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  • Foto del escritorcosmicafanzine

Ojos de serpiente

Olía a sangre. Siete cadáveres estaban en el suelo. Estaban sobre extraños símbolos argento y esmeralda que nadie reconoció. El gran consorcio Ontimel había sido escenario de un atroz crimen. Al identificar los cuerpos encontraron extraños filamentos que ninguno de los forenses podía explicar su procedencia. Un gran equipo de seguridad arribó al mando del guardaespaldas Nerón. Por años el más leal egida. Custodiaba al presidente fundador de la organización, Kenut. Sus asesores le habían pedido no ir a la escena del crimen, aun así se presentó. Él era un hombre de palabra y esas personas asesinadas, sí, eran parte de su empresa, pero sobre todo eran su familia. Habían estado por años juntos. Habían sido muy importantes en el gran crecimiento, reputación del consorcio y de cada proyecto que estaban trabajando.

Esa era una de las líneas de investigación. Sabotaje, corrupción, atentado terrorista y una larga lista de posibilidades. “La envidia no duerme” decía la madre de Kenut, lo sabía muy bien en carne propia. Desde su nacimiento había sido presa de múltiples atentados. Las personas que quieren hacer el cambio, siempre son los blancos de las aves de rapiña, buitres y víboras venenosas. Siempre están al acecho para esparcir el caos, destrucción y oscuridad para destruir a los portadores de luz. Existían poderes económicos que preferirían seguir generando millones sin importar destruir el planeta entero. El consorcio Ontimel tenía muchos enemigos visibles e invisibles por su labor ecológica. Las altas cúpulas del poder encabezados por la familia Rof ya los habían estado amenazando por años, sin embargo eran muy hábiles para ocultar su impunidad. Kenut habían tolerado mucho hacia su persona, pero esto no lo pasaría por alto. Y más cuando hasta se sospechaba de él. A estas alturas no confiaba en las autoridades de la ciudad. Todo se complicaba. Por eso mandó traer expertos de su absoluta confianza. Aunque tuvo que aceptar que el comisionado policial Fedrer fuera asignado al equipo. No le quitaba los ojos de encima. Su investigación había dado muchos frutos: Cartas anónimas, correos electrónicos cifrados y reuniones secretas le provocaban una tensión creciente sobre Kenut. Su antigua jefa de seguridad Lydan también fue traída de inmediato desde el otro lado del mundo y asignada a realizar una exhaustiva investigación. Día y noche. Interrogatorios exhaustivos, revisión de las cámaras de seguridad, análisis especializados con la IA Setral, familiares, amistades, amantes, oscuros secretos de los asesinados. Sus pesquisas solo daban como resultado: Nada. Todos eran intachables. Todo siguió siendo un misterio, no había rastros ni significado con esos símbolos. Darret, uno de sus asistentes le sugirió traer a una amiga suya, Ilayi, quien era portadora de un poder antiguo. El novato debatía que si se colocaban los símbolos de acuerdo a las fases lunares antiguas formaban la palabra odio y una terrorífica imagen de unos ojos de serpiente, pero no cualquier…Uno de los forenses dio un golpe y le tiró su libreta al suelo por tener tal atrevimiento.

Nerón le pidió sus apuntes para verificar sus palabras, al revisarlo lo elogió por tal descubrimiento. “Una secta antigua no podría descartarse”, le brillaban los ojos al describir su teoría ante el imponente Nerón, quien era una leyenda. Kenut alcanzó a escucharlos y en una mirada discreta y llena de complicidad con Lydan lo aprobó. Kenut también procedía de una familia muy antigua de oriente, ligada a extraños “fenómenos” que las personas normales no podrían comprender. Conocía muy bien lo ocultó. Una vez de bebé habían intentado sacrificarlo en un ritual por parte de la familia Rof. Querían dañar a su madre con lo que más amaba, su único hijo. Por fortuna todo quedó en un amargo recuerdo.

Al paso de los días la joven “invitada”, Ilayi, sacerdotisa de la luna de místicos ojos avellana. Entregó su informe: “La luna silente sangrienta de invierno es una fecha muy peligrosa y propicia para activar poderes oscuros si se quiere hacer daño a alguna persona. Este ritual es el preámbulo. Proviene de una secta erradicada hace milenios por sus atrocidades cometidas. En uno de sus prácticas sacrificaron a un pueblo entero. Habrá más asesinatos”. Lydan y el comisionado Fedrer no quedaron convencidos, ambos querían culpables que arrestar no supersticiones, replicaron a la “invitada”. En los próximos días pasaron a revisar a cada persona del consorcio.

Darret entregó su nuevo reporte con especial énfasis en una de las secretarias, Flor. Era una practicante oscura y albergaba un odio inconmensurable por Kenut al ser rechazada. Con disimulo se investigó su escritorio, después su casa y se encontró suficientes evidencias para su detenerla: puñales antiguos, tinturas argento, venenos, víboras, sin embargo, Ilayi no estaba de acuerdo, la secretaria era un simple instrumento de alguien más. Darret fue asesinado, el último que lo vio fue Kenut. El comisionado seguía firme en que el asesino era él y esta vez lo mandó arrestar. Días después de todo aquel interrogatorio del comisionado logro salir gracias a su equipo legal. Después de muchas noches de insomnio al fin había logrado dormir unas cuantas horas hasta que tuvo una horrible pesadilla que lo sobresaltó. Llamó a los guardias de seguridad, pero antes de su arribo, en su IA setral llegó la noticia, a través de un anónimo, que siete asesinatos más habían ocurrido en las instalaciones del consorcio Ontimel. Flor había escapado de su custodia y estaba en medio de los cuerpos. Gritaba odio, y que todos estaban bajo la mirada de los ojos de la serpiente. Esta vez fueron los becados que hacían prácticas profesionales. La causa de muerte decía que habían sido víctimas de lo que más amaban. Algo inverosímil, pero esos eran los hechos: chocolates, rosas, perro, pavo real, música, pincel, agua.

