Estaba tan ansiosa por darle esta maravillosa noticia a mi pareja, llevábamos años intentando tener un hijo, y a pesar de que durante estos seis años fue un excelente padre para mi hijo, queríamos ampliar la familia y tener un bebé juntos. Además, mi hijo ya adolescente, me pedía un hermano menor al cual cuidar y proteger. Aun así, quise guardar el secreto el mayor tiempo posible para poder contarles en algún contexto especial.
Esa noche debíamos ir a esperar a mi pareja a la carretera, venía llegando de un viaje a su ciudad natal, visitando a su familia. Y luego de eso, mi plan era que fuéramos a cenar a algún lugar distinto y darles la noticia. Aprovechando el evento astronómico del eclipse lunar y luna de sangre que se produciría esa misma noche. Todo parecía ideal.
No tenía ni la más mínima sospecha de lo que pasaría entonces.
Esa tarde antes de salir al encuentro con mi pareja, sentí un estremecimiento muy extraño al despedirme de mis padres, pero no le di mayor importancia. Todo lo atribuí al desorden hormonal que estaba experimentando mi cuerpo. Después de dieciséis años, era vivir una experiencia completamente nueva, sumado a los nervios de mantener el secreto. Mi hijo ya tenía encendido el vehículo y como íbamos un poco tarde, no le di más vueltas al asunto y me subí.
Conduje al límite de la velocidad permitida, todo para llegar a tiempo. Ya estaba anocheciendo y las carreteras se vuelven peligrosas una vez que el sol se pone. La idea era estar ya ahí cuando el bus en el que mi pareja viajaba, pasara por ese sector. Fue en ese trayecto, en pleno atardecer, cuando todo se tornó confuso.
Como adolescente promedio, mi hijo venía pegado a su teléfono móvil, vagando en las redes sociales, cuando una serie de publicaciones llamaron su atención. Yo, que venía con la atención plenamente en la conducción, le pedí que me contara a grandes rasgos lo que estaba viendo. Se trataba de unas fotografías dantescas del atardecer en ciertos lugares del mundo, incluso en nuestro país, en regiones donde la contaminación es mucho menor, habían logrado fotografiar a detalle un paisaje totalmente espeluznante y a la vez asombroso. Entre las nubes de tonalidades rojizas y anaranjadas, que parecían directamente fuego, se podía ver claramente las estrellas, así sin más, como si no hubiera atmósfera ni ningún tipo de contaminación lumínica que filtrara su luz. Algo imposible, pero que claramente se estaba reflejando en las fotografías que estaban siendo publicadas en redes sociales. Al principio no lo creí y le dije que podían ser montajes, que obviamente eso era físicamente imposible, pero continuó leyendo más y más reportes incluso desde nuestra misma ciudad.
Fue entonces que uno de sus amigos lo comenzó a llamar, pero como entramos a un túnel en ese preciso momento, la llamada se cortó inmediatamente y con la poca señal que a ratos le llegaba, le llegó un mensaje de audio que ese mismo amigo les envió al grupo que tenían, donde entrecortadamente les decía que acababa de ser testigo presencial del espectáculo y que por nada del mundo mirara directamente hacia el cielo, que su familia sufrió un extraño ataque después de observar por mucho tiempo, entrando en una especia de trance. No logramos entender mucho acerca de qué estaba hablando, pero a medida que mi hijo más investigaba, más comentarios le aparecían en las fotografías, donde todos llegaban a la misma conclusión: No mirar directamente a lo que aparecía entre las nubes.
Una vez que salimos del túnel, tratamos de no mirar, poniendo toda nuestra fuerza de voluntad, pero fue imposible. El color rojo tan intenso que tenían las nubes en ese momento, era indescriptible, era muy llamativo, atractivo y aunque el agujero en el cielo estaba a nuestra espalda y no lo veíamos a menos que nos diéramos la vuelta, lo que teníamos frente a nosotros ya era de por sí bastante sorprendente. En ese instante le pedí a mi hijo que contactara a mi pareja, para que le transmitiera la misma información y que una vez que llegara, se subiera inmediatamente al auto para huir de ahí hacia nuestra casa. Llegamos al punto de encuentro y por suerte, no fue tanto lo que tuvimos que esperar, pasaron alrededor de 10 minutos y vimos el bus acercarse en la carretera. Cuando mi pareja se bajó, mi hijo se asomó por la ventana para llamarlo y hacerle señales para que se acercara rápidamente a nosotros. Se subió y nos fuimos. La parte más difícil era ahora, cuando debíamos volver, frente a frente al cielo descubierto.
Traté de mantener la mirada fija en la carretera y ayudó mucho que mi hijo y mi pareja fueran tan inmersos en sus propias investigaciones en sus respectivos teléfonos móviles y avisando a nuestros amigos y familiares acerca de lo que estaba ocurriendo y que se mantuvieran a salvo en sus hogares. El plan a partir de ahora era improvisar, buscar una forma de mantenernos resguardados en casa hasta que todo esto terminara. Pero fue cuando estábamos a punto de llegar a nuestra localidad, cuando nos comenzamos a dar cuenta de que todo este caos era aún más grande de lo que pensábamos. La policía tenía cortada la entrada principal porque toda, pero absolutamente toda la localidad en la que vivíamos estaba ardiendo en llamas y humo, extinguiéndose hasta el más mínimo de sus cimientos. En tan solo un par de minutos estaba completamente desaparecida.
