Recuerdos
Niña era,
en la noche sentada
sobre los campos
de esqueletos de hojas,
las luciérnagas daban luz
a la luz de la luna
y mi mirada, sin saber,
memorizaba el itinerario de estrellas
en el gótico cielo de junio.
Con ojos altos
como la cima del roble,
inmóvil sobre los tallos delgados,
callaban las horas del cielo
y los grillos de patas largas,
sentados en mis piernas,
trataban de deglutir el sudor
del último sol avanzado.
En la oscuridad no oscurecida,
Hoy me pregunto
qué hacer en la vida,
llena de dudas como antes,
y con alas danzantes,
transportada por la índole del pájaro,
sigo el vuelo,
contenido en la belleza animal,
cierro los ojos y empiezo a preguntar
si llegan noticias
de las nubes que cantan
la ausencia del suspiro exangüe
y entre los ríos de mi sangre,
la indecisión de los astros
rompen el orden presunto,
delante a tanta eternidad
soy sólo un punto, un hueco oscuro.
Vivo en las horas separadas del ayer,
cegadas a lo futuro.
Sin destino
Quizás de dónde llega
la alegría vivida desde adentro.
Tal vez llegue de una llanura de luz
o de un viento etéreo.
No lo sé, puedo solo cantar y obedecer
a estos cielos azules que contienen
tanta gentes amigas
sentadas sobre los segundos
de evanescencia,
contenidos en la herrumbe del pasado.
Quizás a dónde llega el mito
que dona la destreza para desviar el timón
hacia la evolución.
Quizás si basta aprender a saltar los vacíos
y a caer entre los intervalos de la sonrisa
para escuchar sin tener prisa
el son del pétalo lejano
detenerse en el ritmo de las hojas,
contemplar sus temblores de luceros,
aprender de los ojos nacidos
para arder al canto del viento,
como granos de arena que no conocen
su destino.
No es de todo esta nada,
mi voz sólo sirve
a las aves insoñadas,
no conozco los secretos
del sol de besos
con belleza espiritual,
en el plenilunio de cristal
me hago preguntas delante al espejo
y me responde el reflejo
de un pájaro musical.
Ensueño
Al morir del atardecer,
te entrego el miedo de mis noches,
una oscuridad enterrada
en lo más profundo del entierro,
un horizonte lejano,
con gritos ahogados
en los bulbos teratológicos
de planetas de renunciamientos.
En el día que esconde un feliz momento
no me niegues
el agua de estrellas, el agua de luna,
no escondas en la fortuna
el agua clara del remanso del viento.
Con los brazos hundidos en el sueño,
no alcanzo al momento
del abrazo abierto de la aurora.
Cae una estrella sonora
y yo mudándome de los cielos
hacia el sueño que evapora,
víctima de los humanos desvelos,
me doy a la noche
y la noche me devora.
Por Yuli Cruz Lezcano
Nació en la isla Cuba el 13 marzo de 1973.
La poeta llegó en Italia a la edad de 18 años, estudió en la Universidad de Bolonia y consiguió el título en “Ciencias enfermeristicas y obstetricia” consiguió, además, un segundo título en “Ciencias biológicas”. Trabaja en la salud pública.
En su tiempo libre ama dedicarse a la escritura de poemas, poesías, relatos, a la pintura y a la escultura. Numerosos son los premios literarios donde ha obtenido reconocimientos importantes y las antologías sea nacionales que internacionales en las que son presentes sus poesías. Ha representado su país natal Cuba por dos años consecutivos en el Festival Internacional de la Poesía de Tozeur en Tunisia.
Ha publicado 16 libros de poesías en Italia, dos de los cuales en los dos idiomas Español/ italiano, y un libro de narrativa.
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