Cierro los ojos, veo tu figura y oigo tu voz, tomas mi mano entre las tuyas con la misma delicadeza y suavidad de siempre, me sonríes con una calidez indescriptible, sí, tu bella y pura sonrisa ha quedado grabada en mis recuerdos, no tengas duda de ello. Mi vida, tu habla es tan sanadora, con solo escucharte mis problemas se deshacen y puedo ver con mayor claridad como si la tela hubiese desaparecido de frente mis ojos, te sonrío de vuelta y tú me correspondes, mi corazón se regocija, nos detenemos haciendo contacto visual, no puedo dejar de admirarte, te lo digo y es cuando me besas, correspondo a ese bello, lento y elegante vals que sincronizamos sin ningún problema, los dedos de mi mano se han entrelazado a los tuyos. La gente nos mira mientras caminamos; el amor entre dos mujeres aún no es bien visto, pero no nos puede importar menos, aún así noto inseguridad en ti, es entonces cuando te digo que todo estará bien, con esas palabras la seguridad se apodera de tí y somos dos contra el mundo, contra este lugar tan cruel y aterrador, ya no estás sola, yo estoy contigo, tampoco estoy sola pues te encuentras aquí conmigo.
Suspiro mientras te miro, tú ríes. Me agacho tomando una flor amarilla y te la entrego, es una margarita, de las que más abundan por las calles y la que más me recuerda a ti, te lo digo y puedo notar cómo tus mejillas se colorean de un suave rojizo, uno que queda tan bien con tu cabello anaranjado, ¿te dije cuánto amo tu nuevo estilo?, quizá no lo he hecho las veces suficientes como para que lo mantengas grabado en tu corazón, así que te lo digo una vez más y ahora son tus orejas las que se colorean equiparando la tonalidad de tus mejillas, es entonces que deposito un beso sobre aquella suavidad, siento la calidez y sonrío, luego seguimos nuestro camino hasta una plaza, tomamos asiento, es ahí cuando te admiro, ahí, en ese lugar, con el paisaje detrás tuyo pareces una musa, me río de mi misma porque ya eres mi musa y me has dicho que yo soy la tuya. Estoy en paz, calmada, tranquila, mi respiración es lenta, pacífica y sé que la tuya también porque me acerqué a besarte, estabas mirándo tu celular y diste un pequeño saltito porque no te esperabas mi acción, yo solté una risita por ello, luego te pregunté qué hacías, me respondiste que no era nada, después te disculpaste por no prestarme atención, te dije que no importaba, que realmente me tranquilizaba mirarte.
Abro los ojos, cuando lo hago ya no estás ahí, ni siquiera tu aroma ha quedado en el aire, desapareciste y te quiero buscar, pero no puedo moverme, quieta simplemente observo a mi alrededor, cuando finalmente te veo quiero correr a tus brazos, entonces la veo a ella, ella está contigo, te acaricia y besa donde antes yo dejé mi marca, quiero cerrar los ojos nuevamente, pero ni siquiera puedo pestañear, mis ojos se irritan y las lágrimas comienzan a caer lentamente por mis mejillas, mi delineador se ha estropeado. Despierto, estaba soñando, palpo la cama y no estás ahí, ni siquiera se encuentra tu calidez. Recuerdo, claro, ya no estás, yo te alejé, ahora estás con ella mientra me deshago, mientras caigo, mientras llego a mi límite y no hago nada para evitarlo, me encuentro espectadora de mi propia decadencia. Quiero llamar a tu nombre, volver a tocarte o besarte, pero ya no estás ahí, ¿y si realmente nunca estuviste?
Ayalán
(2002)
Estudiante de pedagogía en filosofía en la Universidad de Concepción, amante de la lectura y escritura, las plantas y el baile, escritora de varios cuentos en redes como inkspired, megustaescribir, Chilescribe, entre otras.
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