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  • Foto del escritorcosmicafanzine

Recuerdo

No recuerdo bien el día, pero sí que fue el último. Aquel resorte del viejo colchón de segunda que compré hace unos años por fin se reveló. Salió vacilante pensando que con su filo pudiese hacerme cosquillas al costado del torso. El oxidado metal había ya cortado un poco de esta piel, tan delgada como un papel, me hacía despertar. Abrí un ojo, que lagrimeó ante el seco aire que corría debajo de la puerta, millones de ácaros que con el polvo venían anidaron ya en estos lares, hicieron imperios con la suciedad y con mis restos, pues después de combatir contra el silencio comprendo que debía dejarme de exigir.


Qué manera más vil de someterme a algo que, de común acuerdo dicho por una sociedad humanamente correcta: mi deber es limpiar, ordenar, ser un hombre bien, pagar cuentas e instruir al camino de la moral colectiva al pequeño grupo de infantes y adolescentes que me ven como un tipo de respeto, aunque odio eso, tal vez si vinieran a mi habitación: que no es más que una asquerosa estancia pensarían mejor las cosas. Quizás al ver ese espejo roto o el dintel de la puerta anidado de cucarachas dejarían de admirar al catedrático, al docente, a este despojo humano que no morirá jamás si es recordado, pero, ¿qué me interesa a mi ser un maldito recuerdo?


Cortésmente abrí el ojo o lo que queda de él, pues la catarata agravada no deja ver más que la niebla, aquella de la que hablo un tal Saramago. Reí un poco al compararlo. Tomé aliento, la respiración ya está cansada, no quiere ni pretende extenderse más. No puede ya ser un ciervo de mis praderas, quiere unirse a la bandada de almas que huyen con el viento, el que huele o viejo, ¿y el tiempo? ¿quién me espera?


Enseñanza sé que ha de haber más no en mi saber. Comprender es aborrecer. Yace muerto todo aquello quien en lo eterno piensa, más etérea es su silueta, ¡canta vamos, canta!, que tu voz es aliento vivo aún, pues las blancas palomas serán tu despedida. Hambrientas están las cosas: la tierra, el cielo, el pasto, la miel, quizá las estrellas y el sol, en aquellos no confío nada pues giran alrededor de él, más sus formas no son de mi comprensión, ni de mi lectura, todos hablan de caballos y puentes, de construcciones y del fuego, ¿es ese el instante mismo en el que te partiste la cara?


Atisbo con voz alta, que la querella no escrita es la que no es de incumbencia, descrita poéticamente sobre los caracoles, ¿recuerdas los caracoles cuando los pusiste a correr? ¿eran veloces no?, tal como la marea que lame tus pies, como la lengua de la jirafa de aquel burdel, sí, como olvidarla, llevaba amarrada en el cuello una soga, decían que era una esclava, ¿eslovena? Creo que rimaba, no lo recuerdo bien, ¡ah sí! Un recuerdo, no quiero serlo, me resisto a eso, es total y perverso como el gesto de Gertrudis cuando le negaba un beso, — no quiero hacerlo — le decía, más ella terca me hacía hacerlo, que desagradable.


Pero más el susto me lo llevé, pues detrás de la colmena de ovejas, aquellas que corrían sobre el lago con esas suaves alas, — ¡ven, ven! — Decían, pero no me acerqué, el cocodrilo y el león jugaban a devorarse, mientras los miraba en silencio, ¿no era el merecedor de su carne?, de esta que ya se estira, la que se está manchada del mismo óxido que come al acero o la humedad que sin pasar saliva, se embarra sobre estos muros de cera, porosos y marcados con estás manchas que son mi reflejo ahora, ¿y ahora? ¿qué es este espejo? ¿este silencio? ¿esta demora de no verte? ¿de tocarte? ¿de este miedo de perderlo sin tenerlo? De tenerte ya desde mi nacimiento partiendo en partes mi vida, no es una maravilla, ¡es una mentira! Está burla e ignominia me fatigan, no puedo con esto que veo, mis párpados cortinas son, la piel elástica marcada de tinta que no me dejaron escoger


Por favor déjame en paz, ya bastante tengo con despertar. Mi rostro está invadido por el llanto, inválido por ti, tiempo, el que espera lerdo mientras consumes su alimento, con tristeza de vacíos, perdóname, te lo pido. Las palabras no alcanzan tu púlpito, pero harto estoy de estar, de ser, de pensar, de morir, de vivir, de comer, de defecar, de ver la luz profanando mis mañanas y alejarse de noche buscando techo para cubrirse del plata que en las praderas duerme. No quiero paz, quiero mi tiempo.


