El radar cuántico de nuevo hizo su bip característico cuando lo detectó.
—¡Niniel, apareció como hace un año. ¡Proviene del norte! —grité con todas mis fuerzas. Nuestra líder estaba en el exterior fumando de las yerbas que alguna vez brotaron en los restos de las ciudades cubiertas por nieve. Y gustaba hacerlo mientras apreciaba en el firmamento la rota Luna que era seguida por los pedazos que alguna vez la conformaron y eran su rebaño.
—¡Niniel! ¿Qué procede?
—¡Ya voy, ya voy! —respondió con molestia, tosió varias veces antes de gritar— ¡Malditos christii! ¡Que el infierno radioactivo los acoja por la eternidad!
Como sabía que Niniel preferiría terminar de fumar que desperdiciar su última ración de yerbas, Kariel se acercó a mi estación. Tras la caída del fuego del firmamento, ella fue de las primeras que encontramos en la larga marcha para alejarnos del Ecuador, zona que se volvió inhabitable algo por encima y debajo de ambos Trópicos.
—Qué interesante, parece que cabalga sobre la función de onda sin terminar de colapsarse —expresó Kariel con admiración—. Y viaja a, ¿un metro por segundo?
—No sólo eso. La función de onda contiene un incalculable número de armónicos en múltiples dimensiones —expresé mientras le señalaba con mi séptimo dedo los datos en la pantalla—. Así que su velocidad aparente es también infinita, aunque parezca casi inmóvil
—Lo que quiere decir que, si colapsa en nuestra realidad, estará en todas partes por un instante antes de desvanecerse.
—A menos que logre volver ser una función de onda con sus armónicos.
—¡Imposible, arcángela sin alas! —respondí y ambas nos reímos.
Cuando escuchamos los pesados pasos a nuestras espaldas además de un ligero y abrupto viento, callamos.
—¿De qué se ríen, mis queridas Ángelas Caídas? Kariel, regresa a tu estación y deja de hacerle perder el tiempo a la demás. Prepara los cañones de incertidumbre godëlaniana y una red de vibración Planck. Esta vez quiero bajarlo con el menor daño posible.
—¡Sí, Comandante de las Hues…
—Corta el rollo, niña, eso dejó de existir desde que los desgraciados christii y demás fauna humana les dio por intentar ser dioses.
—Entendido, Niniel.
—Admiel, cambia a modo pasivo —me ordenó Niniel—. Que esta vez no detecte que lo estamos siguiendo.
Pulsé varios comandos en mi tablero, fijé el objetivo y le mandé un bosón enlazado a otro en mi equipo. Cuando se insertó en quien se deslizaba sobre la función de onda desactivé el radar cuántico.
—Zariel —ordenó a continuación—, entramos en modo de combate. Admiel, en cuanto esté al alcance de la red Planck, notifícame.
El interior del búnker se iluminó de azul celeste, nuestro color de brigada ante el inminente enfrentamiento o que estemos por entrar a medianoche.
—Entendido Niniel.
Las siguientes horas fueron de paciencia y desesperación a la vez por la aparente inmovilidad del objetivo. Faltaban tres segundos para la hora límite cuando entró a rango.
—¡Bájalo, Admiel! —gritó nuestra líder. Activé mi radar cuántico para ayudar con la precisión. Rápidas secuencias de zumbidos fuero seguidos por pausas de silencio instantáneo durante dos segundos. Luego el búnker tembló con intensidad cuando fue eyectada la red Planck.
Mi radar mostró que lo que surfeaba la función de onda colapsó en un mismo punto y empezó a caer. Calculé el punto de impacto y se lo notifiqué a Niniel.
—¡Mi legión de Ángelas Caídas! Vamos por él —ordenó Niniel quien rauda salió del búnker. Dejé mi audífono sobre el tablero, comprobé que trajera mi cimitarra y las dagas antes de salir. Afuera ya esperaban en formación Admiel, Zariel y las otras. Tomé mi lugar. Niniel desenfundó una empuñadura sin hoja que, en cuanto apuntó al cielo, se encendió cual espada de fuego divino y levantó el vuelo. De inmediato la seguimos.
Minutos después llegamos a nuestro objetivo. La red Planck sujetaba a seis animales, un vehículo con esquíes y un ente que oscila entre varias versiones.
—Vaya, vaya, señor Nicolás —expresó Niniel en cuanto aterrizó a un lado del sujeto—. Eones que no nos topábamos cara a cara. Zariel, libéralo de la red.