Esto alarmó mucho a Kenut. Pidió protección para su amada secreta, Adrin y para su mejor amigo Ángel. Mandó traer a Nerón, Ilayi y Lydan, para idear un plan de protección, estaba seguro que irían tras ellos. Aun con toda la seguridad puesta en ellos fueron secuestrados una noche de luna llena. Kenut estaba desesperado, Ilayi quiso consolarlo y al tocarlo vio sus verdaderos ojos. Eran color dorado. Ilayi retrocedió y disimuló. Nerón entró como tempestad y empujó sin querer a la chica. Al contacto, ella sintió un escalofrió. Nerón informó que acababa de ocurrir una explosión en el invernadero del consorcio y habían encontrado otros siete asesinados. En el proceso de salvar las instalaciones había varios heridos, algunos graves. Kenut partió a supervisar las labores correspondientes.

Salía humo y fuego. Antes que pudiera dar alguna orden la IA Setral fue saboteada y quedaron encerrados en las instalaciones del consorcio. Unos ojos de serpiente resplandecieron en la oscuridad. Pertenecían a un cuerpo femenino encapuchado quien entre risa macabras corrió. Kenut en su interior pensó en la posibilidad más terrible. Les ordenó a todos quedarse ahí, él iría solo. Susurros le indicaron por donde seguir. Llegó a unas largas escaleras. Había velas negras que marcaban el camino. Después de caminar un largo trecho llegó a uno de los grandes corredores, oyó pisadas, se escondió detrás de unas de las muchas plantas de ese laboratorio. Cuando pasó la persona la atacó. Era Ilayi. Lo había seguido. En la mandó de regreso, pero ella insistió en que podía ayudar con sus dones. Era una portadora. En ese lugar lleno de naturaleza podía usar sus ojos “especiales”. Kenut rechazó su propuesta no quería arriesgar a nadie, sin embargo le replicó que no se preocupara por ella, para eso había nacido y no le importaba morir si era para salvar alguien. Kenut la abrazó. Atravesaron la habitación y llegaron al laboratorio ecológico de hidroponía. Estaba iluminado por la luna llena que comenzaba a tornarse escarlata. La figura era alta con capucha negra, estaba de espaldas mirando a la dama nocturna. A sus pies inconscientes, sangrantes, Ángel y Adrin, rodeados de más velas. La chica emitió un gritó ensordecedor, volteó y les dio la bienvenida a su tumba. Le confesó que siempre quiso que fuera todo diferente la primera vez que viera a su hermano mayor. Siempre había deseado una familia, un hermano. Kenut no podía creerlo, era hijo único. Una red de mentiras y medias verdades se revelaban ante sus ojos. Quiso entrar en razón con la chica, pero ella le arrojó puñales llena de furia. Algunos lo alcanzaron. Las nubes cubrieron la luna.

Kenut intentó acercarse aún herido. “¡Dralik era mi madre y tu padre la asesino!”. Era una de las líderes de la secta de la serpiente Quret. Una especie ancestral extinta. Sus ojos tenían una fuerza penetrante capaz de doblegar a cualquiera. Su madre se había ganado el título de la diosa de la muerte. Sin embargo, tenía un corazón, y se convirtió en una amante secreta del padre de Kenut. Había ocultado su verdadera identidad, era descendiente de la familia Rof y había dado a luz en secreto a, Anrhea, quien había heredado los esmeraldas ojos de serpiente. Ilayi sintió un escalofrió y con sus ojos especiales detectó que había alguien más en la habitación. “¡Cuidado Kenut!”, al unísono de “¡Mátalos hermano! Un corpulento hombre los atacó. No veían su rostro. La máscara y capucha lo cubrían por completo. Cortó el rostro de Ilayi, al caer se golpeó tan fuerte que perdió el conocimiento. Después se dirigió contra Kenut, a pesar de tener un excelente adiestramiento en defensa personal no fue rival, lo apuñaló con crueldad. En un último intento, lanzó una patada en su rostro. Se oyó un crujido y máscara cayó. Era Nerón. Kenut estaba consternado. “A los amigos hay que tenerlos cercas, pero a los enemigos más”. Eso lo convirtió en el asesino perfecto para eliminar a Kenut. Años invertidos al fin daban sus frutos. Forcejearon con la filosa arma mientras frustrado veía como Anrhea dirigió dos brillantes puñales de palta hacia sus víctimas. A sus seres más queridos. El comisionado Fedrer y Lydan llegaron. Al ver la escena dispararon a matar. El equipo médico procedió. Ángel, Ilayi, Adrin estaban pálidos y fríos, pero fuera de peligro, sin embargo, el alma de Kenut estaba herida de gravedad. La verdad puede ser muy aterradora, cruel y dolorosa.

 

Por Eugenia Nájera Verástegui

(Tampico, Tamaulipas. México)

Técnico en computación, artes gráficas en el área de serigrafía estudiante de violín y cine. Su pasión por la música fue la principal inspiración para comenzar a escribir. Creadora del proyecto comunitario transmedia “Los Portadores”. Posee un Diplomado en Literaturas Mexicanas en Lenguas Indígenas, Literatura Latinoamericana Contemporánea por el INBAL. Ha tomado cursos y talleres a nivel local, nacional e internacional de creación literaria en narrativa, poesía, guionismo, literatura infantil y juvenil y dramaturgia. Forma parte del Colectivo Plumas del Desierto. Su obra está integrada en antologías y revistas literarias a nivel local, nacional e internacional. Ha realizado lectura de obra propia en eventos culturales presenciales y online.

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