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Ratas

Actualizado: 28 feb

Una vez escuche a un joven en plena son de protesta gritar “no al transporte público sardinero” a quien se le habrá ocurrido la puñetera idea de que un asiento para tres puede convertirse mágicamente en espacio para cinco. En ningún lugar del universo más que en un taxi de Tijuana dos objetos pueden en efecto ocupar el mismo espacio al mismo tiempo y la NASA tan ingenua tratando de encontrar las respuestas universales en los confines del cosmos cuando en Tijuana se rompe todo el sentido posible. 

El día de hoy recibí la buena nueva de un nuevo trabajo, cobrar los frutos de otro contrato.  Ciertamente no me agrada la idea de jugar a ser Dr Phill. Yo cobro almas, no recojo niñas perdidas, no soy un boy scout. Pero les culminó a tratar de decirle que no a una manipuladora princesa infernal. Ahora heme aquí buscando una chica emo a punto de morir por su propia mano.

Todo eso es lo que debería importar en momentos como este, pero es imposible pensar con claridad cuando se transita en un taxi metáfora a una lata de sardinas. 

¿Como mi cerebro puede tratar de hacer su trabajo en circunstancias como estas? Sí, incluso al bajar de la lata sardinera tengo que deambular entre el océano de masas de la calle segunda. Entre el perfume de fluidos corporales emanados de los indigentes que, frente a la catedral,  tratan de sobrevivir bajo el cobijo de dios, y su parcial fusión con el olor a mercado de abastos. Pero va, solo estoy exagerando que tal vez esa sea la magia de la propia bestia de concreto que se llama ciudad. Se vale. Es crónico.

Tal vez lo que realmente no tolero en ningún sentido es salir de la plaza Santa Cecilia, a bajas horas de la madrugada, rondar por la segunda y encontrar tanta pinche rata. Ratas que corren por la calle como insurgentes contra la limpieza. Salen de la nada, como generación espontánea, corriendo desde las alcantarillas a las rendijas de los locales ya cerrados, de los locales a las selvas de basura que se junta bajo los árboles, de estos a las sombras. Parecen correr por las cicatrices de cemento, como si el piso fuera lava. Ratas y los juegos infantiles, una realidad tijuanense. Ratas que te siguen desde el callejón de las prostitutas en el que corren entre los tacones de estas mujeres que pierden su vida por doscientos cincuenta pesos la media hora sin contar el precio del cuarto. Hasta donde el umbral de la gentrificación mágica de la revolución les impide como destello de oro el paso hacia los ojos beatos de los turistas y los burgueses que les venden por drogas los espacios de la gente.

Es ese olor a indigente y mercado de abastos, esos taxis sardinas que rompen el sentido propio de las leyes físicas universales, esas ratas que corren entre tacones de mujerzuelas y sombras de locales cerrados hasta donde el poder del dinero mal habido se los permite (porque aún no existe el hombre de dinero que no quiera esconder sus discordias). Una máquina ciudad.

Tijuana, una máquina que supera a cada parte de su todo que la compone por la necesidad de estar en un movimiento perpetuo. Porque solo cuando se está en reposo es cuando el tiempo parece hacer lo suyo. Esa parece ser la clave de la juventud, no eterna porque todo se desgasta tarde o temprano, pero sí de mantenerla lo más que se pueda. Moverse constantemente. 

Tal vez por eso esta máquina gigante le chupo la vida a una joven. Tal vez por eso me manda a buscarla. O quién sabe, tal vez nada de eso podría tener un sentido propio. Como sea, llegue a este motelucho, de esos desgarrados por las arenas del tiempo. Cucarachas huyendo desde los confines de los viejos maderos podridos, mientras las ratas brincan una sobre otro fruto del hambre, compitiendo por los desechos humanos que ahora se resumen en algunos grupos de drogadictos compartiendo jeringas, focos y condones. Si quieren un ticket directo al infierno este es el lugar indicado.

Abro la puerta con cuidado, no quiero que suene ningún tipo de timbre, aun así, una anciana encontró su camino hacia la recepción y hacia mi sombra, como si fuera de mi agrado interactuar con los vivos más de lo necesario. 

Boom se me encendió un bombillo, me acerco de nuevo al mostrador, saco una fotografía, de esas que nos entregan con los folders de cada caso. Espero que los pecados de esta señora estén en regla porque fue de mucha ayuda. Cuarto 404.