Entré en un ataque de pánico, mi intuición antes de salir de casa era por esto, todo estaba desapareciendo, consumido por lenguas de fuego espantosas. Como estaba imposibilitada de poder conducir, mi hijo tomó el volante y continuó nuestro camino hacia la costa, mientras mi pareja trataba de contenerme. Fue su curiosidad de adolescente lo que no le permitió mantener la firmeza de no mirar hacia el cielo y cuando me di cuenta ya era demasiado tarde. Sus ojos se habían tornado de un color rojo sangre, pero no solo su pupila, sino que el globo ocular completo… en su último segundo de lucidez fue capaz de decirnos que en cuanto detuviera el vehículo huyéramos sin mirar atrás… pero no alanzó a terminar la frase y con un gruñido ensordecedor pisó el acelerador a tope y a toda velocidad continuamos por la carretera. Con mucha dificultad, mi pareja pasó al asiento del copiloto para tratar de hablar con él, pero con un solo movimiento de su brazo, que ahora era una garra monstruosa, arañó toda la parte izquierda de su cara, dirigiendo su mirada justamente hacia adelante, hacia el cielo abierto y expuesto a todo aquello que los estaba transformando en extrañas criaturas incontenibles. Ambos me miraron directamente con sus enormes ojos rojos y lo único que pude hacer fue abrir la puerta y lanzarme del vehículo a toda velocidad. Cuando dejé de rodar por la calle y me incorporé, vi como el vehículo explotó en llamas, pero eso no logró contenerlos: emergieron entre las llamas y ambos corrieron en mi dirección.
Me eché a correr a toda velocidad y subí por el cerro que conducía directamente a los acantilados, intentando perderme entre los árboles. Pero todo era un verdadero escenario terrorífico… más criaturas como ellos, devoraban sin piedad a sus víctimas, adultos, niños y ancianos sucumbían ante las garras de estos monstruos que de un momento a otro surgieron sin explicación. Intenté no mirar directamente a ellos para no llamar la atención y seguí huyendo lo más rápido que me permitían mis piernas ya cansadas… Una vez que estuve en la cima del acantilado pude ver el paisaje en el horizonte… todo ardía en llamas y el mar con un oleaje salvaje parecía que arrasaría con todo aquello que el fuego no podría consumir.
Ahora viendo que todo está perdido y no tengo forma de salir de esto, decido valientemente mirar hacia arriba… Todo lo que mi hijo me había descrito no le hacía juicio a lo que mis ojos observan: El cielo nocturno está teñido completamente de rojo… entre las nubes también escarlata, se puede ver el cielo infinito en su máximo esplendor; la luna llena, teñida también de un color rojizo se ve enorme e imponente reinando en medio del agujero entre las nubes. Podría quedarme eternamente mirando este asombroso paisaje… Pero unas extrañas naves circulares llaman mi atención, con sus luces muy brillantes apuntan hacia abajo y todo lo que tocan, lo hacen estallar en llamas. Comienzo a comprender la situación.
Han pasado unos minutos y no siento nada diferente en mí. Quizás, solo quizás, algo pueda hacer para salvar a lo que queda de mi familia... Me doy la vuelta para ir en su búsqueda, pero es demasiado tarde, están aquí frente a mí.
Me encontraron.
Se acercan gruñendo, dispuestos a destriparme tal como las otras víctimas a mi alrededor, mientras yo retrocedo, acercándome más al extremo del acantilado. Cuando dan un salto hacia mi dirección, con las garras extendidas para atacarme, me doy la vuelta y con un impulso, me entrego a los salvajes brazos del inmenso e indómito océano.
Por Loreto Soledad
Loreto Soledad nació en Santiago de Chile el año 1993, donde ha vivido toda su vida. Su interés por la fotografía comenzó a temprana edad, siendo una herramienta para exteriorizar emociones y pensamientos de forma cómoda. Fue así como en el año 2012 comenzó sus estudios de Fotografía Profesional en el Instituto Profesional de Arte y Comunicación ARCOS, los cuales concluyó el año 2015 y titulándose al año siguiente con distinción en su generación. Por otro lado, su gusto por el género Terror comenzó desde muy pequeña, cuando veía la película “El Exorcista” junto a sus padres, quienes en un afán de que no se aterrorizará en ciertas escenas, cubrían sus ojos. Esa curiosidad de querer descubrir de qué se trataban en realidad esas películas, fue lo que la llevó a adentrarse en el género a medida que fue creciendo. Y fue durante su carrera que decidió unir esas dos pasiones: el terror y la fotografía, para comenzar a crear sus propias obras ligadas al género y plasmar el terror en imágenes fijas. Una de sus mayores dificultades ha sido poder desarrollar todo lo que conlleva el género y poder generar la sensación de terror en imágenes. Además de poder llegar al público de forma independiente.
Lo que más destacan los espectadores en su trabajo, es cómo logra crear escenarios y criaturas terroríficas con pocos elementos y un gran manejo de edición digital. A lo largo de su carrera ha ido mejorando en los temas técnicos de la toma fotográfica y en temas de retoque en programas de edición, para generar mejores escenarios que causen la sensación de terror en quien las ve.
Sus influencias artísticas son variadas. En cuanto a lo fotográfico, su gran referente e inspiración para animarse a trabajar en el terror es Joshua Hoffine, el pionero en la fotografía de este género. Por otro lado, el director James Wan es un referente en cuanto a la estética y composición en sus producciones. Y también una gran inspiración son las tenebrosas melodías del compositor Joseph Bishara.
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