salón. Cuando llegaron hasta la última caja, Elisa apenas tuvo tiempo para ver que Julián había completado su transformación. Félix abrió la puerta del cubil y con un siseo la cobra se lanzó hacia ella.

 

Por Liliana Fassi

Licenciada en Psicopedagogía, graduada en la Universidad Nacional de Río Cuarto (Córdoba, Argentina). 

Publicó tres libros que recrean, con entrevistas y ficciones, la historia de la inmigración llegada a su país entre las últimas décadas del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX: “En busca de un tiempo olvidado. Un viaje a mis raíces para recobrar historias de inmigrantes” (El Mensú, Villa María, 2010), “Pinceladas de la Pampa Gringa” (El Mensú, Villa María, 2012) y “Los hilos de la memoria” (El Mensú, Villa María, 2018).

Participó en diez Antologías de cuentos editadas por Instituciones Culturales de Argentina y de Uruguay y recibió numerosos premios y menciones en ambos países. En 2023 sus obras integraron una Antología editada por la revista mexicana Sombra del Aire.

Colabora con revistas digitales de Argentina, Estados Unidos, Canadá, Guatemala, México, Colombia, Perú, Ecuador, Holanda y España. 

Es correctora de textos y fue prologuista de libros de autores de su ciudad y de la provincia de Buenos Aires.

Actualmente, su obra trasciende la temática de la inmigración y aborda un amplio abanico de asuntos relacionados con la condición humana.

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