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Ojos de serpiente y otros poemas

                      Milagros Sofía

 

La veo en sus juegos absolutos.

En la alegría cabal que viene de lo puro.

Sin tiempo ni precio ni especulaciones.

Tan sólo resplandor en su divinidad pequeña.

 

La veo en sus juegos absolutos

y revive mi inocencia fulminada.

Súbitamente brotan colores.

Por un momento el cielo se abre.

 

La veo en sus juegos absolutos

deseando que el horror no la pervierta.

Que siga en comunión con sus ángeles guardianes.

Que jamás llegue la noche a la música de su sonrisa.

 

          Zoe Florencia

 

Sólo luz

y más luz

y una inocencia que libera

de los múltiples venenos de las alimañas

de la soledad del corazón en este mundo

de la propia niñez aniquilada.

 

Vida y Amor confluyen en sus manos.

 

Pura como el grito de la rebeldía

o los ojos de un caballo que emana santidad

o los blancos mandamientos que protegen el alma

o una plegaria infinita,

cura del dolor fosilizado

y del olvido del origen celeste.

Del interés de comadreja.

De la comodidad que corrompe.

Del juego sucio que abunda.

 

                       Ojos de serpiente

 

Ella está inmóvil devorada por la noche.

Su interior de cueva fría ha invadido su rostro.

Tentáculos envejecidos agonizan bajo su disfraz.

Todavía ensimismada en su trono de sombras

prematura y repulsivamente huele a carroña.

Como un escorpión que se ahoga en su veneno.

Como una prostituta que llora ultrajada.

Como un búho que se muere en lo más sucio

                          de un templo profanado.

Como una mujer lúgubre y vulgar

que se desnuda ante unos ojos de serpiente.

 

Percibe el amor que le falta en la sangre.

La elevación azul que nunca ha conocido.

 

Sin presas para hechizos oscuros: nadie para desgarrar.

Todo el invierno se le junta en el pecho.

Es grotesca y fantasmal su sonrisa desteñida.

 

Sólo ve cuervos y huesos partidos.

Ahora cosecha delirios que la ahorcan

y un viento enrarecido que la desvanece.

 

         La bestia

 

Él camina sin luz con su soberbia encanecida.

Comadrejas y demonios se enroscan en su aura.

Una voz contaminada le habla desde dentro.

Todavía hay un chacal bajo su forma humana.

 

En su declive grisáceo mantiene indiferencia de reptil.

Un gusto a incendio, un aullido inefable lo atraviesa.

 

Un barco funesto con espectros a bordo

desciende una escalera real

y la bestia se sube.

 

Por Damián Andreñuk

(City Bell, La Plata, Argentina, 1986)

Publicó once libros, todos a través de certámenes en diferentes editoriales: Omisiones (Raíz alternativa, 2010), Portales al vacío (De Los Cuatro Vientos, 2011), Formas concretas (Hespérides, 2013), Silencio de crisálidas (Literarte, 2015), Metástasis (Luz del alba, 2015), Vértigo insondable (Mis Escritos, 2017), Música del polen (Hespérides, 2021), Yamila (3K, 2021),Donde orinan los lobos (Fela, 2021), Dimensiones de lo breve (Mis Escritos, 2022) y Pelear contra la niebla (Trinando, 2023). Además, a nivel nacional e internacional, obtuvo distinciones en concursos y fue seleccionado para colaborar en revistas y antologías.

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