Empecé a subir, mientras el ruido de la madera vieja sirve como música de fondo. Estaba por el segundo o tercer piso cuando un sonido metálico fuerte al final del pasillo hizo erizar mi piel, entre la pobre iluminación por los cables roídos por ratas hambrientas y las paredes enmohecidas. Vaya, vengo del infierno y estas escenas humanas aún me aterran. El ruido comienza a intensificarse mientras recorro este espeluznante pasillo. Llegó a una puerta mal cerrada de donde escapan unas breves gotas de luz, puedo ver por la cornisa el rostro de un hombre que cerro de golpe la puerta. Un breve silencio y entonces un grito acallado por el súbito estruendo de música como crepúsculo del delito. 

Sigo mi camino pensando en ese rostro y las atrocidades que ese tipo podría haberle hecho a quien fuese que tuviera la mala suerte de compartir ese cuarto con él. No lo sé y de nada me sirve saberlo, no es como que tenga mucho poder sobre los asuntos de los vivos, pero para nosotros el tiempo humano es un trámite más y algún día veré ese rostro en el pozo caliente del que provengo. 

Llegó al cuarto, 404, toco la puerta y una voz me grita:-¿Quién es?- Servicio de limpieza, abre la puerta-- No pedí limpieza, lárgate--Para cuando acabes con eso si lo vas a necesitar-

La puerta se abre súbitamente. -¿Cómo sabes lo del cuchillo?- me dice el rostro ojeroso frente a mí.

-Simplemente lo sé, es mi trabajo saber esas cosas--¿Se puede saber en qué mierda trabajas?- dice mientras le toma un largo trago a su botella.-Mira para cuando acabes con tu chiste el que tendrá que encargarse de lo que quede de ti soy yo--Entonces eres de una funeraria- se ríe mientras dice eso.-Funerarias paso al infierno, una filial de inferno SA de CV- le digo mientras me siento en un sofá de calidad cuestionable y tomó la botella de sus manos.-¿Infierno? No tengo tiempo para tus pendejadas- me dice aventándose a la cama.-Estabas a punto de cortarte las venas y dices no tener tiempo. Bueno yo tengo todo el del universo mismo. Haz lo tuyo- le tomó un trago a la botella.

La pobre chica se soltó a llorar. 

 -No era mi intención hacerte llorar, solo tengo trabajo que hacer--Pues lo hiciste pedazo de mierda ¿crees que no sé porqué estás aquí? Ese contrato nunca se cumplió y ahora estoy nadando en la porquería de mi vida. --Es un contrato, niña y como todo convenio de su estilo tiene letras chiquitas. Tú lo firmaste y no fuiste muy específica, ninguno de ustedes lo es, pero te entiendo no serías la primera humana en hacer lo que hizo--Veme a los ojos- por alguna razón ciertamente estoy viendo a sus ojos- ¿realmente crees que esta es la mirada de una artista que triunfa? Además, si bien recuerdo aún falta mucho para el final de ese contrato-- ¿Realmente no te has dado cuenta verdad? –-¿Darme cuenta de que?- me dice confundida, incluso puedo notar unas notas de miedo en su voz.-Lamento decirte esto- la tomé de la mano mientras me levantaba del sofá -Pero no estoy aquí para negociar términos, ni salvar tu vida, tu suerte está echada- la guio hasta el baño, su cuerpo se resiste, pero su mirada parece entender. -Abre la puerta querida- lo hace pero no puede pasar, así que doy el primer paso. Tomo su mano y la guio, la hago pasar. Sus ojos brillaron al ver su cuerpo desangrado en la regadera del baño, quedó enmudecida, la creí más tenaz pero su alma no pudo soportar la verdad, supongo. 

La tomó del brazo y le suspiró -Es hora de irnos, lo siento. -


En verdad odio las ratas que circundan esta ciudad.

 

Por Jorge Rascón

(Tijuana, Baja California. México)

Estudiante de la Licenciatura en Gestión Cultural por la Universidad De Guadalajara. Curso el XVII Diplomado de Creación Literaria del Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia del Instituto Nacional de Bellas Artes.  Es colaborador editorial en la revista El Morador del Umbral. Miembro fundador del colectivo cultural Ruido y organizador del festival cultural del mismo nombre. Ha sido publicado en Linotipia, De Lirio, Almicidio, Trepanación,Revista Sangría y en Cabezarrota, blog de La Página Desértica.


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