Minutos van y vienen pensando esto, heridos de guerra, como baleados por sus propios compañeros, ve, ve de nuevo esto, mis piernas delgadas, mis ojeras, el cabello teñido a gusto tuyo, como si en tus empresas no pudieran dar un mejor servicio, uno de etiqueta, de deseos, de hambruna, ¿que soy para ti? Y estalló el espejo, pero el reflejo inerte está, mirando con desprecio la lluvia de sangre que le di de consuelo, ¡traguen ratas, traguen! Los estigmas volarán con las aves carroñeras que vomitaran y defecaran mis huesos, no veo más que eso, ¡oh por dios, dios mío! ¿qué es todo esto? ¿para eso me creaste? ¿para ser parte de tus sobras? De estas sobras que son como la comunión con tu carne, ¡no, no señor! Ahora me ancló a ti hasta que me consigas el vuelo, quiero ir al infierno, al que transcribo en mi mente por segundos kilométricos, ¡calla y deja de correr! Está sangre no deja de llover, será mejor ir sin volver, estoy cansado, ¿no lo ves? Los retratos, los retardos, los entornos, los enteros y los enmascarados son los mismos, ¿no lo ves? O solo soy yo el que no puede seguir asomado aquí en el balcón, mientras una mujer desesperada me grita, ¡quédese ahí, no lo haga por favor!


La miro de reojo más no me interesa, hoy no seré más yo, un viejo de cabello blanco con cara manchada y manos del color del vino, carmesí, como el espacio que te prometí hace años, ¿lo recuerdas aún? Esa primavera, el verano, los veranos, las primaveras, los veranos de nuevo, y tú, fiera de abril, tormenta desértica, ¡qué va! Ahora contigo parto, corazón de queso y melón con coco, qué sabor, ¿no?


Empujo mis débiles manos al cielo, no dejo de pensar en los camellos, ¿camellos? Que risa, sí, los camellos, los pardos, los tintos, los fosforescentes, los invisibles, ese ya no es un camello, ese soy yo, el león que, por fin, le ganó a las mordidas al caimán, ¿cuál caimán? Reí, es verdad, el otro animal pues, el de ojos de sapo parecido a un enorme lagarto, con llanto recuerdo su nombre, ¡cocodrilo! ¿otra vez tu recuerdo? Creí haberte amarrado, ya no me amenaces ahora lo cumples, mientras una chica grita, — ¡no papá, no! —.


Un chillido prolongado y está ceguera, como de la que hablo un tal Saramago, ¿hablamos de un mago? Hay cientos, pero ninguno como yo, pues, en segundos volaré, ¿cómo? ¡si tus alas rotas están! No hay más plumas, eres más un polluelo recién hervido, ¿hervido? Y otro grito, — ¡sálvenlo, es mi padre, por favor, no lo hagas! — Reí, mi odio hacia todos es más sincero que ese soslayo.


No paro y atisbo que en mi ruta por fin iré al dentista o haré orgías o no seré más que el ojal de una aguja, ¡si, eso es genial, el ojal de una aguja! Así podré entrar y salir de estos hoyos cuando quiera, aunque pensándolo bien, no sé si me guste meterme por el orto de algo, pero, en fin, lo que es sagrado es sagrado, como el torero muerto, ¿cuál torero muerto? Este tío, hablé con acento español, ¡hombre tío! Y reí, sin propuestas ni encuestas ni fin, aunque por fin llegaron por mi, ¿quién? Los bomberos, reí de nuevo, admito que llegaron tarde ya me estoy despidiendo, ¿de quién? De mi, de esto a lo que llamaré suspiro, por qué, así como llego así se fue, primaveras, veranos, otoños, todos los recorrí, más en este crudo invierno deseo desaparecer, sin maletas y sin porqués. Solo tome un vaso de agua en la mañana, con eso bastará, he oído que el del barco no lleva mucho equipaje, así que dejaré esto para que no me estorbe, y reí también, justo antes de soltar mis alas para volar.

 

Por Adriel Natanael Miranda Lara

Nací en la CDMX el 13 de mayo de 1985. Actualmente radico en Pachuca, Hidalgo, he realizado colaboraciones con diversas revistas digitales, tales como: “Revista Catártica”, “El diario de Campeche”, “Revista literaria trinando” “Poesía en atril”. Así mismo, tuve la oportunidad de participar en el tercer foro literario hidalguense y realizar colaboraciones en antologías de cuentos titulados; “Pandemia de Palabras II” (editorial Faro Sur), “Antología de Cuento Hidalguense” (Editorial Vozabizal) y próximamente “Amor Oscuro” realizada por la Casa Editorial ASIES LEAL.

Por otro lado, soy serigrafista de profesión y creador de una marca de ropa donde nos encargamos de difundir la literatura y filosofía.

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