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Nuestro anillo


Alcanzo a escuchar a lo lejos una suave balada para ambientar el bar. Mis manos están sudorosas pero el resto de mi cuerpo se siente fresco. Me arrepiento completamente de haber traído este vestido, no, me arrepiento completamente de haber venido. Siento cómo mi ansiedad va creciendo en la parte más profunda de mi cabeza. Tomo otro trago del vino que aún está fresco pese al calor de mis manos. Siento el suave sabor frutal en mi boca y el toque tan característico del cabernet que estoy saboreando. Vuelvo a respirar profundamente antes de terminarme media copa, tan rápido que hasta yo me sorprendí, siento cómo el alcohol pasa por todo mi sistema y espero impaciente a que este empiece a tener efecto en mí.

—Kira, dime algo por favor, me estás preocupando— Dice Jade con voz angustiada. Sus palabras me hicieron sentir un breve escalofrío, al parecer, la botella que acabo de terminarme ya está rindiendo frutos.

—Felicidades— Digo mientras trato de ver mi teléfono. No es que recibiera un mensaje importante, dejé todo libre para poder estar a solas con ella y que nadie nos interrumpiera. No, yo solo no quería seguir viendo su anillo. Esa mano debió de haber tenido mi anillo. Nos aseguramos de que fuera uno que a ella de verdad le gustara, no algo como esto, que es una piedra tan grande que deja de tener forma.

—Supongo que tus padres están encantados— Digo con una cara sin emoción, ignorando el dolor que estas palabras traen “supongo que tus padres están encantados de que no fuera conmigo”.

—Sí…

—¿Era por esto por lo que me trajiste aquí?

—Sí.

—Bueno, pues creo que ya nos podemos ir— Digo haciendo señas para que nos cobren. —No te preocupes, yo invito la cena. —Cómo me hubiera gustado que mi voz no se hubiera roto al pronunciar esa frase.

—Espera, quiero hablar.

—Hablar de qué —digo mientras hago otro gesto que detiene al mesero en seco, cuando estoy molesta, en verdad puedo ser aterradora.

—¿Quieres hablar de nosotras? Bien, hablemos princesa. Yo estuve a tu lado desde que te conocí, fuiste una de mis personas favoritas, me hacías anhelar con cada sonido de mi teléfono que el mensaje que había recibido fuera tuyo. Me volví loca por ti. Hice tradiciones ridículas que solo soñé para hacerlas contigo. Después de trabajar todo el día en mi proyecto de ensueño volvía a casa contigo a mi lado. Nos acostábamos en la cama viendo hacia el techo mientras hablábamos de lo que quisiéramos. Conociste a mi familia. Mi mamá y yo fuimos a... —Trago saliva— Pero tú decidiste que tenías mucho miedo de estar conmigo y yo no valía la desaprobación de tu familia, no nos diste una oportunidad. Y sabes que es lo peor, tuviste tanto miedo que después de conocer por seis meses a un idiota cualquiera aceptaste su anillo. Así que no, no quiero hablar de nosotras. Desapareciste por tanto tiempo que tú no sabes ni la mitad de lo que pasó… — No me di cuenta cuándo empecé a llorar, ahora por más que me esfuerce, las palabras ya no salen de mi boca. Me volteo de espaldas a ella. Le enseño la tarjeta de crédito al mesero, que he apretado tanto que marcó líneas rojas en mis manos.

— Me enteré de lo de tu mamá ¿Cómo están todos? ¿Estás bien? — Dice ella con voz temblorosa.

—Felicidades— Le repito con amargura mientras me acerco por mi bolsa antes de darme la vuelta e irme a mi coche.

Ya dentro de él trato de tranquilizarme. Trato de ahogar mis sollozos con mi respiración. Me limpio las lágrimas y me veo en el espejo del coche, mi maquillaje todo corrido que me recuerda a mi adolescencia. Decido mandarle un audio al teléfono apagado de mi mamá.

—Hola, mami— respiro— soy yo, Kira. Emm, pues algo interesante paso hoy. — Digo mientras obligo a mis músculos a moverse en forma de sonrisa, se siente tan poco natural. — Hablé con Jade y pues, nuestro plan falló. Ella se acaba de comprometer con alguien que conoció hace seis... seis meses. Oh dios esto es difícil. Te extraño mucho, mami. Lamento que no vayas a conocer a la persona a la que le dé el anillo que elegimos. No, sabes que, ese anillo carísimo ahora va a ser nuestro anillo, llegando a la casa me lo voy a poner. – Respiro de nuevo— Eso es todo, te quiero, perdón por haberme acabado el vino, al rato le pido a mi papá que me recoja. Creo que voy a dormir toda la semana en su casa y luego ya me regreso a la mía. Estos últimos meses han sido difíciles. Te quiero, bye.

Suelto el botón de grabar y recargo mi frente sobre el volante, mientras me concentro en dejar correr mis lágrimas por toda la cara. No estoy segura de quién es la causante de mi maquillaje corrido, solo sé que estoy cansada de llorar.

 

Por Noreth Guajardo

Nació el 29 de junio, actualmente se encuentra estudiando la preparatoria y atiende un curso de producción literaria. Ella ha descubierto un refugio en la escritura.

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