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  • Foto del escritorcosmicafanzine

Piedra verde en un bolsillo

Actualizado: 23 feb


Una mirada esmeralda se precipita desde los acantilados.

Abajo, un mar inquieto estrella sus pescados contra las rocas.

El cormorán se sumerge en el agua mientras yo hurgo entre los bolsillos de mi pantalón. Encuentro esta piedra verde y me pregunto de dónde la he sacado.

¿Es un pedazo de vidrio pulido por el mar? ¿Es el fragmento de una botella?

El viento me golpea la cara. A pesar de que el llanto está a punto de desbordarme el alma, tengo los ojos secos. Me arden y el viento que azuza las nubes me perjudica.

¿O acaso esta piedra es el ojo petrificado de un cormorán?

Aquí en lo alto de este acantilado pienso que es hora de dejarse llevar por el viento. Pero me retracto en el último segundo.

El ave sale del agua con un escamado espejo en el pico. Un espejo destellante que se retuerce.

La piedra me la diste tú, ahora lo recuerdo.

No es un espejo lo que se retuerce en el pico del ave, es un pez plateado que el cormorán termina por deglutir.

Ahora también lo recuerdo: es un fragmento de vidrio pulido que encontraste en la playa. El vidrio, esmerilado por mil manos de agua, tiene el color de los ojos de los cormoranes.

Me dijiste que te sorprendió el trabajo constante de las olas que termina por pulir los vértices filosos de un pedazo de vidrio. La firme paciencia del mar te aleccionó. Ahora incluso te arrodillas frente a la estela que un minúsculo caracol traza sin prisa. En un mundo frenético, tu calma es ejemplar. Ojalá yo consiga escribir la historia natural de tu existencia.

Me he perdido en mis recuerdos. Por más que busco a mi alrededor ya no vislumbro al ave.

El viento ha amainado pero no los fuertes latidos de mi corazón.

Yo no conocía a los cormoranes hasta que tú me los mostraste. Tampoco conocía el trabajo constante con el que pules cada detalle de tu vida. Para limar las asperezas, inventas tu manera de ser enigma. Y yo me creo cada una de tus palabras tan sólo porque nadie antes me había obsequiado una piedra verde como prueba de… ¿De qué? ¿De amor, de amistad o de interés? Quizá nada de eso. Pero yo aprieto la piedrita en mi puño y te nombro en cada latido de mi corazón. Y me aferro a tu recuerdo como si fuera una lapa adherida a una roca enlamada.

Una bandera negra se iza en medio del cielo cobalto. El cormorán ha vuelto. Ahora se precipita hacia el mar pero no se sumerge en el agua. Sirviéndose de las corrientes del aire, el ave planea a ras de las olas. Busca, ansioso, una nueva presa.

¿Y yo qué busco? Sólo sé que quiero alzar el vuelo y planear a ras de tu existencia. Pero me siento marginal y mi cuerpo es de vidrio esmerilado. No puedes ver a través de mí. Esta opacidad disuade tu mirada.

En vez de buscarte a ti, debería buscar la valentía de los cormoranes. ¿Quién puede jactarse de arrojarse a un abismo sólo para preservar su vida?

Por última vez acaricio la piedra entre mis manos. El cormorán se sumerge en el agua. Antes de que el ave salga de nuevo, con todas mis fuerzas lanzo la piedra lejos de mí. Es tan diminuta que ni siquiera alcanzo a ver cómo se hunde en el mar. Quizá yo también sea tan pequeña que no alcances a percibir en qué momento me extravié de tu memoria.

 

Por Nitz Lerasmo

Nitz Lerasmo nació en la Ciudad de México en 1994. Es autora de Instantáneas (Ediciones Awen, 2021) y Miniaturas para una casita de muñecas (La Tinta del Silencio, 2021).

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