En cuanto mi compañera lo hizo, el ente se puso de pie. Su aspecto pasaba de un viejo bonachón vestido de rojo y con barba a uno que carecía de ella, pero con un traje azul. Luego mutaba a un ser demoníaco con cuernos, ojos en llamas y barba de chivo que cargaba un saco, de allí pasaba a ser una vieja bruja que con sombrero negro en punta y que tenía una escoba en su mano. Las transfiguraciones no terminaban y fluían en cientos de miles de representaciones.
—Un placer toparme de esta forma contigo, Comandante de las Huestes Celestiales…
—Cállate, viejo bobo. Eso ya no existe.
—Pero portas la espada de Miguel —respondió anonadado—. Con la espada viene el grado.
—Así era cuando él existía, antes del angelicidio que sufrió.
—¿Tú lo hiciste? ¿Por eso fue lo de la Luna? ¿Y la lluvia de fuego?
—No, ocurrió luego de eso. Miguel quiso tomar su lugar y no lo permití…
El ente calló por un instante, no necesitaba de más explicaciones.
—¿Pueden liberar a mis renos, por favor? Lo que me arrojaron incomoda en verdad.
—Zariel, por favor suelta a los animales.
Empezó por el que estaba hasta el frente, cuya nariz brillaba apenas de un rojo mortecino. Tenía rota la asta izquierda, le faltaba un ojo y todo su cuerpo presentaba quemaduras y laceraciones. Incluso le faltaba un trozo en el costado donde podías apreciar el corazón latir y empujar la sangre de color dorado. El cuarto derecho de atrás estaba quebrado de múltiples formas. Con determinación y mucho dolor se puso de pie para trotar al lado del ente. Zariel continuó con los demás animales.
—Gracias, Niniel. Asumo que si me derribaste es por algo. Dime qué quieres.
—¿Por que sigues haciéndolo?
—¿Qué? ¿Hacer qué? —contestó el ente mientras una representación de una mujer cubierta de pieles y hojas acariciaba con amor al lastimado animal.
—Seguir saliendo cada año en pleno invierno. Y, por lo que veo, cargas con el saco de contenido infinito. ¿Está lleno de regalos?
—Sí, ¿por qué?
—¿Aun tienes elfos y duendes que te ayuden?
—Algunos, los que sobrevivieron. Sigo sin entender tu pregunta.
—¿Por qué seguir celebrando esta fecha? ¿La del nacimiento de la diosa y el dios solar? El cumpleaños de Innanna, Heracles, Hermes, Hékate la triple, Adonis, Dionisio, Prometeo, Krishna, Buda, Horus, Zaé, Terra, Tammuz, Zaratustra, Gaia..
—¿Y por qué no? Quizás siguen aquí, quizás se fueron, quizás estén muertos pero aún podemos dejar obsequios. Representan mucho para el futuro.
—Ya no hay niñas ni niños, vieja boba. Nunca más existirán, la humanidad se aniquiló solita y no hay más qué hacer. ¿No lo entiendes?
—Regresarán, ya lo verás. ¿Y quién dice que no hay a quien dejarles algo en esta fecha?
Giró para extraer el saco que estaba en la parte trasera de su vehículo que estaba roto. Desató el nudo superior, metió un brazo y extrajo una caja de color azul cerrada con un lazo de color plata. El moño también era plateado.
—Esto es para ti —expresó el ente y le ofreció la caja a Niniel. Esta, tras dudar brevemente, apagó la espada flamígera y envainó la empuñadura sin hoja. Tomó la caja, la abrió y sonrió de inmediato.
—¡Más yerba! ¿De dónde la sacaste?
—Es lo que menos importa, que vengan tus demás ángelas. Hay regalo para cada una de ella. Y tengo las de los otros años, pero tu estúpido conjuro de defensa no me permitió visitarlas.
Entregó más cajas. La mía era de color verde y dentro estaba una flauta celestial como la que perdí cuando evacuamos el cielo.
—¡Muchas felicidades a todas! —exclamó el ente con singular alegría—. Niniel, lo que muere al último es la esperanza. Y como regalo final les confirmo que no son los únicos seres que sobrevivieron a esto. Vendrán tiempos mejores y eso lo que significa cada regalo que entrego: es esperanza. Ahora, si no tienen inconveniente, ¿me ayudan a arreglar mi vehículo y despegar? Voy bastante retrasado
Por Eduardo Omar Honey Escandón
(México, 1969)
Ing. en sistemas. Autor de Códex Obsidiana. Publica constantemente en plaquettes, revistas físicas, virtuales e internet. Textos suyos fueron primer lugar, segundo lugar o finalistas. Ha sido seleccionado para participar en diversas antologías. Imparte talleres de escritura para la Tertulia de Ciencia Ficción de la CDMX. Pertenece a la generación 2020-2022 de Soconusco Emergente. Prepara su primera novela.
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