Me dueles tanto que a veces olvido que nunca fuimos nada.
Nada. Así nos definimos. ¿Pero cómo llamar nada a esas cómplices miradas, largos abrazos y noches profundas?
A pesar de que nos faltaron los "te quiero", nos sobraron sentimientos. Sentimientos que nos negamos a explorar, ya que no estábamos dispuestos a explotarlos.
Al final aquello que nunca fue se nos clava tanto en la memoria como si hubiera pasado, porque siempre nos torturan las posibilidades que dejamos escapar, nos recuerdan que al miedo lo dejamos ganar.
Así que aquí sigo yo, guardando en el corazón aquello que no me atrevo ni a nombrar. Imaginándonos en otros tiempos, otras vidas, otros sueños, donde quizás no tengamos miedo.
Por Eliza de la Cruz
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